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Por fin: un carrito de metal color verde

31 de julio de 2013

Francisco Javier de Costa Rica tenía de niño solo un deseo de navidad: un carrito de metal. Pasaron siete navidades hasta que se cumplió su sueño. Fueron años largos, pero este juguete siempre quedará en su memoria.

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Imagen: Fotolia/Frog 974

Historia de mi infancia.

Nací durante una tarde muy soleada en San José de Costa Rica. En esos días (del año 1949) recién había terminado una pequeña guerra civil por disputas sobre el triunfador de las elecciones, y luego de tanto horror, como cuentan mis padres, el presidente Figueres disolvió el ejército para siempre, proclamando la paz como proyecto de vida. Nunca más armas ni ejército. Desde hace 63 años, el presupuesto ahorrado en armas y soldados financia la educación primaria y secundaria del país de manera gratuita, y alcanza al 98% de la población.

Una infancia en la naturaleza
En el contexto de esas circunstancias nací en San José, que parecía una gran finca, con calles de lastre y rodeada de cafetales. Unos cuantos postes de madera iluminaban las calles rurales. Solamente existían caseríos, ríos de aguas limpias y transparentes, con sus pececillos de colores, el ulular de los búhos… El canto de los yigüirros y los jilgueros nos despertaba cada mañana. Eran miles aves las que surcaban los cielos. No había rascacielos, autopistas, la población total ascendía a 600.000 habitantes por aquel entonces. Lo más hermoso, cuando tenía 5 años, era ir a los ríos y cazar vivos pececillos color arcoiris, coleccionar abejones, lagartijas, y trepar a los árboles de jocote, una fruta muy deliciosa y poco conocida en el resto del planeta.

El regalo deseado durante mucho tiempo
Obviamente, como niño, creía en San Nicolás, que traía los juguetes en Navidad. Cada diciembre le pedía me trajera un carrito de metal, pues era mi sueño. Recuerdo que pasaban las navidades y nunca san Nicolás me trajo el carrito hasta los siete años de edad. Estallé en gozo, la felicidad inundó todo mi cuerpo, no me podía creer que fuera realmente y mío, solo mío. Medía unos 20 centímetros y tenía una cajuela que llenaba con piedritas y transportaba de un lugar a otro.
La verdad, fui muy feliz con aquel carrito color verde que San Nicolás me regaló cuando tenía siete años. ¡Mi primer regalo!

Los tiempos y los regalos se cambian
Después comprendí que no existía San Nicolás, y que era mi padre quien compró aquel hermoso juguete. Pronto olvidé al viejo de barba blanca, vestido de rojo y blanco, que gritaba ¡jo, jo, jo, llegó Navidad! Les agradecí a mis padres su cariño y esfuerzo por mis ocho hermanos. Éramos una familia pobre, y no había dinero para comprar muchos juguetes. Orgulloso, yo salía a las calles con mi carrito, mientras otros niños corrían en bicicletas. Pensé que algún día tendría una bicicleta, pero esta nunca llegó.

Ahora, el uno de agosto cumpliré 64 años. Soy abuelo y soy feliz con mis nietos pequeños, que tienen bicicletas, WiFi, tabletas, legos, y otros juguetes modernos, y siempre recuerdo que todo pasa, cambia y se renueva. Ahora, mi nieta de ocho años tiene un celular de cuarta generación, mientras yo sigo soñando con mi único regalo de navidad, mi carrito de metal.

Autor: Francisco Javier de Costa Rica
Editora: Jeanette Müller