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Alemania en "lucha de clases"

José Ospina Valencia28 de abril de 2005

El declarado Estado de Derecho y pionero de la economía social está en crisis de principios, si hemos de darle crédito al actual debate que acusa al gran empresariado de "frialdad social".

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Marx, Engels, Lenin y el socialdemócrata Münterfering.Imagen: AP/SO


En Alemania reina el capitalismo crudo. Esta es, por lo menos, la primera impresión de la actual polémica. Guardando empero las dimensiones, en Alemania no hay una lucha de clases sino un debate sobre si la conducta “capitalista” de los consorcios alemanes amenazan con romper la “paz social”, amén de la laboral.

Un debate sobre la erosión de la ética empresarial que ve en el trabajador una mera pieza “desechable” de la maquinaria laboral.

La avalancha la puso a rodar Franz Müntefering, jefe del Partido Socialdemócrata, el mismo del canciller alemán Gerhard Schröder, que acusa a las grandes empresas alemanas de haber perdido todo sentimiento de solidaridad y respeto con los trabajadores poniéndolos en la calle tan pronto los indicadores de bolsa tienden a la baja.

Franz Müntefering es “profeta” en tierra propia

Müntefering parece interpretar muy bien el sentimiento de muchos socialdemócratas y no pocos conservadores, preocupados por el derrumbe de las prestaciones sociales resultadas de la grave crisis fiscal en la Alemania de la post-reunificación. Pero la crisis económica alemana no es sólo de principios sino de estructuras.

“Al fin hay un político que se atreve a atacar la avaricia de los gerentes”, alaban algunos activistas de base, mientras otros critican que no se haya referido al hecho de que “la elite gerencial alemana tiene buena parte de la culpa en las mayúsculas bancarrotas de los últimos años, destruyendo así decenas de miles de plazas de trabajo”. La crítica, aunque no sea considerada por todos como plausible, sí es comprensible ante el descalabro de 5 millones de desempleados.

La lista de despropósitos financieros que atenta contra Alemania como país de negocios serios y aplomados es larga y dolorosa: desde las equivocadísimas y onerosas directrices del sector automotriz, hasta los azarosos timonazos de la política bancaria. Todo ello sumado a la viciada cohabitación con los sindicatos laborales, ha resultado en detrimento de los batallones de desempleados en Alemania. “Bien es sabido, que los empresarios no crean más plazas de trabajo cuando las prestaciones sociales de los ya contratados aumentan por ley natural”, comenta un socialdemócrata en campaña política en Renania del Norte Westfalia.

El trabajador como “pieza desechable”

La estabilidad política de la República Federal Alemana ha sido posible gracias a la convicción de la sociedad de que el Estado protege a los perdedores del mercado. Y entre las víctimas, no sólo se cuentan los trabajadores tratados como “piezas desechables”, sino también aquellos afectados de los errores gerenciales que han arruinado empresas completas.

La amargura de la socialdemocracia alemana por los “desagradecimientos del capitalismo”, proviene de una concepción del Estado en donde “la propiedad obliga al compromiso social”. La igualdad de oportunidades y la justicia social son logros legendarios de los socialdemócratas y, a su vez, la desaparición de la fuerza protectora del Estado es su problema, por no decir su dilema.

Ningún otro gobierno alemán, desde la fundación de la república federal, ha recortado tan tajante y consecuentemente las prestaciones sociales del Estado como el presente de coalición socialdemócrata y verde, bajo Gerhard Schröder: desde el “ablandamiento” del seguro de pensiones, hasta el llamado Plan Hartz IV que limita, severamente, el pago de seguros de desempleo, pasando por las millonarias concesiones de impuestos a la gran industria que, al fin de cuentas, atrajeron inversiones récord en los últimos 3 años. Para los inversionistas 5 millones de “parados” no son ningún problema, sino, al parecer, resultado de una exitosa modernización de la economía.

¿Adiós a la solidaridad social?

Así que las preocupaciones por la paz social, pasan a ser cosa exclusiva del Estado. Y esa es la paz que garantiza un marco propicio para los negocios que hacen de Alemania un país, económicamente, más atractivo. Económica, más no humanamente. La creencia de que “el mercado” es el derrotero único que casi desdeña la seguridad estatal, la educación, la salud y las arcas en orden, tiene rasgos de idea “antidemócrata”. Y es aquí donde, por lo menos, a nivel intelectual, podría estallar una “lucha de clases” en donde se cuestione el compromiso nacional de las elites financieras. ¿Olvidaron éstas acaso que el éxito de Alemania como país industrializado y “nación cultural” se le debe, precisamente, al pacto social?.