Argentina: ¿Solo raíces europeas?
18 de noviembre de 2020Irma Caupan tiene un hablar pausado y un trato amable. Es lúcida y serenamente locuaz. Nació en la Patagonia argentina, y es miembro del pueblo indígena mapuche.
A la hora de presentarse, elige comenzar así: "Soy Irma Caupan, de la nación mapuche. Nací en un país fundado sobre un genocidio indígena”. Y entonces uno sabe que no dará rodeos ni echará mano a eufemismos para expresarse.
"Si bien existimos y somos más de 36 naciones indígenas a lo largo de todo el territorio hoy llamado Argentina, que luchamos, tenemos nuestras lenguas, cosmovisiones, comunidades e identidad, somos totalmente invisibilizados, tanto por el Estado como por la sociedad”, continúa la integrante del "Movimiento de mujeres indígenas por el buen vivir”, en diálogo con DW.
Y lo que Irma Caupan sabe por experiencia propia, encuentra correlato en los análisis de los expertos en la materia.
"La forma en la que se consolida este genocidio tiene que ver con la propia construcción del Estado nación desde finales del siglo XIX, que definió qué sujetos son legítimos y cuáles no”, afirma Marcelo Musante, sociólogo e integrante de la "Red de investigadores en genocidio y política indígena en Argentina”, consultado por DW.
¿Argentina, la Europa de Sudamérica?
"En esa construcción blanca y europea, los sujetos indígenas van a ser vistos como extranjeros en sus propios territorios”, indica el investigador.
"Las imágenes que aún hoy se repiten, de que 'Argentina es un país sin indios', y de que 'todos los argentinos descendemos de los barcos' tienen que ver con esos discursos instalados para borrar a los pueblos indígenas”, sostiene Musante.
Pero existe, además, otro aspecto: "No hay un horizonte que habilite reinvindicarse como miembro de un pueblo indígena”, complementa Mariano Nagy, profesor y doctor en historia. "El miedo y la discriminación hacen que no resulte conveniente”, completa.
En palabras de Caupan: "El racismo instaurado hace que no nos reconozcamos como indígenas, aunque los cuerpos y la piel griten que lo somos”.
Y así, aun cuando el último censo oficial nacional da cuenta de la existencia de casi un millón de personas integrantes de los pueblos originarios, el mito de un país sin población indígena sigue vigente.
Si no existen, no tienen derechos
Las consecuencias de esta falsa creencia son de variado tipo: "Estos discursos generan serios problemas en el presente, porque, si no hay indígenas, si solo están en el pasado, entonces las políticas públicas no los incluyen, ni consideran a las comunidades como interlocutores válidos”, sostiene Musante.
"Y, si aparecen ocupando el espacio público por alguna demanda, son visibilizados como 'salvajes', 'extranjeros', o 'terroristas', agrega el sociólogo.
Y estos preconceptos se instalan de múltiples maneras en el imaginario social. Cuando un niño juega de manera bruta, se dice que juega "como un indio”.
Así las cosas: "Ser indígena en Argentina es lo peor que te puede pasar”, sostiene la integrante del pueblo mapuche Moira Millán, en un reciente informe de la radio pública argentina RAE - Radio Nacional, al comparar la situación de los pueblos originarios en el país con la de los otros de la región.
"No somos reconocidos desde nuestra cultura y nuestros saberes ancestrales. Por ser indígenas se supone que tenemos que ser pobres, sin acceso a territorio, a la salud o a la educación”, puntualiza Caupan.
Efectivamente: "Una de las mayores problemáticas de las comunidades indígenas en nuestro país tiene que ver con la propiedad de la tierra; el Estado tiene serias limitaciones cuando se trata del reconocimiento de la propiedad comunitaria indígena”, analiza Musante.
Lo que deja la pandemia
Y la pandemia no ha hecho sino agravar el cuadro. Junto a un equipo de investigadores, Nagy relevó las consecuencias de la actual situación sobre estas comunidades. Consultado por DW, no duda en afirmar: "El impacto ha sido tremendo”.
Y se explaya: "La crisis económica profundizó ciertas cuestiones y creó o puso de manifiesto otras, como por ejemplo, la falta de acceso al agua, a la salud, a la educación, o a la conectividad en zonas rurales”.
"Y también, y muy especialmente, el incremento de la discriminación y el racismo en parte de la sociedad, que en muchos casos se tradujo en actos represivos por parte de las fuerzas de seguridad contra estas comunidades, como si los 'indios infectados' fueran a contagiar al resto de la población”, indica Nagy.
En tanto, Irma Caupan, esta mujer mapuche de voz pausada y gesto amable, reflexiona: "El Covid 19 ha dejado demostrado que el sistema que rige a estos Estados atenta contra la memoria ancestral de los territorios y contra nuestra espiritualidad e identidad”.
"Tenemos que escuchar a la tierra que clama, y cada uno de nosotros somos sus voceros”, concluye e invita a la vez.