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El lenguaje de Berlín

Enrique López Magallón26 de enero de 2007

México y Alemania podrían comenzar una nueva etapa de cooperación, cuyo primer paso sería la visita del presidente Calderón a la capital germana. Hay más acciones bilaterales concertadas entre ambos gobiernos.

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Desde que asumió la presidencia de México, en diciembre pasado, Felipe Calderón Hinojosa ha asumido un estilo discreto de gobernar que contrasta con la explosiva situación social previa a su toma de poder. Esa misma cualidad exhibió su rápida visita a Alemania y, sin embargo, los mensajes bilaterales entre este país y México implican un marcado cambio de rumbo.

Desencuentros pasados

El propósito, manifiesto durante la visita, fue aprovechar las afinidades y los "principios comunes" entre ambos gobiernos para relanzar una relación que fue descuidada durante el gobierno de Vicente Fox. En esos seis años, Alemania no logró el apoyo de México para su candidatura a ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, cosa que sí sucedió con Brasil. Este hecho fue resentido en tierras alemanas, y prácticamente ignorado por el poco diplomático gobierno del anterior presidente mexicano.

Asimismo, la excesiva concentración de la política exterior en la relación con Estados Unidos provocó que México perdiera importantes espacios de presencia en Europa. Por ello, el primer propósito de la visita de Calderón fue resanar la herida; traer de nuevo a México al foco de atención de la política exterior alemana. La intención, al parecer, fue correspondida.

Nueva cooperación

En Berlín, la canciller alemana no sólo dedicó grandes elogios a la relación bilateral sino que, en el lenguaje incontrovertible de las acciones, invitó a Calderón a participar en una cumbre ampliada del Grupo de los Ocho, y anunció la próxima visita del ministro alemán de Asuntos Exteriores a México, en abril próximo.

Ahí será expedida una declaración destinada a "intensificar la cooperación ", según se dio a conocer en círculos oficiales. Tras el corto viaje, pues, las condiciones parecen dadas para que comience una nueva etapa bilateral.

Por supuesto, en la visita surgió el tema de los derechos humanos. Todo ello fue tratado de manera oficial entre Calderón y el presidente alemán, Horst Köhler, y acentuado por las previsibles manifestaciones en las que participaron no más de 20 personas.

Pero si fue suspendida una alocución pública de Calderón no fue por "razones de seguridad" propiamente dicha, sino de imagen concertada: ni Calderón viajó a Alemania para debatir problemas internos, ni fue recibido en la capital alemana para endilgarle reproches.

El punto fundamental del reencuentro germano-mexicano, al que ninguno de los dos gobiernos permitió vías de escape, fue el especial énfasis en los intereses políticos y comerciales comunes. Alemania es el mayor exportador europeo a México, con un volumen cercano a los seis mil millones de euros. México, por su parte, puede recobrar su posición como importante aliado de Alemania en materia de política comercial y exterior. Ése es el lenguaje que se habló en Berlín, entre Calderón y Merkel. Lo demás, por esta ocasión, se quedó en la banqueta.