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Sobre machismo y crueldad contra la mujer

Victoria Dannemann (VC)8 de marzo de 2015

Con más de 40 años de lucha incansable por los derechos humanos y de la mujer, la activista boliviana Julieta Montaño recibió el premio internacional Mujeres de Coraje que entrega la Secretaría de Estado de EE. UU.

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El premio fue concedido a 10 mujeres extraordinarias de todo el mundo. La única latinoamericana en esta ocasión es la activista boliviana Julieta Montaño.
El premio fue concedido a 10 mujeres extraordinarias de todo el mundo. La única latinoamericana en esta ocasión es la activista boliviana Julieta Montaño.Imagen: Oficina Juridica para la Mujer/Julieta Montano

Entre otras 10 mujeres del resto del mundo, es la única latinoamericana premiada este año y, a pesar de su extraordinario valor en tiempos de la dictadura y de su persistente trabajo por denunciar los atropellos contra la mujer, toma el reconocimiento con mucha humildad. La abogada Julieta Montaño, activista y fundadora de la Oficina Jurídica para la Mujer (OJM) se suma así a otras galardonadas latinoamericanas en años anteriores, como la periodista colombiana Jineth Bedoya Lima y la bloguera cubana Yoani Sánchez.

Desde Washington, donde recibió el reconocimiento de manos de la vicesecretaria de Estado, Heather Higginbottom, conversó con Deutsche Welle.

DW: ¿Qué sintió al saber que había sido nombrada una de las Mujeres de Coraje 2015?

Julieta Montaño: Para mí fue una sorpresa muy grande, pues no pensaba que podía ser acreedora de ningún premio. Lo que hago es una opción de vida que he tomado hace más de 40 años, que me parece que es algo cotidiano y no tiene nada de extraordinario. Además, no he tenido un trabajo cercano con instituciones del gobierno de Estados Unidos, de tal manera que me sorprendió muchísimo.

En lo personal, ¿cómo toma este reconocimiento?

Estoy muy contenta, como rebobinando todo lo que me ha impulsado hasta ahora a seguir adelante, recordando los momentos felices y los momentos dolorosos que me ha tocado vivir junto a las personas cuyos derechos han sido violados.

En ese rebobinar, ¿cuál es su evaluación?

En algunos aspectos estamos mejor, como el reconocimiento normativo y social de los derechos de las mujeres, pero me preocupa que no estamos dando el salto del discurso hacia la práctica cotidiana. En el mundo entero parecería que hubiera una especie de resurgimiento y exacerbación del patriarcado, y las formas de violencia que se van recreando contra las mujeres son cada vez más crueles, inclusive de organizaciones religiosas y políticas, como es el caso de Boko Haram o el Estado Islámico. Los hechos demuestran que la víctima preferida para dañar al enemigo somos las mujeres.

¿Cómo ve la situación de América Latina?

Todos los gobiernos tratan de ser políticamente correctos y mostrarse muy progresistas, pero no se atreven a poner en práctica todo aquello que dicen en sus discursos y leyes. Para empezar, las instituciones más débiles dentro de los Estados y las que menos presupuesto tienen son las encargadas de las políticas de género. No hay verdaderamente un deseo de que el 50 por ciento de la sociedad ejerza sus derechos plenos.

Usted ha mantenido sus críticas, independiente del gobierno de turno, ¿a qué se debe?

Mientras las organizaciones políticas están en la oposición y aspirando a tomar el gobierno, levantan banderas de derechos de la mujer, los indígenas, los niños y las personas con discapacidad, pero llegado el momento dejan de lado lo que parecía ser una prioridad. Soy una convencida de que quienes estamos en la defensa de los derechos humanos no podemos alinearnos con ningún gobierno, por mucho que en lo personal pueda tener uno simpatías, porque desde el lugar en que los gobiernos ejercen el poder, siempre van a ser proclives al desconocimiento y a la violación de los derechos de algún colectivo.

¿Cuáles son esos momentos dolorosos que hoy recuerda al mirar hacia atrás?

Los momentos más duros han sido los de las dictaduras, en que hemos sufrido el dolor de la muerte y la desaparición de compañeros y personas que uno conocía. La persecución política, la represión, el secuestro y sobre todo el comprobar cómo por una opción de una misma sufre la familia. Yo he estado estos días recordando mucho a mi madre que era la que, aparte de no entender nada de por qué yo estuve metida en esto, tenía que sufrir tanto al enterarse de que me habían detenido o me habían secuestrado con la bebé en brazos.

¿Como encontró la fuerza para sobreponerse y seguir luchando?

Pensaba si ése era el tipo de sociedad que quería para mis hijos y la respuesta que me daba era que no, que debía luchar junto a los miles de hombres y mujeres que estaban también sacrificando su bienestar, su vida, su salud y su libertad para cambiar las cosas. Eso me ayudó a sobreponerme al miedo o al deseo de dejar esto.

¿Y cuáles son los recuerdos más felices?

En primer lugar, la recuperación democrática del país, y hoy ver que mujeres que llegaron destrozadas a la institución en la que trabajo, después de un tiempo están alegres, con muchas ganas de vivir y superando los problemas que les estaban causando tanto dolor. También es una gran satisfacción cuando la justicia se hace eco de nuestras demandas para que, sin necesidad de presiones ni de influencias de ningún tipo, simplemente se reconozcan los derechos de las víctimas.

Desde la Oficina Jurídica para la Mujer, OJM, la abogada boliviana lucha por la igualdad femenina y el fin de la violencia contra las mujeres.
Desde la Oficina Jurídica para la Mujer, OJM, la abogada boliviana lucha por la igualdad femenina y el fin de la violencia contra las mujeres.Imagen: Oficina Juridica para la Mujer/Julieta Montano

¿Qué la impulsó a crear la Oficina Jurídica para la Mujer (OJM), que hoy dirige?

La fundamos en 1984 en una especie de rebeldía, porque después de haber luchado tanto para que volviera la democracia al país, la dictadura en los hogares seguía intacta y las mujeres seguían siendo víctimas, inclusive de quienes habían sido víctimas de la persecución política. El machismo no había cambiado ni siquiera con toda la persecución que hubo sobre muchos compañeros. Fundamos la OJM a objeto de empoderar a las mujeres para que puedan ejercer sus derechos y además representarlas en litigios cuando fuera necesario.

¿Ha disminuido ese clima de machismo y dictadura al interior del hogar?

Los datos nos dicen que es muy poco lo que se ha avanzado. Muchos son cambios de maquillaje, porque la verdad es que ahora no es tan brutalmente ostentado el machismo, por lo menos los hombres tienen un poquito de instrucción y quieren ser políticamente correctos, pero el camino todavía es muy largo, porque el machismo también se expresa de maneras muy disfrazadas. La realidad es cruda: Bolivia ocupa el primer lugar en violencia sexual y el segundo en violencia general contra la mujer a nivel de América Latina, según datos de la OMS y el PNUD.

¿A nivel de participación política, ve avances?

Ha sido duro conseguir la igualdad en la participación política. Muchas hemos alcanzado niveles de participación, pero otra vez el patriarcado es tramposo. Se reconocen los derechos de las mujeres a la participación, pero las organizaciones políticas, que son también núcleos de patriarcado, se cuidan de que las personas que van a ubicar en los cargos no sean contestatarias a ellos, de tal manera que llenan los cupos de sexo femenino, pero no de conciencia de género.

¿Qué desafíos se plantea hoy como defensora y líder femenina?

La meta es que los Estados asuman sus compromisos. Es preocupante la facilidad con que suscriben tratados y convenciones internacionales, planes de acción mundial o regional y, sin embargo, llegado el momento, hacen todo lo posible por no cumplir o cumplir simplemente aquello que no les suponga mayor compromiso económico o institucional. El desafío es que junto a organizaciones de mujeres del mundo entero presionemos a los gobiernos y los Estados, a objeto de que honren sus promesas con más de la mitad de la población mundial. Ya es momento de que nuestras necesidades pasen a ser necesidades atendibles, y no simplemente necesidades proclives a actos de beneficiencia o de concesión paternalista.

¿Cuáles son las mayores urgencias?

En primer lugar, es el tema de la violencia, que además se va diversificando de una manera espantosa. Hasta ahora se ha prestado mayor atención a la violencia doméstica o la violencia sexual, pero se suman otras formas que hay que considerar: laboral, institucional y violencia a través de las nuevas tecnologías, que están siendo muy bien utilizadas por las grandes redes de explotadores de prostitución de niñas y mujeres. Al mismo tiempo, hay que atender también todo lo que supone el compartir las tareas de cuidado, no solamente que tanto hombres y mujeres nos hagamos cargo, sino también junto con el Estado y la sociedad, pues es una obligación tripartita. Nos tenemos que responsabilizar juntos del cuidado de las generaciones futuras y de las que nos van dejando.