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Opinión: el “brexit”, Trump y Fillon

Barbara Wesel
28 de noviembre de 2016

El político François Fillon, candidato presidencial de la centroderecha francesa, puede vencer en las urnas a Marine Le Pen, del Frente Nacional, y al mismo tiempo ser un socio difícil para Berlín, comenta Barbara Wesel.

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Frankreich Francois Fillon Ex-Premier
Imagen: Reuters/G. Fuentes

Es notable que los conservadores franceses no hayan descubierto antes a François Fillon. El calza muy bien en el actual rompecabezas político francés. Es como si el exministro de Asuntos Sociales (2002-2004), de Educación (2004-2005) y ex primer ministro de la República (2007-2012), hubiera nacido para aspirar a la presidencia del país: es un hombre conservador, pero con sensibilidad social; se presenta como un católico convencido y duro crítico del Islam. Exhibe un patriotismo con toques nacionalistas y defiende reformas económicas radicalmente neoliberales.

El ultraconservador de provincia

Barbara Wesel Studio Brüssel
Imagen: DW/G. Matthes

Fillon no tiene necesidad de parecer más de derecha de lo que es, como intentó hacerlo su rival Nicolas Sarkozy con miras a convertirse en el candidato presidencial conservador. Fillon, el ganador de las primarias de ese partido, no tiene necesidad de seducir a los seguidores de Marine Le Pen porque de por sí llega a muchos electores en la estucturalmente conservadora Francia. Quienes lo apoyan comparten sus valores tradicionales, su compromiso con la familia y el cristianismo.

La suya es una audiencia que contempla con horror la agenda liberal de izquierda, con su multiculturalismo y sus esfuerzos por homologar el matrimonio homosexual con el heterosexual. Los seguidores de Fillon quieren un presidente con mano dura, que garantice la tranquilidad y el orden en un país amenazado por el terrorismo y la descomposición social. Su retórica celebra la identidad nacional y cuestiona al islam.

"Hacer a Francia grande otra vez”

Muchos franceses siguen soñando con una figura paternal, con un redentor político como su presidente de postguerra Charles De Gaulle. La de ellos es una política de la nostalgia, no muy distinta de la que favoreció al "brexit” en el Reino Unido o a la candidatura presidencial de Donald Trump en los Estados Unidos. 

Es la liturgia que rodea a la política autoritaria y populista de derecha. Es un artificio porque François Fillon le está prometiendo a sus compatriotas algo que no puede cumplir: control sobre los conciudadanos musulmanes mal integrados. Además, el retorno de los valores tradicionales como punto de referencia y de la "gran nación” a la tarima internacional, pasando por reformas económicas que aseguren bienestar y puestos de trabajo. Por cierto, al menos en lo que respecta a las reformas, Fillon es sincero.

Fillon y su amor por Putin

Fillon amenaza con una vuelta de tuerca como la que propinó Margaret Thatcher en Gran Bretaña en los años ochenta; una tabla rasa que continúa afligiendo a la isla hasta el día de hoy. Ojalá que, como presidente, se le ocurran mejores ideas. Por fortuna, al contrario del Frente Nacional, Fillon no tiene como meta la destrucción de la Unión Europea. Lo que sí comparte con Le Pen es un amor oscuro por el presidente ruso, Vladimir Putin. La amistad entre el dictador del Kremlin y el político galo luce inexplicable hasta ahora.

Si asciende a la presidencia de Francia, cabe contar con que Fillon saboteará los esfuerzos de la canciller alemana, Angela Merkel, por frenar la aventura expansionista de Putin. Fillon quiere que Bashar al Assad se atragante con su desdichada Siria y seguramente sembrará inquietud en Europa Oriental. El candidato conservador también deja intuir que, en lo concerniente a los refugiados, él no es un socio potencial, sino un adversario del cual no se puede esperar gesto de solidaridad alguno.

Lo mejor que se puede decir de François Fillon en este momento es que él parece tener la capacidad de vencer al Frente Nacional en las urnas. Fuera de eso, su campaña para las primarias no dejó espacio para esperanzas ni en materia de democracia liberal y ni en lo que respecta a la cohesión europea.

 

Usted puede leer la versión original de este comentario en alemán.