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Un refugio en Shanghai

Mathias Bölinger26 de enero de 2013

A finales de los años 30, miles de judíos de Alemania y Austria intentaban escapar de los horrores del nazismo. Cada vez había menos lugares donde encontrar refugio. Shanghai, sin embargo, mantenía sus puertas abiertas.

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Imagen: DW/M. Bölinger

Los países europeos vecinos habían impuesto bloqueos de facto a la inmigración. EE.UU. había limitado la cuota de entrada a 25.000 personas al año. Otras naciones de inmigrantes como Australia o Nueva Zelanda ya apenas admitían refugiados. Para los judíos del Tercer Reich, que entonces incluía también a Austria, la emigración se había vuelto casi imposible.

Uno de los últimos posibles destinos donde encontrar refugio era Shanghai, una ciudad tradicionalmente abierta. Tras las Guerras del Opio en el siglo XIX, algunas zonas de la ciudad quedaron bajo el control de potencias coloniales. Por un lado, estaba la Concesión Francesa, y por otro, el Asentamiento Internacional (International Settlement), fruto de la unión de los territorios arrendados a británicos y estadounidenses y administrado por hombres de negocio locales. La ciudad vivía del comercio y cualquier persona podía viajar y residir allí. Shanghai acogió también a disidentes políticos chinos. Allí se fundó el Partido Comunista de China en 1921. Tras la Revolución de Octubre, en la ciudad también se establecieron muchos rusos fieles al zar. Al mismo tiempo, Shanghai atrajo a aventureros y criminales de todo el mundo. El crimen organizado, el comercio de opio y la prostitución prosperaron de tal modo que un misionero estadounidense llegó a decir una vez: “Si Dios tolera a Shanghai, entonces debe una disculpa a Sodoma y Gomorra”. A finales de los años treinta, esta insólita metrópolis era el único lugar del mundo al que podían ir los refugiados judíos sin visado.

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En los estrechos callejones de Hongkou, la vida se desarrolla aún hoy fuera de las casas.Imagen: DW/M. Bölinger

No obstante, había un obstáculo: para recibir el permiso de salida, las autoridades alemanas exigían a los emigrantes un documento que confirmase que estaban autorizados a viajar al lugar de destino. Algunos consulados chinos expedían estos certificados. El cónsul chino en Viena, Ho Feng Shang, destacó particularmente por conceder este tipo de “visados” de forma masiva, con lo que salvó la vida de miles de judíos. Hasta el estallido de la guerra en 1939, pudieron huir a Shanghai entre 15.000 y 20.000 judíos alemanes y austríacos.

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Pase del gueto, expedido pocos meses antes del final de la guerra.Imagen: Privatarchiv Sonja Mühlberger

La gran mayoría de los refugiados judíos que llegaron a la ciudad habían sido despojados de sus bienes y se establecieron en el noreste de la zona internacional. Hongkou era entonces el barrio más pobre de la ciudad. En 1941, los japoneses se hicieron con el control de las zonas internacionales y, en 1943, decretaron que los refugiados judíos solo podían vivir en una zona concreta de Hongkou. A esta "Designated Area for Stateless Refugees" se la conoce a menudo como el "gueto" de Shanghai. La disposición no afectaba a todos los judíos de la ciudad, sino únicamente a los “sin patria”, es decir, a los judíos que habían huido de Europa. Contrariamente a lo que sucedía en los guetos europeos, los refugiados judíos establecidos en Hongkou convivían con personas de otras nacionalidades. Sin embargo, para poder salir del gueto, necesitaban un salvoconducto. Después de la guerra, volvieron a poder moverse libremente por la ciudad.

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Aún hoy, muchas viejas viviendas no tienen cocina propia.Imagen: DW/M. Bölinger

Después de 1945, la mayoría de los refugiados judíos emigraron a EE.UU., Palestina y Australia. Tan solo algunos centenares regresaron a Alemania.