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Refugiados: ¿mano de obra a 1,05 euros por hora?

Greta Hamann / Evan Romero-Castillo27 de julio de 2013

Por muy buena que sea la intención, remunerar un trabajo con 1,05 euros por hora no es una medida integradora, sostiene un activista de la ONG ProAsyl al criticar un proyecto laboral de la ciudad de Schwäbisch Gmünd.

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Imagen: picture-alliance/dpa

La pequeña ciudad alemana de Schwäbisch Gmünd, ubicada a 50 kilómetros de Stuttgart, nunca había recibido tanta atención como ahora. Desde que la prensa se enteró de que a un grupo de refugiados se le estaba pagando 1,05 euros por hora para que cargara las maletas de los viajeros en la estación central de trenes, las redes sociales, la sección de comentarios de los periódicos online y la dirección electrónica del ayuntamiento se han llenado de mensajes en los que se acusa al alcalde de la localidad de incurrir en prácticas neocolonialistas.

Richard Arnold, alcalde de Schwäbisch Gmünd, insiste en que su intención era buena: matar dos pájaros de una sola pedrada. Como la estación central de trenes está siendo remodelada, los viajeros se ven obligados a subir y bajar una escalera de metal provisoria para llegar a los andenes; una misión engorrosa para algunos e imposible para los portadores de equipaje voluminoso. A Arnold se le ocurrió preguntarle a los refugiados que viven en el asilo más cercano, si les interesaría cargar maletas por una suma de 1,05 euros por hora.

Esa es la tarifa fijada por la ley que regula las actividades productivas a las cuales pueden dedicarse los solicitantes de asilo. Diez de los consultados aceptaron la propuesta inmediatamente y Arnold pidió a los viajeros que fueran generosos con las propinas. Pero, desde el primer momento, el proyecto estaba destinado a fracasar. Un diario local publicó un artículo sobre esta iniciativa y fotos en donde el alcalde, de camisa blanca y cara aún más pálida, colocaba sombreros de paja sobre las cabezas negras de los nuevos maleteros.

“Nosotros no éramos ningunos esclavos”

“La verdad es que lo de los sombreros de paja no ha debido ser”, confiesa arrepentido el alcalde de Schwäbisch Gmünd en entrevista con Deutsche Welle, consciente de los añejos estereotipos racistas que esas imágenes conjuraban. “Pero mi propósito era que nuestros refugiados sintieran que pertenecen a esta ciudad”, enfatiza Arnold, recordando haberle dicho a estos hombres de Afganistán, Pakistán y distintos países africanos, que su actividad en la estación de trenes les permitiría estar ocupados y entrar en contacto con los lugareños.

Bernd Mesovic, activista de la organización de derechos humanos Pro Asyl.
Bernd Mesovic, activista de la organización de derechos humanos Pro Asyl.Imagen: Pro Asyl

Poco después de que el proyecto despertara la indignación de media Alemania, Deutsche Bahn –la empresa nacional ferroviaria– se distanció de la iniciativa. “Es apenas ahora cuando la compañía obtuvo información sobre las condiciones de trabajo concretas”, alegó la firma en un comunicado. En el debate que ha surgido en torno a este episodio se suele citar a los propios refugiados y argumentar que ellos estaban contentos de trabajar bajo las circunstancias descritas. Eso les permitía salir de la asfixiante rutina del asilo en el que viven.

Uno de ellos, Christopher Igbinomwanhia, dijo a un reportero del diario Süddeutsche Zeitung: “Deutsche Bahn ha debido preguntarnos. A nosotros no nos importaba el dinero. Nosotros no éramos ningunos esclavos; nosotros hacíamos lo que hacíamos por gusto. Al final, se nos ha robado una gran oportunidad”. Deepak Singh, un ciudadano indio que llegó como refugiado a Alemania hace algunos años, trabaja como jardinero y estudia de noche para terminar el bachillerato, dijo a DW que le preocupa el tono de la discusión sobre este caso.

“Esa tarifa no era una medida integradora”

Singh teme que, en el futuro, la gente dispuesta a ayudar a los refugiados de una u otra manera se abstenga de hacerlo por temor a que sus gestos sean malinterpretados por la opinión pública. Bernd Mesovic, activista de la organización de derechos humanos Pro Asyl, entiende la posición de Singh, pero no la comparte. El lema de Mesovic parece ser: la compasión sola no basta; para ayudar hay que informarse. Las leyes germanas le prohíben trabajar a todo aquel que solicite asilo en Alemania por un lapso de nueve meses.

“Nadie es ilegal”, se lee en el telón que está detrás de estos solicitantes de asilo. La imagen fue tomada durante la huelga hambre de unos refugiados en Múnich.
“Nadie es ilegal”, se lee en el telón que está detrás de estos solicitantes de asilo. La imagen fue tomada durante la huelga hambre de unos refugiados en Múnich.Imagen: picture-alliance/dpa

De ahí que las labores realizadas por Deepak Singh o los maleteros de Schwäbisch Gmünd no puedan ser remuneradas con más de 1,05 euros por hora. Mesovic subraya que, si se quiere ayudar realmente a los refugiados en Alemania, se debe demandar contundentemente la anulación de esta ley. No solamente porque se trate de una norma discriminatoria, explica el activista de ProAsyl, sino porque en todo ese tiempo que a los refugiados se les condena a no hacer nada, la sociedad alemana está desaprovechando recursos valiosos.

“La vida humana no se deja estacionar y apagar como un automóvil”, señala Mesovic. Su recomendación: el Estado alemán debe ofrecerle verdaderas medidas de integración a los solicitantes de asilo que no los ponga en riesgo de perder sus calificaciones. Y Mesovic es categórico cuando dice que, por muy buenas que sean las intenciones, trabajar por 1,05 euros por hora no es una medida integradora. “Condiciones equitativas implica que todos los que realizan el mismo tipo de trabajo deben recibir la misma remuneración”, apunta Mesovic.

Autores: Greta Hamann / Evan Romero-Castillo

Editora: Rosa Muñoz Lima