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Un club muy selecto

23 de abril de 2003

Aún no acaba de secarse la tinta sobre los certificados de integración de los nuevos miembros de la Unión Europea y ya se alzan las voces que demandan la integración en la unión monetaria.

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Todos quieren, pero no todos pueden.Imagen: EZB

Nadie duda que la integración a la unión monetaria sea una consecuencia lógica de la incorporación a la Unión Europea. Sin embargo se equivoca quien cree que el asumir el euro como moneda nacional es un paso automático. Requerirá de cierto tiempo antes de que las nuevas naciones de la Unión Europea puedan asumir al euro como su moneda nacional, si no se quiere poner en peligro la fortaleza de la moneda europea.

El capital vive de la confianza que se pone en su firmeza, y ésta debe ser conquistada. La base de partida no es el poderío económico de un país, sino el principio fundamental de la estabilidad y no basta con proclamar este principio. Sólo cuando una política económica y monetaria orientada al equilibrio se practica de forma creíble y exitosa por un periodo prolongado de tiempo, se genera la confianza necesaria entre los consumidores e inversores nacionales y en los mercados internacionales de divisas. Los actuales miembros de la zona euro y los guardianes de la estabilidad del Banco Central Europeo no permitirán que ingresen en su selecto círculo naciones caracterizadas por una política monetaria desequilibrada.

Un camino muy largo

Para poder ser miembro de la unión monetaria, los diversos países deben contar con un desarrollo económico semejante. La estabilidad de precios, tasas de interés estables, un déficit presupuestario nivelado y un endeudamiento moderado, semejante al resto de las naciones ya integradas, es requisito para integrarse a la zona euro. De lo contrario no sería posible mantener un banco central conjunto y mucho menos una política monetaria única.

Los nuevos miembros de la Unión Europea deberán, después de que entre en vigor oficialmente su ingreso en mayo del año entrante, calificarse de forma separada para ingresar al club del euro. Deben poder presentar convergencias exitosas. Esto le resultará mucho más fácil a las repúblicas bálticas que al resto de los países que enfrentan enormes deudas estatales como por ejemplo Hungría, Polonia y la República Checa. Si estas naciones optan por imponerse un corsé para poder cumplir con los requisitos del pacto de estabilidad, corren el peligro de ahogar su crecimiento económico. En pocas palabras perderían más de lo que ganarían asumiendo el euro.

Primero bienestar después el euro

Los nuevos miembros de la Unión Europea no deben, sin embargo, perder de vista al euro, pues la meta de ingresar en la Unión Europea no es sólo afianzar la realidad democrática recientemente conquistada, sino la adquisición del nivel de bienestar que rige en Europa Occidental. El euro es, lo mismo que antes el marco alemán, el objeto de deseo. La gran estabilidad monetaria es garante del éxito del euro. Los nuevos miembros de la Unión Europea quieren al euro y lo obtendrán, pero no a tan corto plazo. La forma más fácil de que la zona euro también se extienda a estas naciones, es que logren una alta medida de convergencia en los criterios del pacto de estabilidad y en lo posible también del nivel de bienestar real.