Adiós, Szymborska
3 de febrero de 2012“Murió mientras dormía”, dijo su secretario, Michal Rusinek. Silenciosamente, tal y como se desarrolló su carrera hasta que las campanadas del Premio Nobel repicaron su nombre en 1996. Desde entonces, para su sorpresa, no dejaba de atender llamadas, cartas, entrevistas… Ella esperaba que ese ruido incesante callara en algún momento, pero no fue así. A su pesar, se había convertido en una celebridad cultural.
Carrera vinculada a las vicisitudes de Polonia
Nacida en 1923 cerca de la ciudad de Poznan, Szymborska estudió Literatura y Sociología en Cracovia, a la que quedó vinculada durante toda su vida. Tras la Segunda Guerra Mundial, se afilió al Partido Comunista. Su primera poesía está imbuida del realismo social que imperaba en aquel momento en la Europa del este.
En los años 50, comenzó el pensamiento crítico, la disidencia. De 1957 data su poemario Llamada al Yeti, en el que comparaba a Stalin con el Abominable Hombre de las Nieves. Finalmente se dio de baja del partido en 1966 y acabó abominando de sus poemas políticos, recogidos en libros como Por eso vivimos y La sal.
Un estilo único
Su discurso de recogida del Nobel fue uno de los más cortos que se recuerdan en la historia del premio. La comisión que le otorgó el galardón la describió como “Mozart de la poesía”, pero ella no era precisamente amante de los términos grandilocuentes. Más bien al contrario. Su estilo es reconocible por la utilización de fábulas, anécdotas y extendidas metáforas, con frecuencia salpicadas de ironía y humor negro.
Fumadora empedernida –su muerte se debe a un cáncer de pulmón-, Rusinek, su secretario, aseguró que, hasta sus últimos días, y siempre cuando la salud se lo permitía, Szymborska se dedicaba a trabajar en nuevos poemas. No deja, sin embargo, una obra extensa. Cuando se le preguntó por lo escaso de su producción, respondió sencillamente: “Tengo una papelera en casa”.
“Una pérdida irreparable”
Sus poemas resultaron inspiradores para otros artistas. Uno de ellos, “Amor a primera vista”, sugirió al director de cine polaco Krzysztof Kieslowski el inicio de su película “Rojo”, la primera de la célebre trilogía llamada Tres colores: azul, blanco y rojo.
Szymborska ejerció también la crítica literaria y tradujo poesía francesa. Vaclav Havel, el dramaturgo y expresidente de Checoslovaquia, la describió como una "dama muy agradable, decente y modesta". Por su parte, el ministro de Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, calificó su muerte como "una pérdida irreparable para la cultura polaca".
Autora: María Santacecilia
Editora: Emilia Rojas