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Una libro dramático

DW-WORLD / jb23 de abril de 2007

En el Día Mundial del Libro se publica en Alemania un relato del turco-alemán Murat Kurnaz sobre sus cinco años en campos estadounidenses de detenidos en Afganistán y Guantánamo.

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Murat Kurnaz: un relato espeluznante.Imagen: AP

Hay libros que no son fáciles de soportar. El de Murat Kurnaz es uno de ellos. Hoy, 23 de abril, Día Mundial del Libro, ha salido a la venta en Alemania.

Kurnaz, turco-alemán, relata en él sus cinco años detenido por las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán y Guantánamo. Si bien muchas prácticas inhumanas en campos de detenidos norteamericanos son conocidas, entre otras cosas por propias investigaciones e informes estadounidenses, la descripción que hace Kurnaz de la brutalidad cotidiana y el desborde de violencia en un área donde conscientemente no rige derecho alguno es espeluznante.

Detenidos son mantenidos en jaulas y expuestos a frío o calor extremos, hasta el borde de la sofocación. Médicos militares se interesan luego de días de tortura de un detenido sobre todo por si éste puede soportar más tormentos.

Guantanamo Häftlinge beim Gebet
Detenidos en Guantánamo: extraterritorialidad y extralegalidad.Imagen: AP

Policías militares golpean arbitrariamente a detenidos, guardias salivan en la comida o profanan el Corán. Y Kurnaz también acusa a los médicos de haber mutilado conscientemente a presos. “De ninguna manera quería pasar por la estación sanitaria”, dice Kurnaz, “porque quería conservar mis dientes, dedos y piernas”.

Piernas amputadas

Kurnaz relata de otro detenido, de Arabia Saudita, al que los médicos le amputaron las piernas después de habérselas congelado. “Los muñones supuraban y también en las manos tenía marcas de congelamiento”, dice Kurnaz, “y cuando intentaba agarrarse del tejido para hacer sus necesidades en un balde, un guardia le golpeaba las manos desde afuera”.

La historia de Kurnaz es conocida en toda Alemania a más tardar desde que declaró ante una comisión investigadora del Bundestag (Parlamento federal): a los 19 años de edad, el turco que creció en Bremen voló en septiembre de 2001 a Pakistán, poco después de los atentados del 11-9. Allí fue detenido por fuerzas pakistaníes y vendido a los norteamericanos, que lo llevaron primera a Afganistán y luego a Guantánamo.

No fue sino en el verano de 2006 cuando recuperó su libertad, luego de una intervención de la canciller federal alemana Angela Merkel ante el presidente George W. Bush.


Una extralegalidad deseada

Lo que Kurnaz escribe sobre sus motivos para viajar a Pakistán pocas semanas después del 11-9 es, sin embargo, poco claro y no despeja del todo la duda de si entonces no había querido realmente unirse a los talibanes en Afganistán. Justamente cuando la guerra se veía en el horizonte, se traslada al país vecino, en búsqueda de inspiración religiosa, dice.


Pero para juzgar las atrocidades que describe, ese punto ciego en su biografía no tiene importancia: nadie, tampoco ningún sospechoso de ser terrorista, puede ser tratado de la forma en que Kurnaz describe su martirio. Si todo es cierto o no es naturalmente difícil de verificar, por la propia extraterritorialidad y extralegalidad por definición de los campos de detenidos. Pero ello así es deseado por las fuerzas armadas norteamericanas.

Sólo un pensamiento deja en el lector algo de esperanza: fueron organizaciones y abogados norteamericanos los que se ocuparon de su caso y un juzgado estadounidense el que le reconoció el derecho a un juicio regular. Y fueron políticos norteamericanos, amén de la presión internacional, los que se opusieron con éxito a las prácticas en Guantánamo y obligaron a George W. Bush a hacer concesiones.