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Opinión: Ivanka hace lo que quiere

8 de julio de 2017

Donald Trump tiene una relación particular con las mujeres, especialmente con su hija Ivanka, que en la cumbre del G20 pudo jugar a ser presidenta. Insólito, opina Bernd Riegert.

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G-20 in Hamburg, Ivanka Trump
Imagen: Reuters/M. Kappeler

Al parecer, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, entendió algo mal en la cumbre del G20. EE. UU. y otros países de los Veinte celebran anualmente el día de "lleve a su hija al trabajo", pero eso no se refería a lo ocurrido este sábado 8 de julio en Hamburgo. En medio de los jefes de Estado y de Gobierno que participan en el encuentro, apareció repentinamente Ivanka Trump para reemplazar a su padre y, de hecho, tomó asiento muy tranquilamente en la mesa de negociaciones.

Papi tenía algo mejor que hacer y mandó a su hija favorita, que no lidera ninguna oficina en Washington, a ocupar su lugar simplemente porque es "algo maravilloso". Eso declaró Donald Trump cuando la bochornosa situación se conoció públicamente, en especial porque Ivanka tuvo la ocasión incluso de balbucear un par de frases en una discusión del Banco Mundial.

Se trataba de la promoción de las mujeres como empresarias. Seguramente Trump pensó que podría servir para promocionar a su propia hija y por eso le dejó su puesto. Los otros líderes presentes en el lugar perfectamente pudieron sentirse engañados. La canciller Merkel ahora podría tener la idea de enviar a su marido, el profesor Sauer, como reemplazante en las cumbres.

¿Y por qué no el hijo del premier canadiense, Justin Trudeau, quien de seguro sería un buen negociador? Aunque Hadrian tiene apenas tres años, él podría sentarse solito allí y, como Ivanka, no diría nada. Las consultas de los diplomáticos al personal de protocolo reveló que, de hecho, los jefes de Estado y de Gobierno pueden nombrar a cualquier persona como sus reemplazantes en estos encuentros.

Que Donald Trump no hiciera la vista gorda ante esta metida de pata, sino que reaccionara como lo hizo, es muy llamativo. Todo esto muestra claramente qué normas internacionales respeta la empresa familiar Trump, a la que también pertenece el asesor del presidente y marido de Ivanka, Jared Kushner: ninguna. Una parte de la familia (dos hijos del presidente) lleva las riendas del dinero de papi en sus propias empresas, mientras la otra parte intenta gobernar. Ivanka sigue vendiendo moda. De todo esto los gobernantes de segunda clase de Asia Central o África algo podrían aprender.

Esta familia hace de Estados Unidos algo insólito. Pero eso no molesta a nadie en el narcisista clan Trump, al menos no al jefe. Que la no precisamente intelectual esposa del mandatario llegara de forma sorpresiva al encuentro de Donald Trump con Vladimir Putin, para llevar a Donald a un concierto, es solo un asunto menor dentro de todo esto.

Autor: Bernd Riegert (DZC/VT)