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El problema Al Asad

Kersten Knipp (JAG/VT)30 de noviembre de 2015

Desde los atentados de París, el presidente sirio, Bashar al Asad, trata de presentarse como posible socio de Occidente para combatir al Estado Islámico. Pero más que parte de la solución, parece ser parte del problema.

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Imagen: picture alliance/dpa/Syrian Arab News Agency

Fue una declaración muy rápida: “No habrá un futuro con Asad, pero parte de las tropas sirias se podrían utilizar”, decía la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, a la prensa este domingo. Ante la indignación en las filas de la oposición por una posible intervención al lado de Asad, el portavoz de Defensa, Jens Flosdorff, tuvo que reafirmar otra vez este lunes la postura del Gobierno alemán: “No habrá cooperación ni con Asad ni con tropas bajo su mando”, aclaró.

“Los borraremos del mapa”

Pero… ¿cómo debería ser entonces la relación con Bashar al Asad? Desde el comienzo de la guerra civil siria, el presidente sirio se encomendó a los países occidentales como posible socio en la lucha contra el terrorismo yihadista. Tras los atentados de París del 13 de noviembre, volvió a presentarse: “Hace tres años avisamos de lo que podía pasar en Europa”, aclaró a la emisora Europe 1: “desgraciadamente no nos escucharon. No sirve hacer únicamente declaraciones contra el terrorismo. Hay que combatirlo”, afirmó el jefe de Gobierno sirio.

Ursula von der Leyen en Berlín.
Ursula von der Leyen en Berlín.Imagen: picture-alliance/dpa/B. von Jutrczenka

La opinión de Occidente es bastante similar. “Los borraremos del mapa, los mataremos”, citaba el diario francés Le Monde a un asesor del presidente Francois Hollande. No se escatimarán los medios, decía otra fuente en el periódico a principios de noviembre, pocos días antes de los atentados de París.

Desde entonces, la presión para combatir el terrorismo es aun mayor y Hollande intenta desde hace dos semanas formar una coalición contra el Estado Islámico (EI). Pero aunque Damasco se muestre dispuesto, el mayor problema es el propio Bashar Al Asad. Francia no quiere colaborar con él ni siquiera después de los atentados. Y aunque sería imaginable una cooperación militar, Asad tendría que entregar el mando de su ejército, aclaraba el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, a la emisora France Inter. Bajo el mando de Asad sería imposible.

El veneno de Asad

Aunque Alemania haya aprobado una partida de apoyo aéreo y 1.200 soldados, la visión del Gobierno federal es similar a la de los franceses. La pregunta sobre si se puede ganar la batalla contra el EI sin el apoyo de Asad continúa abierta. “Las únicas tropas terrestres capaces serían las del Gobierno sirio”, aclaraba en el diario Handelsblatt Wolfgang Ischinger, ex diplomático y director de la Conferencia de Seguridad de Múnich. .

Luto por los atentados de París.
Luto por los atentados de París.Imagen: Getty Images/AFP/M. Medina

Pero para eso, habría que lidiar con Asad. Y él viene cargado de veneno, comentaba el diario Frankfurter Allgemeine en relación a la teoría de Ischinger. Dejó actuar al Estado Islámico a sus anchas porque también luchaban contra los opositores al régimen. Además, para el Gobierno sirio el Estado Islámico es un mal menor y una cooperación con Asad pondría en alerta a la oposición que lucha contra el presidente sirio hace más de cuatro años. Si Occidente cooperara con Asad, se crearía miles de enemigos, continuaba el FAZ.

Riesgos incalculables

Una cooperación con el régimen sería, además, impensable por los incalculables riesgos que conlleva. El dirigente sirio es el mejor socio de Rusia en Siria y ninguno de los dos países muestra respeto por la población civil. Por lo menos, así lo demostraron los ataques aéreos rusos a las posiciones yihadistas en la provincia de Idlib y el uso de bombas de barril por parte de las tropas de Asad. Con esta actitud, se arriesga a conseguir un objetivo muy distinto al de combatir el Estado Islámico, provocando que muchos civiles se echen a los brazos de la causa yihadista.

En este contexto, una cooperación con Asad no solo sería para Occidente una cuestión moral, sino también una cuestión estratégica. Si el régimen se presenta como un Gobierno que no respeta al pueblo, su fama se extenderá por la región más allá de la frontera siria. Entonces, Occidente volvería a presentarse como socio de un dictador criminal ante un amplio sector de la opinión pública árabe.