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Crónica de una cumbre maltrecha

21 de diciembre de 2009

Desaliento, incertidumbre y desconfianza en la clase política son algunos de los sentimientos que dejó la cumbre sobre cambios climáticos de Copenhague tras su clausura. Eso queda reflejado en la prensa europea del día.

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Activistas de Greenpeace en Copenhague.Imagen: AP

Libération, de París: “En un delirio de incompetencia diplomática y ceguera, las grandes naciones torpedearon el acuerdo vinculante a escala mundial que esperábamos, quizás ingenuamente, de Copenhague. Ahora la ecología internacional sabe dónde concentrar sus esfuerzos: en Estados Unidos y en China. Después vienen las naciones que tienen un poco más de consciencia medioambiental, sobre todo en Europa. Éstas no deben permitirse esperar a que se llegue a un acuerdo en todo el planeta. Al contrario, hoy tienen que dar el ejemplo con hechos. Si la Unión Europea tomara las medidas necesarias de manera unilateral podría ubicarse a la cabeza del movimiento ecologista. De esa forma podría superarse paso a paso el fiasco de Copenhague”.

Las negociaciones continúan

De Volkskrant, Países Bajos: “Los cambios climáticos son un problema internacional por excelencia. De ahí que luzca inevitable que todos los países se vean involucrados en las negociaciones al respecto. Al mismo tiempo, parece una tarea imposible poner de acuerdo a 192 Estados de distintos tamaños y con intereses tan disímiles. Y sin embargo hay una luz al final del túnel: todos los participantes de la cumbre saben que las negociaciones continúan. Y es de suponer que estas negociaciones serán escrutadas por la opinión pública, los grupos activistas y las organizaciones no gubernamentales con una mirada aún más crítica que antes de la cumbre de Copenhague. En todo caso, una cosa sí se logró: que el clima no desaparezca de la agenda del día”.

Razones para el pesimismo

En Koblenz, Alemania, el Rhein-Zeitung: “Aún cuando oradores astutos se han esforzado en mirar hacia delante (‘un primer paso pequeño por un camino muy largo'), no es de esperarse que la próxima cumbre sobre el cambio climático sea más exitosa. Dentro de un año se darán cita en México los mismos participantes de esta cumbre y seguirán persiguiendo objetivos que poco tienen que ver con salvar al mundo y mucho que ver con egoísmo. Los países ricos quieren defender sus prebendas, los países emergentes quieren crecer más rápidamente y los países no industrializados –que representan la mayoría de las naciones– quieren obtener 100 mil millones de euros al año”.

Con el agua al cuello

En Turingia, Alemania, el Thüringer Allgemeine: “En Copenhague, el mundo ha dejado en la estacada a todos aquellos que ya tienen el agua hasta el cuello. Toda la esperanza puesta en la última jornada, en la dinámica que una cumbre como la de Copenhague podía generar, se invirtió en vano. Por más que quisiera, Barack Obama no cambió nada. La canciller Angela Merkel dice que no debemos hablar tan mal de la cumbre. Al fin y al cabo, según el balance de esta optimista de profesión, el mundo entero ha reconocido por fin que la temperatura global no debe aumentar en más de dos grados. Sin embargo, lo que estos dos grados pueden hacerle al planeta azul en su aparente inocuidad no lo sabe a ciencia cierta científico alguno”.

La última oportunidad

En Frankfurt, Alemania, el Frankfurter Rundschau: “No tiene sentido dejar que el circo de la cumbre de las Naciones Unidas sobre cambios climáticos siga de gira. La única oportunidad que queda debe ser aprovechada por los países que más contribuyen al calentamiento global, ellos deben convertirse en pioneros. Sin condiciones. En conjunto, quince países son responsables por cerca del 80 por ciento de las emisiones de anhídrido carbónico en el mundo. Todos explicaron en Copenhague lo importante que la protección del clima es para ellos. Ahora, los políticos de estos países deben convertir lo dicho en hechos. Y los electores deben controlar a estos políticos. Y retirarles el mandato si no cumplen con lo prometido”.

Editor: Enrique López