Los 25 músicos de la orquesta boliviana OEIN están en el área del castillo de Rheinsberg, al noreste de Alemania. Ahí acababan de llegar en marzo cuando comenzaron las restricciones de viajes y sociales por el coronavirus. Ya no había vuelos para regresar pero tampoco conciertos para hacer. Instituciones y organizaciones alemanas se han tenido que ocupar de la alargada estadía de los músicos de entre 17 y 37 años de edad: el servicio de intercambio exterior, el DAAD; la promotora de eventos culturales Berliner Festspiele; el Goethe Institut; la Fundación de Música de Siemens y el Centro de Artes Europeo Hellerau. "Desde el lado alemán hay un compromiso real y una preocupación en torno a nuestro caso que lamentablemente no se ha mostrado en absoluto desde la parte boliviana", dice Carlos Gutiérrez. Después de dos meses de estar ahí, al momento de esta entrevista, ya había nostalgia por su país y algo de aburrimiento. Pero cada día se reúnen para tocar sus instrumentos y dos veces a la semana para hacer conciertos... para ellos mismos. Con los instrumentos nativos, la orquesta tenía que mostrar en Alemania el rescate de la música y de las tradiciones musicales indígenas. "La orquesta es un conjunto artístico, por supuesto, pero esencialmente es una propuesta política, debido a que nosotros trabajamos con las tradiciones indígenas", comenta Carlos Gutiérrez. El viaje todavía no se acaba y cuando tengan la posibilidad de regresar, si todavía es en tiempos del corona, tendrán que entrar en cuarentena en Bolivia y pagar los hoteles donde tendrán que estar hospedados obligatoriamente.