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Dresde es más que Pegida

4 de octubre de 2016

Los que no estuvieron en Dresde el Día de la Unidad Alemana podrían pensar que toda la ciudad estuvo llena de alborotadores. Marcel Fürstenau cuenta lo que vivió allí el lunes.

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Deutschland Dresden Pegida Demonstration
Imagen: Getty Images/AFP/C. Koall

¿Fueron 50? ¿Eran 100? ¿Quizá 200 incluso? En cualquier caso hicieron mucho ruido con los silbatos cuando pitaron a los políticos que tanto odian. Y es que ese era su objetivo: que los supuestos "traidores” Gauck, Merkel, Lammert o Tillich sintieran el odio que el "pueblo" les profesa. En el Día de la Unidad Alemana, una pequeña minoría consiguió dominar y dañar la imagen del país a través de la televisión y las redes sociales. Una vez más, lo lograron. Las malas noticias procedentes de Dresde y sus alrededores –simplificando: Sajonia- se convirtieron hace tiempo en algo habitual.

Ignorarlos habría supuesto, desde una perspectiva periodística, ignorar los hechos. Pero, por el contrario, ¿tiene validez esa apreciación si a uno lo obligan a saltar cada obstáculo que los extremistas de derecha ponen en su camino? Los cientos de miles de personas que, a pesar de la lluvia que tuvieron que soportar durante horas, asistieron a los festejos en el centro de Dresde no se enteraron de las protestas. Es por eso que los gritones aprovecharon para atacar brevemente a los políticos cuando estos aparecieron en escena. Por la mañana lo hicieron durante la misa en la Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora), y ya por la tarde se colaron en la ceremonia frente a la ópera Semper.

Horcas que incitan al linchamiento

Fueron provocaciones planeadas por personas frustradas que huyen del diálogo. Gente que se pertrecha de tapones para los oídos con el fin de no verse afectada por sus propios gritos. La necesidad de describir esta falta de respeto impregnada de odio es un deber del cronista. Con eso queda de manifiesto qué ideología profesan los tipos que provocaron los altercados en Dresde. Pero por su mal comportamiento, por actuar así durante el Día de la Unidad Alemana no pueden ser procesados con los medios con los que cuenta el Estado de Derecho. Y es mejor que así sea.

Kommentarfoto Marcel Fürstenau Hauptstadtstudio
El corresponsal de DW Marcel Fürstenau.Imagen: DW/S. Eichberg

Los derechos de reunión y de expresión son demasiado valiosos como para que sean anulados por una reacción desproporcionada. Pero, si por el contrario se cometieron delitos o se incitó a perpetrar crímenes, la ocasión debe ser aprovechada. En esta categoría entran las pancartas con forma de horca. Que no son manifestaciones de mal gusto, sino llamados al linchamiento. Quien queda impune tras llevar a cabo este tipo de acciones, sale fortalecido. Y seguro que habrá muchos que traten de aprovecharse de ello.

En el Día de la Unidad Alemana se vieron muchas imágenes y acciones desagradables, pero al parecer ninguna punible. Las marchas que organiza Pegida todos los lunes desde hace casi dos años –y que en esta ocasión reunió a cerca de 4.000 personas- siguen siendo inofensivas. Para muchos el asunto termina en la estación central de Dresde, donde comienza el regreso a casa. La mayoría con sus banderas ya plegadas. ¡Hasta el próximo lunes!

Gritar sin riesgo

La policía contemplaba tranquila cómo la mayoría silenciosa de Dresde se marchaba molesta a casa. Los desprevenidos turistas confundieron a los simpatizantes de Pegida con hinchas de fútbol que volvían a casa. Atendiendo a sus caras, daba la impresión de que su equipo había perdido. En cualquier caso, la verdad es que también salieron perdiendo. Parece que se sintieran a gusto con la situación. Una vez a la semana salen para desahogarse. La culpa, eso sí, es siempre de otros. En la RDA la culpa era del Partido Socialista Unificado. Pero en aquella época era mejor mantener la boca cerrada.

En el Estado de Derecho de la República Federal de Alemania, sin embargo, es fácil abrir la boca sin arriesgar nada. La impresión es más fuerte aún cuando uno es consciente de que costará o simplemente será imposible localizar a la mayoría de los que gritan. Pero eso no les exime de su responsabilidad. Parece que es lo que quieren. Dresde, Sajonia y Alemania tendrán que conformarse con ello. Tal vez lo mejor sea ignorarlos. Siempre y cuando no se conviertan en delincuentes. Como el dirigente de Pegida Lutz Bachmann. Él deberá comparecer, una vez más, a principios de noviembre, ante el Tribunal Regional de Dresde. Está acusado de incitar al odio.