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Opinión: La culpa de los cómplices

Jens Thurau
28 de noviembre de 2016

Los que trabajaban en la administración de Auschwitz y aparte de eso se limitaron a observar, son también cómplices de los crímes cometidos en el campo de concentración.

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Deutschland Prozess Oskar Gröning in Lüneburg Urteil
Oskar Gröning durante la sentencia de Lüneburg.Imagen: picture-alliance/dpa/A. Heimken

Oskar Gröning admitió haber administrado en Auschwitz el dinero de los judíos deportados. También ayudó a vigilar a los que llegaban a los campos. En otras palabras, no mató a nadie. Sin embargo, fue condenado en julio del año pasado a cuatro años de prisión como cómplice del asesinato de 300.000 personas. El argumento: formaba parte de una maquinaria de la muerte que no habría podido funcionar sin sus ayudantes por insignificantes que fuesen. Un nuevo punto de vista del Tribunal Federal de Justicia alemán que supone un punto de inflexión.

Involucrados en muchos asesinatos

Gröning  tiene 95 años. Es bastante improbable que vaya a la cárcel. Pero no se trata de eso. La justicia alemana llega tarde con algo que se está pidiendo desde hace años para reescribir la historia y el debate político sobre la sentencia. Hubo muchos involucrados en los asesinatos en masa de Auschwitz y otros campos de concentración. La interpretación de que un par de nazis fanáticos eran los que estaban decididos a matar mientras la gran mayoría observaba los acontecimientos con impotencia e indiferencia ya no se puede defender actualmente. Y en una época en la que el racismo y el nacionalismo crecen,  no está mal que la justicia alemana saque a colación esta nueva interpretación más clara del pasado alemán.

Jens Thurau, periodista de DW.
Jens Thurau, periodista de DW.

En los años 60, cuando se celebraron los grandes procesos de Auschwitz, muchos fracasaron porque no se pudo probar la participación directa de los acusados. De todos modos, el clima social tampoco era favorable para que los alemanes admitiesen la participación en masa en los crímenes. Los que exigieron cambios fueron, entre otros, los estudiantes del 68.

Desde hace unos años, en los tribunales alemanes se ha establecido la interpretación jurídica de que también se podría considerar culpables a los colaboradores. A eso han ayudado mucho algunas películas con testigos de la época, nuevas investigaciones y nuevos libros. Pero también los adoquines de muchas ciudades alemanas, que recuerdan que los judíos formaban parte de la sociedad hasta que los nazis se los llevaron a los campos de exterminio. Y, por supuesto, el hecho de que sea imposible que nadie supiese nada su deportación.

Una justicia que no es rígida

Los que terminen ahora condenados, como Oskar Gröning, serán ancianos y probablemente pasarán poco tiempo tras las rejas. Pero es importante que quede claro cuántas manos tuvieron que ser necesarias para que funcionase la maquinaria de la muerte. Esta idea será cada vez más importante porque ya quedan menos testigos presenciales de los crímenes. La justicia demuestra así que no es ni rígida ni inflexible, y que puede adoptar nuevos puntos de vista y ponerlos en práctica. Aunque llegue tarde.