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Casa pequeña, gran ópera

4 de junio de 2010

En Berlín, la Hauptstadtoper busca devolverle a la ópera el encanto que tenía antes de que se convirtiera en una forma de entretenimiento elitista apelando a la experimentación en un recinto pequeño, pero inspirador.

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Imagen: Johannes Zapotoczky

Aquellos que entren a la Hauptstadtoper –la Ópera de la Capital– de Berlín se hallarán de inmediato sobre la tarima, una superficie de 59 metros cuadrados que más bien parece la sala de una casa. La tarima, por cierto, es al mismo tiempo el espacio destinado para los espectadores y los músicos. Cuarenta personas pueden disfrutar allí de un espectáculo inusual, pero sólo si se arriman hasta que todos queden los unos muy cerca de los otros, si encogen sus piernas para que la cantante no tropiece con ellas al pasar y están dispuestos a abrirse al concepto presentado por la directora de esta casa de ópera, Kirstin Hasselman.

Hauptstadtoper in Berlin
Representación de una pieza en la Hauptstadtoper.Imagen: Julian Fahrenholz

“¿Qué clase de ópera es esta?”, se preguntarán algunos. Se trata del tipo de ópera que pretende devolverle al género musical y al lugar que lo presenta el encanto que ambos tenían antes de que se convirtieran en una forma de entretenimiento costosa y un recinto rodeado de rituales excluyentes. “Uno sólo necesita una habitación, música y una trama; uno no necesita el aparato gigantesco de las casas de ópera actuales”, dice Hasselman, asegurando que con un trío de músicos y dos cantantes se puede lograr mucho.

Un programa inusual

El programa de la Hauptstadtoper puede incluir un libreto nuevo, concebido este mismo año, combinado con música de Händel u óperas barrocas acompañadas por una guitarra eléctrica y textos del autor alemán, Kurt Tucholsky. “¿Por qué no?”, se pregunta Hasselman, una soprano que se ha paseado por los escenarios alemanes desde hace dos décadas, que probó las mieles del éxito a los 40 y cuyo sueño recurrente de convertir la ópera en un campo de experimentación se transformó en realidad hace un año.

Hasta ahora, la Hauptstadtoper se ha visto financiada con recursos privados; esa es una de las ventajas del entorno personal de Hasselman. Las producciones son proyectos que se materializan con un presupuesto muy bajo; low budget y no budget son términos que sus colaboradores conocen muy bien: la más cara de las producciones costó 4.000 euros, incluyendo los sueldos de los participantes. “Entonces sólo se cancelaron los honorarios de los músicos y, por supuesto, yo no cobré nada”, explica la directora que, a veces, funge simultáneamente de actriz principal y directora artística.

El gran éxito de la pequeña casa de ópera

“Los artistas tampoco cobraron por los ensayos. Ellos nos regalaron su tiempo, como muchos de los que colaboran con nosotros”, agrega Hasselman, quien, por eso, siempre está a la búsqueda de músicos que tengan interés en montar piezas fuera de lo común con libertades creativas. “Con frecuencia, cuando descubren que tienen la oportunidad de probar algo nuevo con sus instrumentos, me dicen que el dinero no es muy importante. Aunque estamos claros en que es muy bueno cuando el dinero llega; esa es una forma de reconocimiento al trabajo hecho. ¡El aplauso no es lo único que cuenta!”, aclara.

Pese a la estrechez económica, el primer año de la pequeña Hauptstadtoper parece haber sido un gran éxito. No solamente la prensa le presta atención creciente, cada vez más habitantes de Berlín se han percatado de que, al margen del ámbito operático habitual, hay una pequeña tarima abierta a los experimentos en donde los espectadores –incluyendo a aquellos que hasta ahora no se consideran amantes de la ópera en el estricto sentido de la palabra– pueden conocer ese mundo desde adentro.

Autora: Aya Bach / Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz