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Un rayo de esperanza en Oriente Próximo

Peter Philipp - traducción LBM10 de agosto de 2006

Peter Philipp, autor de estas líneas, es periodista y experto en Oriente Próximo de la Deutsche Welle.

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Así no se trata a los amigos. No hace mucho que el primer ministro israelí, Ehud Olmert, calificó a Alemania como el mejor amigo de su país y animaba a los alemanes a implicarse militarmente en Líbano. Y cuando Frank-Walter Steinmeier [ministro alemán de Exteriores] acudió a Israel con la intención de discutir las posibles soluciones políticas al conflicto, Olmert lo dejó plantado ante la puerta cerrada tras la que su gobierno aprobaba el pasado miércoles una ampliación de la ofensiva israelí en el sur de Líbano.

Incluso Estados Unidos- seguramente el verdadero "amigo", uno mucho más grande, de Israel- se vio sorprendido por la decisión del ejecutivo israelí. A nivel internacional, la posibilidad de, en un futuro próximo, llegar a un acuerdo para el sur de Líbano aparecía de pronto mermada: según los militares israelíes, la gran ofensiva podría llegar a durar hasta 30 días, puesto que la infantería israelí quiere barrer el terreno hasta Litani y expulsar de la zona a Hezbolá.

El jueves por la mañana amanece con la noticia de que la ofensiva ha sido aplazada. Se le quiere dar una oportunidad a la diplomacia. El Cercano Oriente sigue siendo buen lugar para las sorpresas. Incluso para las positivas.

Sería muy optimista pensar que un aplazamiento de la ofensiva es igual a su abandono, y que la diplomacia realmente está capacitada para resolver el problema que se esconde tras este conflicto. Demasiado optimista es, al mismo tiempo, la esperanza de que el ministro de Exteriores alemán haya logrado aportar algo significativo a la decisión israelí de retrasar el ataque por tierra. Más allá de las amistades sólo una señal de Washington podría haber tenido tal efecto. En Estados Unidos es donde Israel ha encontrado hasta ahora apoyo incondicional, aunque también allí se haya empezado a reconocer que la guerra debe acabar para no dañar aún más la imagen de Estados Unidos en el mundo árabe y no añadir más dificultades políticas.

Alemania juega más que nada un papel de estadista. Las partes necesitan ayuda política concreta y seguramente, también militar. Alemania sólo puede ofrecer ayuda política de forma limitada, y militar, por lo menos hasta ahora, no ha querido brindar: no sólo por el pasado alemán y por la relación especial con Israel, sino porque el envío de soldados alemanes a la peligrosa región de Líbano es claramente impopular entre la población.

La visita de Steinmeier hubiera sido un completo fracaso si las partes no hubiesen variado sus posturas. Pero en Beirut, el gobierno, del que también forman parte miembros de Hezbolá, aceptó enviar tropas regulares al sur del país. Y en Jerusalén se acordó más tarde, al menos no demasiado tarde, la postergación de la recién aprobada ofensiva. Un pequeño rayo de esperanza brilla, pero puede volver a apagarse en cualquier momento.