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Opinión: La salida de un payaso

Barbara Wesel30 de junio de 2016

Boris Johnson le aseguró la victoria a la campaña a favor del brexit. Fue considerado el probable sucesor del primer ministro, hasta que, por suerte de Gran Bretaña, un compañero lo dejó caer, opina Barbara Wesel.

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Imagen: Reuters/M. Turner

Los británicos lo llaman la “bomba rubia”. Esto se debe menos a su atractivo sexual que a su llamativa melena rubia y su argumentación política. En los congresos del partido conservador Boris Johnson sobresalía con su retórica provocadora y se llevaba el aplauso de las masas. Entretenía al público con un aluvión de juegos de palabras, citas en latín, halagos y chistes a costa de sus adversarios. Y los británicos lo amaban por ello.

El autor del brexit

Hace una semana, Boris Johnson le aseguró la victoria al brexit. Junto con David Cameron, es responsable de la salida de Reino Unido de la UE. El primer ministro británico sabía que sus posibilidades de ganar habían disminuido drásticamente cuando, tras semanas de titubeo, Boris Johnson de repente decidió sumarse al bando de los partidarios del brexit. Incluso sus amigos estaban convencidos de que solo la ambición personal del exalcalde londinense lo llevó a dar este paso. La competencia entre Johnson y Cameron se remonta a los tiempos de la escuela y de los estudios de ambos en Eton y Oxford. Ya desde entonces, Boris siempre quería ser “rey del mundo”.

Johnson es un genio del populismo, al que no le importa la causa por la que lucha. En la mañana del referendo visitó el mercado de pescado de Londres, besó a una perca e hizo el ridículo en su bata banca. No obstante, su secreto es que después probablemente casi todos los espectadores votaron por él. Boris podría vender coches usados, inmuebles chatarra o acciones sin valor; seguramente ganaría millones. Pero en la política, el hombre es un peligro.

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.
Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

Ante las mentiras de la campaña a favor del brexit, algunos periodistas empezaron a hablar del fin de la veracidad en la política. Boris Johnson, por su parte, siempre ha tenido una relación ambigua hacia la verdad. En sus primeros años como periodista en Bruselas escribió para un periódico amarillista y se dedicó a criticar a la UE. En aquel entonces, inventaba sus historias o acomodaba los hechos a su gusto. Todo eso era gracioso, y, después de todo, nadie estaba obligado a comprar el Telegraph.

No obstante, en la política, los mentirosos graciosos representan un peligro. Al parecer, muchas personas tienen problemas para diferenciar entre la realidad y una serie de televisión. Quien los hace reír, ya ganó, sin importar qué tan absurdas e infundadas sean sus afirmaciones. En este caso, los paralelos entre el candidato presidencial republicano, Donald Trump, y Johnson no son casualidad.

Finalmente, Michael Gove, su socio más estrecho en la campaña a favor del brexit, lo apuñaló por la espalda, porque ya no creía en la promesa de Johnson de conseguirle un puesto de ministro en el nuevo gobierno. Como consecuencia, Gove sorpresivamente anunció su propia candidatura. El carácter poco fiable de Boris propició su propio fracaso.

Un peligroso seductor de masas

Confidentes que lo conocieron cuando era alcalde de Londres sabían desde hace tiempo que Boris Johnson no era apto para ocupar cargos políticos mayores. Según su biógrafa, no lee las actas, odia los detalles, tiene problemas para tomar decisiones y evita el trabajo. Los británicos se dejaron engañar por un talentoso seductor de masas, que ahora lanza la toalla y no quiere tener nada que ver con las consecuencias del brexit. En alusión a Berlusconi, los periódicos británicos inventaron el juego de palabras “Boris-Coni”. El ex primer ministro italiano también entretuvo a su país, mientras le hacía mucho daño. Boris Johnson logró esto incluso sin llegar a ser primer ministro.