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Opinión: El moretón de Viena

Karla Engelhard12 de octubre de 2015

La ultraderecha ya era fuerte en Austria. Las tensiones por la llegada de masas de inmigrantes sólo la robustecieron. Sin embargo, los vieneses parecen temerle más al FPÖ que a los refugiados, dice Karla Engelhard.

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En la imagen, el socialdemócrata Michael Häupl, alcalde de Viena.
En la imagen, el socialdemócrata Michael Häupl, alcalde de Viena.Imagen: picture-alliance/APA/H. Neubauer

Ni la “Revolución de Octubre” ni el “milagro azul” prometidos por el partido de ultraderecha austríaco FPÖ tuvieron lugar. Lo más cercano al color de la formación liderada por Heinz Christian Strache fue el moretón que le quedó a los socialdemócratas del SPÖ, a pesar de haber ganado los comicios municipales este domingo (11.10.2015). Y es que, aunque el alcalde de Viena, Michael Häupl, obtuvo más del 39 por ciento de los votos, su partido perdió respaldo. Lo admitan o no, la extrema derecha sigue pisándoles los talones.

Este desenlace electoral –que es probablemente un anticipo de lo que se verá en otras capitales europeas– no puede tranquilizar a nadie. En la primera votación celebrada tras la llegada de masas de refugiados al bloque comunitario, los resultados fueron demasiado parejos como para hablar de una clara victoria de la clase política ilustrada. Viena está en el ojo del huracán. En las últimas cuatro semanas, unos 300.000 refugiados pasaron por Austria; nadie puede decir a ciencia cierta cuántos fueron. En su mayoría iban camino a Alemania.

A principios de julio de 2015, Viena llegó a acoger a hasta 105.000 personas que huían de circunstancias muy duras. En términos relativos, Austria se ocupó de más refugiados en ese momento que la propia Alemania. Pero eso ya es historia. En todo caso, desde entonces, la tensión social que ha generado el arribo masivo de refugiados ha sido aprovechada por los extremistas de derecha en toda Europa. También en Viena, con todo y que esta ciudad ha sido gobernada desde hace décadas por los socialdemócratas.

Karla Engelhard, comentarista de Deutsche Welle.
Karla Engelhard, comentarista de Deutsche Welle.Imagen: picture-alliance/dpa/H. Galuschka

Viena ha sido la vidriera para exhibir los logros de las políticas sociales de los socialdemócratas. En los rankings internacionales sobre calidad de vida, esta ciudad aparece constantemente en primer lugar. Aún así, cabe decir que la ultraderecha austríaca ya era fuerte en Viena. Y ella sabe ahora cómo puede consolidarse: el FPÖ ya no intentará ganar puntos con un discurso islamófobo o racista, sino apelando a una “preocupación realista”, susceptible de ser instrumentalizada de maneras muy diversas.

La suya será ahora la xenofobia del “sí, pero…”, que usualmente se manifiesta en frases como: “Yo no tengo problema en expresar compasión por los verdaderos refugiados, pero esta ola migratoria no vamos a poder procesarla. Y quien crea lo contrario o es muy ingenuo o es una canciller alemana”.

Con ese tipo de palabras, el FPÖ –sin perder su esencia xenófoba– le habla a los segmentos de la sociedad austríaca que se creen tolerantes e ilustrados. Sondeos recientes sugieren que la cuestión de los solicitantes de asilo le causa miedo o disgusto al 80 por ciento de los austríacos. El objeto de la rabia es, ante todo, la élite política del país. El FPÖ luce, en cambio, como la fuerza política que libera a los ciudadanos de sus preocupaciones.

Si los partidos establecidos intentan ser más de derecha que el FPÖ, cediendo a ataques de pánico, exigiendo el endurecimiento de las leyes que regulan el asilo y la migración o clamando por el restablecimiento de los controles fronterizos, los insatisfechos terminarán votando por la ultraderecha original: el FPÖ. Eso queda claro cuando se analiza el marcado crecimiento de su base electoral en tres comicios regionales. Los socialdemócratas del SPÖ tuvieron suerte en Viena, porque, aunque los vieneses quieren cambios, le tienen más miedo al FPÖ que a los refugiados.

En un Estado social con altos estándares de vida como el austríaco y en una de las ciudades más amables del mundo, una cosa es segura: quien mucho tiene, tiene mucho que perder. Esta vez, Viena salió de un aprieto con un moretón y nada más.