¿Anticipa el nombre del presidente la afiliación del próximo canciller alemán?
6 de mayo de 2009En marzo de 1969, Gustav Heinemann se convirtió en el primer socialdemócrata al que se le encomendaba la tarea de asumir la presidencia de la República Federal Alemana. Medio año después, por primera vez un canciller, Willy Brandt, salía de las filas del Partido Socialdemócrata (SPD). Hasta el día de hoy, el nombramiento de Heinemann conserva el carácter de prueba sobre todo lo que puede interpretarse en la elección presidencial germana.
Tras 20 años en los que se habían sucedido cancilleres democratacristianos (CDU) y otros 10 de jefes de Estado puestos bien por los mismos conservadores, bien por los liberales (FDP), la designación de Heinemann demostró que la tendencia al cambio flotaba en el aire.
En sus discursos, Heinemann sacó a relucir los temas con los que más tarde haría campaña Willy Brandt: “atreverse a ampliar la democracia” y no temerle a la “distensión”, es decir, al entendimiento con los países vecinos del Este. “El diálogo con todas las partes para asegurar el establecimiento de una paz duradera en Europa es necesario y debe iniciarse”, dijo Heinemann en su discurso de investidura. Para que pudiera proceder a este intercambio, los alemanes le concederían a Brandt su nuevo mandato.
Un cambio predecible
Sin embargo, pese a la tendencia que la elección de Heinemann hiciera patente, este nombramiento no fue el propiciador del cambio, sino el resultado del mismo. Ya antes los liberales habían iniciado el alejamiento de sus tradicionales socios cristianodemócratas y emprendido el acercamiento al SPD. Mientras que en Bonn, la antigua capital de la RFA, CDU, FDP y SPD gobernaban formando una “gran coalición”, en el amplio Estado federado de Renania del Norte-Westfalia los liberales abandonaban el Ejecutivo regional para aliarse con los socialdemócratas.
En la Asamblea Federal de Alemania, el organismo que designa al presidente de la república, los votos del FDP fueron entonces para Gustav Heinemann y, cuando Brandt llegó al poder, el liberal Walter Scheel, quien en 1974 se convertiría igualmente en presidente, fue su vicecanciller y ministro de Exteriores.
Fracaso al segundo intento
Los democratacristianos, que habían tomado buena nota de la maniobra, intentaron una jugada similar en 1979. Después de que la victoria en los comicios de 1976 se les escapara por los pelos y tras varias elecciones regionales ganadas, la CDU y su socia CSU (Unión Cristianosocial) contaban con mayoría en la Asamblea Federal y pudieron así colocar sin problemas a Karl Carstens en la cúpula del Estado.
Pero ha esta designación no le siguió el cambio de Gobierno esperado por los conservadores. En 1980 y con el FDP de su parte, el socialdemócrata Helmut Schmidt pudo defender soberanamente su cargo de canciller.
A pesar de todo, el nombramiento de Carstens acabaría recibiendo significado político: en 1982, los liberales rompieron su compromiso con el SPD y acompañaron al cristianodemócrata Helmut Kohl hasta la cancillería. En una controvertida decisión, Carstens cumplió con los deseos de Kohl y convocó elecciones anticipadas. De este modo, el conservador pudo comenzar su mandato con una legislatura completa por delante, y acabó 16 años en el poder.
Éxito a medias con Köhler
En 2004, un cambio en el cargo de presidente se anticipó a uno en el de canciller. Mientras que el socialdemócrata Gerhard Schröder gobernaba en Berlín con el apoyo de los verdes, la oposición se impuso en la Asamblea Federal y sentó a su candidato, Horst Köhler, en la presidencia. El golpe fue duro para los ya de por sí debilitados SPD y ecologistas: un año después, ambos partidos se despedían del gobierno.
Aún así, en esta ocasión las cosas no salieron como con Heinemann. CDU/CSU y FDP, que esperaban poder unirse en un nuevo Ejecutivo, no lograron votos suficientes para formar una mayoría: Angela Merkel tuvo que aceptar entrar en una coalición con los socialdemócratas para poder ser nombrada canciller. Los liberales tuvieron que pasar con los Verdes a ocupar los bancos de la oposición.
Escepticismo ante las interpretaciones
Esta vez, la elección del presidente alemán aparece especialmente cerca, sólo cuatro meses antes, de los comicios parlamentarios. Por eso se especula más que en otras ocasiones sobre su significado. Sin embargo, reina el escepticismo. Dos semanas después se elige el Parlamento Europeo y en este caso las urnas se consideran bastante impredecibles: después, la interpretación de las cosas puede ser una completamente distinta. Y, a tan sólo cuatro semanas de la gran cita electoral, los alemanes tendrán aún que decidir la composición de tres parlamentos regionales.
Sólo el cambio de bando de alguno de los partidos representados en la Asamblea Federal, como sucediera con en el nombramiento Heinemann, podría ser una señal con fuerza suficiente para mantener su efecto pronosticador hasta las próximas elecciones generales de septiembre. Sin embargo, nada apunta en esa dirección.
Autor: Peter Stützle
Editor: Claudia Herrera Pahl