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Protestas en Irán, ¿crepúsculo de la teocracia?

Matthias von Hein
4 de enero de 2018

Llegan a su segunda semana las protestas masivas en Irán. La situación se ha calmado luego de que el gobierno organizara sus propias movilizaciones. Los llamados a cambiar el régimen podrían ser contraproducentes.

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Proteste im Iran
Imagen: picture-alliance/dpa/Mek Network Inside Iran

Es un invierno marcado por la insatisfacción y la ira en Irán. Una población joven se rebela: está hastiada de promesas incumplidas, así como de proclamaciones políticas y religiosas. La política económica neoliberal que ha dejado a millones de personas en la pobreza, la rampante corrupción, la reacción ineficiente ante un terremoto, y catástrofes ecológicas como la baja en las reservas acuíferas, han preparado el terreno para una ola de protestas inflamadas por el alza en los precios del huevo. El masivo incremento se produjo tras el sacrificio masivo de gallinas a causa de un brote de gripe aviar. Fue la gota que derramó el vaso y lo que comenzó como una protesta local, se transformó en un movimiento de alcance nacional.

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Sin liderazgo ni agenda

¿Se trata de una revolución que podría terminar con el sistema teocrático de Irán? Cabe dudarlo. La fuerza del movimiento es también su debilidad: sin liderazgos claros y con una organización espontánea, el régimen aún es capaz de detener a quienes se perfilen como posibles líderes, robándole la cabeza a las protestas. Del mismo modo, el llamado a un mejoramiento de la situación social en el país no sigue una agenda clara, sino una serie de demandas contradictorias.

Matthias von Hein, periodista de DW
Matthias von Hein, periodista de DWImagen: DW/M. von Hein

Además, el oficialismo moviliza a sus propios simpatizantes, y en una cantidad no despreciable. Y sobre todo, tanto las milicias como el ejército, la policía y los servicios secretos tendrían aún mucho que perder si deciden sumarse a las protestas. Por último, las autoridades iraníes han demostrado en anteriores ocasiones que están dispuestas a sofocar protestas de manera sangrienta si es necesario. En los cerca de cuarenta años que lleva en el poder la teocracia iraní, cada década ha habido un gran movimiento de protesta. El más reciente fue el "movimiento verde" de 2009, que llevó a millones de personas a las calles, con una agenda y un liderazgo claros. Aquella protesta también fue reprimida de modo violento, lo cual quizá explica la cautela de los actuales manifestantes.

Grietas en el régimen

La inconformidad de hoy hace que queden en claro las grietas en el régimen. Las fuerzas más moderadas y los sectores de mano dura se disputan el poder y la influencia (no existen fuerzas realmente moderadas u orientadas a las reformas). Intentan instrumentalizar las protestas para debilitar al otro bando. También desean posicionarse de cara al relevo del envejecido líder supremo, Ali Jamenei.

Entonces, ¿cómo debe reaccionar la comunidad internacional ante las protestas en Irán? Está claro que los manifestantes se han ganado la solidaridad incondicional. Manifestarse y expresar de manera libre su opinión, es un derecho fundamental también en Irán. Es necesario ejercer presión sobre Teherán para obligar al régimen a respetar sus propias reglas.

Siguen las protestas en Irán

El presidente Hassan Rohaní ha insistido en que en Irán hay libertad de manifestar el descontento. Esta presión podría correr por los cauces de la economía. Debido al desolador estado de las finanzas nacionales, Irán necesita urgentemente inversión extranjera. Los consorcios de internet deberían comprometerse a abrir o crear plataformas para el libre intercambio de ideas.

El llamado abierto a un cambio de régimen, como lo demanda Estados Unidos, es en cambio contraproducente. Da a los conservadores argumentos para afirmar que las protestas son provocadas desde el exterior. Los llamados conciliadores del presidente Donald Trump hacia los iraníes no son vistos por éstos como algo digno de tomar en serio. Es más elocuente el veto migratorio promovido por el mandatario estadounidense. La medida afecta, entre otros, a ciudadanos iraníes, incluyendo a los refugiados políticos.

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