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Mano dura no basta

Bernd Riegert (JC)16 de diciembre de 2015

La Comisión Europea no va a poder implementar su plan de protección de las fronteras exteriores de la UE. Debería concentrarse en lo que es factible, dice Bernd Riegert.

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Imagen: Getty Images/AFP/R. Gomolj

La Comisión Europea (CE) pretende financiar generosamente a la actual agencia de protección de fronteras, que hasta ahora asesoraba de forma voluntaria a los Estados miembros, para que se convierta en una guardia fronteriza y costera independiente. Se planea que la nueva autoridad cuente con 1.000 funcionarios, un presupuesto de unos 300 millones de euros y una brigada de intervención rápida de por lo menos 1.500 efectivos. Las experiencias negativas sufridas en las laxas fronteras griegas, asi como en las italianas, han obligado al presidente de la CE, Jean Claude Juncker, a poner en marcha políticas más decididas. La Comisión tiene la intención de centralizar las competencias en Bruselas y arrebatar parte de su soberanía a los Estados.

Eso es algo muy espinoso, ya que los controles fronterizos son competencias soberanas centrales. La resistencia que va a encontrar será considerable. Muchos Gobiernos, de Varsovia a Atenas, pasando por Praga y Bratislava, críticos con las instituciones europeas, no van a dejar que la Comisión Europea se entrometa de esa forma en su soberanía. A pesar de que los jefes de Estado y de Gobierno encomendaron oficialmente a Juncker la tarea de mejorar la protección de las fronteras de la UE, es probable que la mayoría de ellos no esperase que Juncker fuese a proponer una fuerza bajo legislación europea. Por eso, es poco probable que pueda reunir el apoyo que necesita de los Estados miembros.

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El redactor de DW, Bernd Riegert.

Sin responder queda además la pregunta: ¿de qué deben protegern los guardacostas? ¿Estarán ahí para devolver a Turquía y a Libia a los refugiados que intenten llegar a Europa en barco a través del Mediterráneo? ¿Para alejarlos en vez de rescatarlos?

Llevará años

Aún hay muchos problemas prácticos. Hasta el momento, la Comisión Europea no ha hecho ni siquiera un recuento de cuántos guardias fronterizos y cuántos barcos patrullan en los Estados miembros. Cada país necesita su propio análisis de riesgos así como un plan de contingencia.

Requerirá, y eso lo saben los expertos, de enormes dosis de trabajo y esfuerzo construir una autoridad europea eficaz e independiente. Con optimismo, la Comisión Europea se ha puesto como objetivo el año 2020. Ante este dato, está claro que los nuevos guardias encargados de proteger las fronteras exteriores de la UE poco podrán hacer en la actual crisis de refugiados. Está previsto, sin embargo, que intervengan en futuras crisis. Una de las posibles acciones que ocupa a los miembros de la CE es el movimiento de refugiados en Ucrania, que podría desatarse si el conflicto con Rusia se intensifica.

La clave es Grecia

La crisis de refugiados actual sólo se pudo controlar en el momento en que la CE obligó a Grecia a reforzar y organizar los controles fronterizos y, al menos, registrar de forma ordenada a los refugiados. Ese tipo de acciones puede llevarse a cabo sin una nueva guardia europea, pero presupueso voluntad política por parte de Atenas. Hasta el momento, la coalición izquierda-derecha radical griega se ha hecho de rogar tanto como los gobiernos que la precedieron. Poco a poco, despacio, modifican sus posturas. Los fondos de ayuda europeos destinados a apoyar a Grecia en el control de sus fronteras están ayudando, por mucho que el ministro grieo competente se lamente, de manera intolerable, que se está dejando solos a los griegos. Desgraciadamente, el miembro política y económicamente más débil de la Unión Europea está situado en la asediada frontera sudoriental del continente.

Mientras las fronteras exteriores sigan siendo porosas, cada vez más países reintroducirán los controles en la zona Schengen, hasta ahora de libre circulación. Aunque relajar las exigencias de Schengen resulte incómodo, no supone el fin de la Unión Europea. Lo que sin embargo sí provocaría una parálisis es que la Comisión Europea y los Estados miembro se enzarzasen en una larga discusión acerca de las competencias y la soberanía.