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Turquía: Tenemos que dejarnos de juegos

Barbara Wesel
5 de septiembre de 2017

Las negociaciones de adhesión de Turquía fueron un gran error de la UE. Nacieron en una época en la que todavía había esperanza de poder democratizar a ciertos países. Esa esperanza ya no existe, opina Barbara Wesel.

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Sergey Elkin Karikatur Merkel EU-Türkeibeitritt

Con cada empeoramiento de la situación política en Turquía, se debaten de nuevo los pros y contras de las negociaciones de adhesión a la Unión Europea. Desde hace años, el presidente Erdogan ha seguido decididamente el camino hacia un régimen autócrata. Y todos lo sabemos. La única cuestión es si diplomáticamente será más prudente mantener las negociaciones o si llegó el momento de que la UE asuma las consecuencias del comportamiento provocativo del presidente turco.

Esperanzas de otra época

Cuando se iniciaron las negociaciones de adhesión con Turquía en 2005, la UE aún se encontraba en una época de esperanza e inocencia. Los socialdemócratas europeos que promovieron este proyecto en su momento estaban convencidos de que el proceso de adhesión podría tener un efecto de domesticación y democratización sobre el país.

Barbara Wesel Kommentarbild App *PROVISORISCH*
Barbara Wesel, Deutsche Welle, Bruselas

El debate se centró principalmente en la cuestión de si Turquía pertenecía geográficamente y políticamente a Europa. Sólo había aisladas dudas acerca de la sostenibilidad del desarrollo democrático del país y del entonces aún modernizador Recep Tayyip Erdogan. La resistencia por parte de los partidos conservadores, como los cristianodemócratas alemanes, se basaba principalmente en una aversión instintiva de incluir a un país con una población musulmana.

Las dudas fueron apropiadas en aquel momento. Quienquiera que escuchaba a Erdogan ya podía reconocer algunos puntos de vista arrogantes, según el lema: nosotros no nos unimos a la UE, sino la UE se unirá a Turquía. Y las motivaciones del entonces primer ministro británico, Tony Blair, como uno de los mayores defensores de Turquía se encontraban completamente en la tradición británica: obstruir la profundización política de la UE y promover su expansión sin límites para incorporar nuevos mercados. Y el canciller del SPD Gerhard Schröder no quería romper las promesas hechas por su predecesor, Helmut Kohl, a favor de una continuidad europea.

El sueño se acabó

La mirada hacia el pasado muestra que desde el principio hubo dudas sobre la capacidad de Turquía de unirse a la Unión Europea. Mientras tanto, el proyecto de esperanza de la UE ha fracasado rotundamente. Llegó el momento de despedirse de ese sueño.

Ciertamente existen argumentos en contra. La advertencia de no cerrar el canal de diálogo con Ankara por completo y también las esperanzas de la oposición tienen peso. Sin embargo: ¿cómo pueden los europeos ayudar a la oposición turca si sus propios ciudadanos son tomados como rehenes políticos? Un diálogo constructivo con Erdogan ya no es posible desde hace meses. Y la Unión Europea no fue capaz de impedir el proceso antidemocrático en los últimos años.

Tendencias antidemocráticas en la propia UE

Por lo tanto es hora de despedirse de las ilusiones de que todavía se podría influir de alguna manera para bien. Una mirada hacia Polonia muestra lo difícil que es dentro de la propia Unión Europea cuando un Estado empieza a desmontar su propia democracia. Una continuación de la pelea con Turquía que regularmente acaba en insultos y abusos no tiene sentido. Ahora le toca a la UE mantener su orgullo y defender sus valores. De lo contrario, la prudencia política se convierte en debilidad.

Además, las amenazas de Ankara no son muy peligrosas. Turquía permanecerá en la OTAN porque le faltan otras opciones geopolíticas. Y el acuerdo sobre los refugiados ya es casi obsoleto. La afluencia de sirios e iraquíes ha disminuido y los migrantes del Lejano Oriente ahora también son conscientes de que quedarán atrapados en los campamentos de Grecia.

La clave está en la economía

Hay todo tipo de posibilidades para los europeos para mostrarle a Erdogan la tarjeta roja. El siguiente paso sería la suspensión formal de las negociaciones de adhesión en la cumbre de la UE en octubre. Esto también congelaría la ayuda a la preadhesión que asciende a 9 mil millones de euros hasta 2020. Además existe la posibilidad de bloquear garantías de créditos, así como de emitir nuevas advertencias de viaje. Y ya no vale la pena hablar de una expansión de la unión aduanera.

Los representantes de la economía turca que sufrirán bajo esas medidas deberán por sus propios esfuerzos intentar de frenar a su sultán y su política autocrática. Pero Europa no puede mantener su papel de socio político durante una ola de limpieza política y subsiguientes procesos de tipo estalinista en Turquía. Es hora de admitir que el sueño de una posible adhesión de Turquía a la UE ha fracasado. Por lo menos mientras el gobernante en Ankara se llame Recep Tayyip Erdogan.

Autora: Barabara Wesel (GG/VT)