Chespirito: algunas frases inolvidables
Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, quedará en la memoria de los latinoamericanos con las frases que hicieron famosos a sus personajes. He aquí algunas de las más célebres.
"Fue sin querer queriendo"
Esta es una de las frases más típicas del Chavo del Ocho. Una explicación casi filosófica de la dualidad que un niño puede sentir al hacer una cosa indebida, pero con cierta intención; que no tiene que ser mala. La curiosidad nunca ha sido mala. Bueno, no siempre.
¡Se me chispoteó!
Si con la frase "fue sin querer queriendo" el Chavo del Ocho, una casa de inquilinato compartido con el número 8, deja oportunidad para explicar algo que se pudiera interpretar como un "error", "se me chispoteó" no da margen a explicaciones. Cuando la leche ha sido echada a perder, ya no hay nada qué hacer.
¡Síganme los buenos!
Esta era una irrefutable invitación a hacer parte de los "buenos", así sea para hacer pilatunas. Y si la aventura resultaba un éxito, Chespirito tenía una frase con la que siempre buscaba su reivindicación de niño subestimado: "No contaban con mi astucia". Y para convenciar a cuaquier dudoso le servía: "Mis movimientos están fríamente calculados". ¡Qué alivio!
“Que no panda el cúnico”
Los deseos irresistibles de jugar y experimentar cosas nuevas llevaba a Chespirito a meter a su vencindario en incontables dificultades. Pero él llamaba a la calma, no importaba cuán insalvable fuera el problema, con la trastocada frase: “Que no panda el cúnico”.
"Se aprovechan de mi nobleza"
Niños mexicanos rinden homenaje al maestro de las frases con las que niños y adultos se pueden identificar, a lo largo de todas sus vidas. "Se aprovechan de mi nobleza" podría decir hoy un niño que sufre matoneo por no ser tan ruidoso y agresivo como otros.
"Es que no me tienen paciencia"
Si bien este es un llamado del Chavo del Ocho y no del Chapulín Colorado, el personaje detrás es el mismísimo Roberto Gómez Bolaños. "Es que no me tienen paciencia" se escucha hoy como el eterno llamado a todos los padres y adultos a dejar ser niños a los niños. ¡Chanfle! ¡Rechanfle! ¡Recontrachanfle!, diría, ahora sí, el Chapulín Colorado.
"¡Tenía que ser el Chavo del Ocho!"
La típica inculpación de Don Ramón, uno de los adultos en eterna lucha contra los pequeños. Pero Quico, el niño feo del cuento, no se quedaba callado y le resultaba fácil tildar a los demás de "¡Chusma, chusma!".