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Opinión: Los demócratas europeos deben defenderse

Barbara Wesel25 de abril de 2016

El éxito del populista de derecha Norbert Hofer en las elecciones presidenciales en Austria es un llamado de atención para los vecinos europeos. Barbara Wesel opina que debemos emprender la lucha contra la ultraderecha.

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Norbert Hofer
Norbert HoferImagen: Reuters/L. Foeger

El resultado es un terremoto político de lo peor: el sorprendente éxito de Norbert Hofer, del FPÖ, en las elecciones presidenciales de Austria es un llamado de atención para el resto de Europa. Ciertamente el cargo es sobre todo representativo, pero parece implicar insospechadas posibilidades de intervenir. Hofer ya ha amenazado con disolver la coalición de gobierno socialdemócrata-conservadora si gana la segunda vuelta electoral a fines de mayo. De acuerdo con las encuestas, su partido sería la mayor fuerza política del momento en Austria. Entonces, la república alpina podría convertirse, tras Polonia y Hungría, en el tercer país de la UE con un gobierno de derecha populista.

¿Rendición de los grandes partidos tradicionales?

Comentaristas del vecino país han criticado que los malos resultados de los antiguos grandes partidos y la resignación con que actúan frente al FPÖ equivale a una capitulación de los conservadores y los socialdemócratas. El jefe de gobierno, Werner Faymann, que era un aliado de Angela Merkel en la política con respecto a los refugiados, se transformó en su mayor adversario. Eso no le sirvió en absoluto para ganar el favor del electorado. ¿Cómo se puede renunciar a atacar por todos los frentes a un candidato como Hofer, y en lugar de eso rondarlo de puntillas?

Y, naturalmente, ¿cómo se puede desistir de enviar al ruedo a la o el candidato más fuerte que fuera posible hallar en el propio partido? En lugar de eso, ambos nominaron a personas que, al parecer, no tenían demasiado interés en un triunfo electoral. ¡Ese es un suicidio político, por miedo a la muerte! En Viena, observan el propio naufragio en medio de lamentos. Puede que eso tenga un encanto morboso, pero es un dramático error político. Remover luego del poder a la derecha es difícil, como lo ha demostrado la historia del siglo XX.

Diferentes, pero parecidos

La “Fuerza Nacional” en Rumania, “Nuestra Eslovaquia”, y Jobbik, en Hungría, dan cuenta del ascenso de movimientos de derecha radical sobre todo en el este de Europa. Pero con el FPÖ, el Frente Nacional de Francia y el Partido Popular danés, ese color político también tiene un éxito inquietante en países con larga tradición democrática. Especialmente en Polonia, donde el partido Ley y Justicia (PiS) lleva adelante el desmontaje de instituciones democráticas , restringe la libertad de prensa y en pocos meses ha llevado al país al aislamiento, se puede observar lo que significa la llegada al poder de semejantes nacionalistas de derecha: ellos destruyen la democracia, porque es la premisa para conservar el poder. Los nuevos derechistas radicales son todos muy diferentes, pero, en principio, muy parecidos.

Barbara Wesel
Barbara Wesel

No debemos quedarnos mirando cruzados de brazos esta tendencia en Europa. Quien quiera otra cosa, debe actuar con urgencia. Para comenzar, hay que negar a estos sectores la aceptación social. Porque no es aceptable ser antidemocrático, racista, nacionalista, islamófobo o xenófobo. Eso hay que repetirlo hasta el cansancio.

Debemos explicar que la respuesta a la globalización y sus secuelas indeseadas no consiste en el repliegue tras las fronteras nacionales. ¿O acaso se proponen Austria, Eslovaquia y Hungría, cada uno por su cuenta, frenar el desproporcionado poder del capital financiero, o el avance de China? Tales promesas son absurdas. Hay que poner al descubierto ese sinsentido y, sobre todo, ofrecer alternativas mejores. Por último: los antiguos grandes partidos deben volver a ocuparse de los perdedores de la globalización, porque en su descontento hay dinamita política.

Los “viejos tiempos”

La añoranza de los “viejos tiempos”, como la propagan los partidos de derecha, es absurda. Son tiempos viejos, pero no buenos, y de ningún modo mejores que el presente. También en esta materia hay que informar. El nostálgico deseo de un mundo aparentemente más sencillo es comprensible. Quién no lo ha tenido a veces. Pero lo único que se puede hacer es configurar un mejor futuro, porque en el pasado solo viven fantasmas. Los círculos de ultraderecha gustan de falsear la historia, como se aprecia ahora en Polonia. En vista de lo que ocurre, el desafío está claro para todos los demócratas de Europa: no se queden mirando hipnotizados a la serpiente del populismo de derecha; ¡enfréntenla!

Para aprender alemán:lea aquí la versión original del artículo