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Nuevo Acuerdo de Paz en Colombia: todos cedieron

José Ospina-Valencia
14 de noviembre de 2016

El Gobierno y las FARC anunciaron un Nuevo Acuerdo de Paz que aclara, precisa e incluye sugerencias del No tras el fallido plebiscito. Mientras unos celebran el nuevo texto, otros lo consideran un retroceso.

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Víctimas del conflicto armado en Colombia reaccionan con lágrimas de alegría al anunción del Nuevo Acuerdo de Paz. Aquí en la Plaza de Bolívar de Bogotá.
Víctimas del conflicto armado en Colombia reaccionan con lágrimas de alegría al anuncio del Nuevo Acuerdo de Paz, en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Imagen: picture-alliance/dpa/L. Munoz

"Esta es una buena señal porque demuestra que - en situaciones tan difíciles -  con voluntad de paz se impone la razón y ahora los cambios permitirán que más ciudadanos se identifiquen con el Nuevo Acuerdo”, dice a DW la politóloga Sabine Kurtenbach, investigadora del Instituto alemán de Estudios Latinoamericanos (GIGA), con sede en Hamburgo.

El Nuevo Acuerdo refleja, sobre todo, "el compromiso de las FARC con la paz, pues cedió en varios puntos más de lo esperado”, dicen por su parte Juanita León y Juan Lewin en La Silla Vacia, uno de los portales de análisis más serios de Colombia. "Logramos precisiones, ajustes y cambios en 56 de los 57 temas abordados”, dijo el presidente Juan Manuel Santos este fin de semana. 

El único punto "intocable”, aunque ahora mejor explicado, es el de la participación política de un eventual partido surgido de las FARC: "Muy sencillo. Para un grupo político armado, la razón principal para dejar las armas es la perspectiva de hacer política con la fuerza de los argumentos, fundando un partido y participando en el debate público”, dice a DW Carlos Lozano Guillén, jurista y director del Periódico Voz, y uno de los facilitadores del actual proceso de paz en los dos años de acercamientos secretos entre las partes. Así, algunos exguerrilleros podrán ser candidatos a elecciones populares cuando hayan aclarado su situación jurídica.

Ejemplos buenos, ejemplos malos

El proceso con las Farc no es una excepción. En 1990, en el acuerdo con la exguerrilla urbana M-19, sus líderes salieron directamente de la mesa de negociación a participar en elecciones. Hoy, varios de esos mismos líderes han sido reconocidos por su labor, como Antonio Navarro Wolff. En El Salvador los guerrilleros fueron congresistas desde la elección siguiente a la firma de los acuerdos. En Irlanda del Norte, "exterroristas" entraron a cogobernar desde la firma del Acuerdo.

En Colombia, aunque la Constitución del 91 le daba la posibilidad al presidente de nombrar a dedo a exguerrilleros en el Congreso, eso ni siquiera se contempló en el primer acuerdo. Al contrario, los exguerrilleros tendrán que someterse a elecciones populares. Los ajustes, según La Silla Vacía, "apuntan a tranquilizar a los sectores que votaron por el No”.

Aún así, sectores de la izquierda en Colombia consideran que el Nuevo Acuerdo es un "paso atrás”, como lo expresa Carlos Lozano. "Un retroceso obligado por el resultado adverso del plebiscito, pero que hay que aceptar en bien de la paz”, agrega este analista que ha acompañado todos los procesos de paz de las últimas décadas en Colombia.

Para Lozano el "retroceso” en el Nuevo Acuerdo radica en "la eliminación de la institucionalidad que deja dicho tratado en una situación frágil”. El primer Acuerdo pasaba a ser parte de la Constitución como mecanismo de "blindaje” a posibles incumplimientos por parte de futuros gobernantes. En Colombia habrá elecciones parlamentarias y presidenciales en 2017 y ya las campañas empiezan a prender motores. El temor es que el Acuerdo de Paz pueda sea convertido por oportunistas en botín de la contienda electoral.

Otro de los "pasos atrás” del Nuevo Acuerdo es que, de acuerdo a Lozano, "se debilita la garantía de no repetición de los crímenes. ¿Qué va a pasar si algunas fuerzas del Estado no respetan la integridad de los exguerrilleros?”. Lozano no ve ahora garantías confiables de que se vaya a respetar el derecho a hacer oposición.

Reservadas esperanzas

Su preocupación no sale de la nada. En la década de los ochenta, grupos paramilitares y de narcotraficantes, con la ayuda de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, mataron a 2 candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y más de 3.500 militantes – sin contar a un  sinnúmero de desaparecidos del partido Unión Patriótica (UP), surgido de exguerrilleros de las FARC y el ELN. Crímenes por los que Colombia fue condenado internacionalmente y que Santos reconoció como un exterminio colectivo "agenciado por el Estado”. Hoy, la Unión Patriótica ha recuperado su jurisdicción como partido.

Ahora, confía Sabine Kurtenbach, "será decisivo que los críticos del primer acuerdo acepten que no todo podía ser incluido en el texto final porque se trata de reconocer que hay que lograr un consenso mínimo en donde el uno no se puede imponer sobre el otro”.

Pero Carlos Lozano no guarda muchas esperanzas de que el Nuevo Acuerdo sea aceptado unánimemente, porque "ni el senador Álvaro Uribe ni el exprocurador Alejandro Ordoñez quieren la paz, porque lo que les sirve es la guerra”. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y como ha quedado de nuevo comprobado, en Gran Bretaña, Estados Unidos y Colombia, hoy parece ser más fácil ganar votos con el miedo que con argumentos.