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¿Se puede llegar a romper España por Cataluña?

Luis García Casas
5 de octubre de 2017

El gobierno regional planea declarar por cuarta vez en la historia la independencia de Cataluña. ¿Qué supondría algo así para España?

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Spanien Barcelona Referendum über Unabhängigkeit - Referendums-Gegner
Imagen: Getty Images/D. Ramos

Históricamente, las fronteras cambian. No hay más que pasar las páginas de un atlas para comprobar en qué medida. Sin ir más lejos, esta semana celebrábamos los 27 años de la reunificación alemana. Pero las fronteras no son sólo una línea sobre un mapa: son muros, son barreras y, a veces, trincheras, heridas abiertas, familias rotas. Islandia se independizó de Dinamarca por carta, pero pocas veces esa página de la historia se escribe sin sangre.

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Una hipotética independencia de Cataluña "sería una cosa sin precedentes en la historia de España, el impacto psicológico sería enorme y, dejando al margen cuestiones sentimentales y de orgullo herido, sería realmente un cataclismo económico y administrativo", resume el periodista y escritor Miguel Anxo-Murado. La pérdida de Cuba en 1898 o la independencia de Portugal en el siglo XVII serían los precedentes más cercanos, pero no son buenos ejemplos, explica el autor, entre otros muchos ensayos, de 'La invención del pasado. Verdad y ficción en la historia de España'.

"Yo personalmente no deseo la independencia de Cataluña, lo veo con tristeza, soy de esos españoles que lo sentirá, teniendo respeto también por la voluntad de los catalanes", dice Murado. "El problema que le veo a la estrategia nacionalista es que ni siquiera tiene un apoyo mayoritario", concluye. El profesor emérito de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid, José Ignacio Cases, coincide con él en esta apreciación, aunque no considera posible ni viable una independencia efectiva de Cataluña, a pesar de que "sería la cuarta vez en la historia que se declarara".

Portada del libro de Anxo-Murado en la que se ve al filólogo e historiador Menéndez Pidal durante el rodaje de la película 'El Cid'
Portada del libro de Anxo-Murado en la que se ve al filólogo e historiador Menéndez Pidal durante el rodaje de la película 'El Cid'Imagen: Debate

"Desde que la coalición gobernante se hace con el poder, precipita las votaciones en el Parlamento Catalán porque, por casualidades de la ley electoral, que propicia una sobrerrepresentación de las zonas rurales, ha resultado que habiendo más votos en favor de la permanencia en España, el independentismo obtuvo más escaños", explica Cases esgrimiendo los últimos resultados electorales. Además, añade, los escaños decisivos para alcanzar esa mayoría los otorga un grupo antisistema que está imponiendo su agenda.

"Otra cosa distinta es que se tenga que aceptar que hay más de dos millones de personas favorables a la independencia, cifra que ha ido en aumento, además, durante los últimos años por, a lo mejor, políticas equivocadas del gobierno central", concede Cases, catalán nacido en Barcelona y con la mitad de su familia allí. "Pero es que dos millones sobre una población de siete no es ni siquiera una mayoría", protesta.

Para la socióloga Blanca Muñoz, el principal error del gobierno central ha sido no haber abordado el problema mucho antes. "Esto viene gestándose hace décadas: en Cataluña, donde he vivido varios años, cada vez había un rechazo más fuerte a España y a lo español", dice. Actualmente, explica, se están utilizando multitud de técnicas de manipulación, pero el terreno se lleva preparando hace décadas, con un sistema educativo catalán "que ha creado una juventud que ve como enemigos a los españoles".

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Muñoz enmarca el proceso en una ofensiva de las fuerzas internacionales de la globalización para "ir fraccionando Europa, dejándola cada vez más reducida a un conjunto de estados debilitados sin ninguna vinculación entre ellos". Y lamenta que "el problema va a ser cómo volver a una relación de normalidad". Un temor similar expresa Anxo-Murado: "la experiencia, incluso la propia [fue corresponsal durante la desintegración de Yugoslavia], es que cuando se llega a cierto punto no hay forma de volver atrás y, si se hace, es a través de tal cantidad de violencia que para un país democrático y occidental como España no sería aceptable".