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Opinión: el viajero peligroso

29 de mayo de 2017

En su primer viaje al extranjero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, menospreció a los aliados europeos y se mostró como un autócrata. Esto pone en duda la fiabilidad de EE. UU., dice Alexandra von Nahmen.

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USA Donald Trump (picture alliance/AP Photo/E. Vucci)
Imagen: picture alliance/AP Photo

Con su primer viaje oficial al extranjero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiso demostrar que su eslogan "América primero” es compatible con su papel de líder mundial. La coreografía del viaje fue planeada inteligentemente y organizada con semanas de antelación: desde Riad se dirigió directamente a Jerusalén, una ruta única, ya que no hay vuelos que vayan desde Arabia Saudita directamente a Israel. Desde allí se fue al Vaticano, y luego el viaje concluyó con sus amigos y socios en Bruselas y Taormina.

Este fue un viaje que le ofreció al presidente de Estados Unidos la oportunidad de brillar en el escenario mundial, como un estadista impresionante, inspirador y respetado. Pero sobre todo, como un estadista que persigue un objetivo: salvaguardar y defender los intereses del pueblo estadounidense. Esa fue la narrativa detrás del viaje, y los portavoces y asesores de Trump describían cada uno de los éxitos del mandatario de forma superlativa.

Fotos bonitas, pero sin sustancia

La amarga verdad es que hay muy poca sustancia detrás de tanta foto bonita. La Casa Blanca ha descuidado el darle sustento a las promesas e iniciativas del presidente con detalles concretos. ¿Cómo se pondrá en práctica la resolución de Riad sobre detener el financiamiento a los extremistas y sus partidarios? ¿Qué tan concreto es el plan para la paz en Medio Oriente?

von Nahmen Alexandra Kommentarbild App
Alexandra von Nahmen

Lo que es peor: el viaje nuevamente demostró qué tan fuerte defiende Trump una política exterior transaccional. Una política caracterizada por la rivalidad de intereses que siempre necesitan una renegociación. Esto tiene consecuencias peligrosas: en orden de persuadir a los gobernantes y Gobiernos de los países predominantemente musulmanes de unirse a su alianza en la lucha contra los extremistas, el presidente básicamente les dio libertad de gobernar sus países. Los derechos humanos, los derechos de la mujer y el fortalecimiento de la sociedad civil son temas que no se abordaron.

Jugando con fuego

Durante su viaje, con el fin de obtener el apoyo de Arabia Saudita e Israel, Trump atacó nuevamente a Irán. Sus amenazas significan básicamente que Estados Unidos renuncia al acuerdo nuclear alcanzado con Irán. La retórica de confrontación de Trump podría conducir a nuevos brotes de violencia entre chiíes y suníes en la región. El presidente de Estados Unidos juega con fuego, aunque las consecuencias a él parecen darle lo mismo.

Los aliados europeos de Estados Unidos vieron este espectáculo perplejos y horrorizados. Sus esperanzas de convencer a Trump en las conversaciones privadas de continuar con los valores compartidos y seguir con las iniciativas acordadas con su predecesor Barack Obama se evaporaron. Además, en Bruselas, el nuevo presidente de Estados Unidos desairó a muchos aliados de la OTAN con su grosera crítica respecto a los gastos de defensa, y todo eso en una ceremonia que la Alianza pretendía presentar como un momento histórico.

Acuerdos ad-hoc en lugar de viejas alianzas

Que el presidente de Estados Unidos torpedeó las conversaciones en la cumbre del G7 en Taormina, y en muchos temas se mantuvo firme, muestra la verdadera tragedia y el peligro de su presidencia: "América primero” puede significar formar nuevos acuerdos ad-hoc, y al mismo tiempo intimidar a viejos e históricos aliados. La fiabilidad de Estados Unidos está en juego. Esto es lo que queda del primer viaje de Trump en el extranjero.

Autora: Alexandra von Nahmen. (MN/FEW)