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¿Por qué no existe una vacuna contra el SIDA?

4 de diciembre de 2010

El desarrollo de una vacuna contra el SIDA ha estado acompañado de muchas esperanzas, pero también de grandes decepciones. La razón: hay varios tipos del virus.

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Se le dio nombre en 1982, y sigue propagándose.Imagen: picture-alliance/dpa

Desde el descubrimiento del virus del SIDA en 1982, investigadores tratan en todo el mundo de desarrollar una vacuna que lo prevenga. Ningún otro virus ha sido analizado tan intensamente. 28 años después, los científicos siguen sin lograr éxitos significativos. Pero no se dan por vencidos.

El desarrollar de una vacuna contra el SIDA es una tarea que ha ido hasta ahora acompañada por esperanzas y fracasos. La razón está en la naturaleza del virus, que cambia continuamente su estructura y composición genética, explica Gerd Fätkenheuer, especialista en infecciones de la Clínica Universitaria de Colonia, en el noroeste de Alemania.

Esta característica del SIDA dificulta al sistema inmunológico defenderse y atacar al virus directamente. Los anticuerpos no logran impedir su propagación por el organismo y sirven en todo caso “sólo como un indicador de la infección”, dice Fätkenheuer.

En laboratorio han conseguido los investigadores desarrollar anticuerpos artificiales, mejores que los naturales, que protegen contra numerosos tipos de virus del SIDA y hasta impiden que éste infiltre las células y las infecte. Sin embargo, no está claro que esas moléculas puedan ser efectivas fuera de la experimentación.

¿Cómo reconocer células infectadas?

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Varias son las vacunas probadas y estudiadas, pocos los resultados positivos en la lucha contra el SIDA.Imagen: picture alliance/Bildagentur-online

Otro enfoque en los estudios contra el SIDA es “enseñarle” al sistema inmunológico cómo se ven células infectadas con el virus para que pueda reconocerlas y eliminarlas. Una vacuna de ese tipo no podría evitar los contagios, pero por lo menos ayudar al cuerpo a controlar la infección, indica Fätkenheuer.

“Necesitamos células inmunitarias en condiciones de reconocer por sí solas el virus. El problema principal de una infección con VIH es que las mismas células inmunitarias son atacadas. Incluso puede decirse que son las células más importantes del sistema inmunológico, las auxiliares- aquellas que dirigen la respuesta inmunitaria-, las agredidas”, añade el médico.

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El SIDA está dejando millones de huérfanos, sobre todo en países en desarrollo.Imagen: AP

Casi ninguna de las vacunas probadas hasta ahora en humanos ha resultado exitosa. Sólo se ha dado una excepción: en Tailandia, una vacuna combinada mostró una cierta eficacia protectora. Su objetivo era tanto estimular la producción de anticuerpos como mostrarle al sistema inmunológico el modo de reconocer células infectadas. Entre las personas a las que se les suministró hubo un 31% menos de contagios: un pequeño primer éxito tras una serie de fracasos.

No obstante, en torno a esta vacuna persiste problema: los investigadores siguen sin poder explicar por qué funcionó. Y tampoco las cifras son determinantes: una diferencia del 31% es muy pequeña, dice Fätkenhauer, y puede deberse a factores casuales que no fueron reconocidos por los científicos. El experimento tailandés va a volver a examinarse. Los investigadores esperan tener resultados concretos dentro de dos años.

Falta mucho para llegar

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Uno de cada dos europeos infectado no sabe que es portador el virus del SIDA.Imagen: AP

“El actual desafío es comprender el mecanismo y descubrir cómo controlar el virus”, describe Fätkenhauer. Y esa meta queda aún lejos. Quizás nunca se logre desarrollar una vacuna que sea eficaz, fiable y que proteja al 100% de un contagio. Sin embargo, hasta una con un grado de protección del 50 al 60% ya podría ayudar a frenar la propagación del SIDA.

No sólo de la vacuna vive la prevención. Los preservativos, los medicamentos existentes- ya que personas bajo tratamiento médico son menos contagiosas-, también sirven de estrategia contra el SIDA. El problema es, recuerda el profesor Jens Lundgren, de la Universidad de Kopenhagen, que incluso en la Europa rica y próspera uno de cada dos infectados no sabe que es VIH-positivo, es decir, no sabe que es un riesgo para su amante y para la sociedad.

Autor: Martin Winkelheide / Johanna Wollin
Editor: Luna Bolívar Manaut