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Opinión: La Europa de las regiones no es solución

12 de octubre de 2017

¿Deberíamos dejar de lado a los Estados y proclamar una “Europa de las regiones”? Para Cataluña, suena como una salida del laberinto político. Pero la UE terminaría sumida en el caos, en opinión de Bernd Riegert.

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'La Diada' Catalonia National Day 2016
Imagen: picture-alliance/ZUMAPRESS

Cataluña no es la única región de Europa con aspiraciones de mayor independencia. Escocia, Tirol del Sur, las islas Aland, Flandes, quizás también Baviera… la lista podría continuar. Algunas regiones no bregan por la total independencia, sino solo por más autonomía; otras, como Escocia o Cataluña, quieren convertirse en Estados independientes. Estas fuerzas centrífugas son observadas con sentimientos encontrados en la sede de la Unión Europea, en Bruselas, porque ponen en tela de juicio el orden existente de los Estados Nacionales. La defensa de la integridad de los Estados que la integran es parte de los tratados de la UE.

La Unión Europea no tiene inconvenientes cuando un Estado modifica interna y democráticamente su configuración. Como ejemplo podría señalarse la integración de la República Democrática Alemana a la República Federal de Alemania, en 1990, o la división de Checoslovaquia en dos Estados independientes, en 1992. Claro que la República Checa y Eslovaquia ingresaron mucho más tarde a la UE. Una separación de Escocia de Gran Bretaña no era deseable desde el punto de vista de Bruselas, pero no habría ofrecido mayores problemas jurídicos ya que Gran Bretaña, como un todo, había consentido la celebración del referéndum al respecto. Diferente es el caso de Cataluña, a la que el Estado español le niega el derecho a un referéndum.

Soluciones a medida

Cada caso es algo diferente. Por ejemplo, el de la separación de Kosovo de Serbia, que no ha sido reconocida por todos los miembros de la UE, o el de la disolución de Yugoslavia y la Unión Soviética. Algunos integrantes de estos desaparecidos Estados forman parte ahora de la UE. Pero el reconocimiento de una Cataluña independiente por parte de otros países de la Unión Europea parece descartado en estos momentos. El gobierno catalán no debería abrigar falsas esperanzas al respecto.

Bernd Riegert
Bernd Riegert

¿Cuál podría ser entonces la manera de enfrentar los conflictos entre regiones y Estados? ¿Existe una respuesta europea? La "Europa de las regiones”, que a veces se propone, ya está en ciernes. Casualmente sesiona esta semana en Bruselas la "Comisión de las Regiones”, un organismo con 350 representantes regionales de los 28 países de la Unión Europea. Pero es solo un órgano consultivo. En la UE, la facultad legislativa radica en los Estados que integran el Consejo, y en el Parlamento Europeo, elegido por votación popular. La propuesta de despojar de poder a los Estados y empoderar a las regiones, como Cataluña o Carintia, tiene cierto encanto, pero resulta más bien inviable.

¿Nación o región?

Resultaría difícil federalizar a Estados nacionales forjados históricamente. No solo existe el sentimiento de pertenecer a un terruño regional, sino una identidad nacional, que no se puede disolver sin más. Por lo demás, los secesionistas de Cataluña ya no quieren ser una región de Europa, sino un Estado pleno, porque consideran que los catalanes son una nación. Pero las definiciones y delimitaciones se vuelven difusas. ¿Qué es una nación, qué es una región, qué es una confederación?

Hoy en día, en Bruselas deben ponerse de acuerdo 28 Estados y 750 eurodiputados para tomar decisiones. Si se reemplazara a los Estados por las regiones actualmente definidas en la UE, en las cumbres no se reunirían 28 Estados, sino 98 regiones. Si se considerara como medida para la participación política en la UE a los departamentos de Francia, se llegaría a la cantidad de 1342. Semejante Europa, con sus actuales atribuciones, sería ingobernable.

Las cifras provienen de la oficina europea de estadísticas, Eurostat, que divide a la UE en regiones de primer hasta tercer orden, porque los fondos de fomento y ayuda estructural se planifican ya a esos niveles.

La atomización en regiones no resolvería el problema político que se ve en Cataluña. A las autodefinidas naciones que en Europa se sienten oprimidas, como una parte de los catalanes, hay que dejarles en claro que la proliferación de pequeños Estados no reporta en estos tiempos un real progreso. Los catalanes deberían intentar cambiar a España, y los escoceses a Gran Bretaña. La Unión Europea es el interlocutor equivocado.