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Deseo y realidad en la relación transatlántica

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Felix Steiner
31 de mayo de 2017

El discurso de Angela Merkel del domingo ha provocado eco mundial. ¿Está llegando a su fin la era transatlántica? Es muy pronto para tal juicio. Además, Europa no está adecuadamente preparada, opina Felix Steiner.

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Italien G7 - Angela Merkel und Donald Trump
Imagen: picture-alliance/ZUMAPRESS/C. Minelli

¿Quien lo hubiera pensado? En el momento de supuesta mayor debilidad, Merkel y la Unión Europea (UE) vuelven vigorizados al campo de juego.

Hace cuatro meses, parecía que la canciller cristianodemócrata alemana, Angela Merkel, podía perder las elecciones de septiembre. Entonces, Alemania había sido golpeada por el revuelo y la expectativa del retador socialdemócrata Martin Schulz.

Sin embargo, el revuelo desapareció tan rápido como había llegado. En vez de ver el ascenso de Schulz, el electorado alemán fue testigo de una experimentada Merkel como jefa de Gobierno en las cumbres del G7, la OTAN y la UE. Ahora, su discurso en una tienda bávara de cerveza ha dado lugar, de repente, a una reflexión global sobre cambios de paradigma en la relación transatlántica. Como si Dios se hubiera revelado personalmente.

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Europa está de vuelta

Por el lado de la UE, el "brexit", hace exactamente un año, arañó brutalmente la confianza comunitaria. Y esto después de que el euro y la crisis de refugiados hubieran revelado las profundas divisiones entre los miembros del norte y del sur, así como del este y del oeste. Pero ahora, semanas después de que un joven carismático fuera elegido presidente de Francia, Europa está de vuelta.

"Nosotros, los europeos, debemos tomar realmente nuestra suerte en nuestras propias manos", dijo la canciller en una tienda bávara de cerveza en Múnich. Algo que ciertamente no habría dicho, ahora a pocos meses de las elecciones, si no estuviera segura de que tales ideas sientan bien en el electorado alemán. ¿O acaso los alemanes se complacen más en un puro efecto anti-Trump que en uno pro-Europa, si todos aplauden con entusiasmo en este punto?

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Lo decisivo es saber qué significa realmente "tomar el destino en nuestras propias manos"; aquí le hace falta a la canciller una explicación, aunque esta pueda resultar difícil.

¿Acaso cree Merkel que Europa puede defenderse sola de una agresión militar? ¿Europa, que desde el comienzo de la crisis de refugiados ha afirmado repetidamente que ni siquiera puede proteger sus propias fronteras contra personas desarmadas y que exigen un procedimiento de entrada adecuado con documentos válidos?

Lo mismo rige con el terrorismo: en los últimos meses, dondequiera que se descubrieron en Europa planes de terrorismo o de ataque, la información se recogió, en primera línea, de fuentes de inteligencia de Estados Unidos. No es casualidad que, después del discurso de Merkel, el ministro del Interior, Thomas de Maizière, se apresurara a asegurar que la cooperación con los servicios de los Estados Unidos es profesional y al más alto nivel, independientemente del presidente.

La independencia cuesta dinero

Está claro que si Europa quisiera reemplazar todas estas facultades y llegar a ser verdaderamente autosuficiente, tendría que gastar mucho más dinero que el dos por ciento del PIB que la OTAN ha exigido durante años. Esto sería para casi todos –incluyendo Alemania– algo extremadamente difícil. E incluso si estuviesen preparados para hacer este esfuerzo, la construcción de un cambio así llevaría años, si no décadas.

Finalmente, ¿qué aprendemos de todo esto? El enfado por Donald Trump se siente en Europa. Y sí: con este sentimiento de enfado se pueden ganar votos.

Los que deben estar desconcertados son los que creen o saben que la política se compone de simbolismos, como el de aquel discurso de "yo soy un berlinés" de John F. Kennedy, o el de la genuflexión de Willy Brandt en Varsovia. Símbolos que en retrospectiva toman significado y terminan constituyendo una época.

Así, si la alienación entre Europa y Estados Unidos continúa creciendo en el futuro, podría suceder que el discurso en la tienda bávara de cerveza de Múnich se convierta en un hito histórico. Y si en el futuro un mayor esfuerzo para la cooperación europea en las áreas de seguridad y fuerzas armadas va de la mano, entonces, con más razón aún.