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Opinión: Guatemala de rumbo hacia el pasado

Martin Reischke
12 de agosto de 2019

El nuevo presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, difícilmente podrá resolver las enormes dificultades del país. El propio político de ultraderecha es parte del problema, dice Martin Reischke.

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El nuevo presidente Alejandro Giammattei recibe las felicitaciones de sus partidarios.
El nuevo presidente Alejandro Giammattei recibe las felicitaciones de sus partidarios.Imagen: Reuters/J. Cabezas

Guatemala atraviesa momentos difíciles, ya que el actual presidente Jimmy Morales le entrega un caos político a su sucesor Alejandro Giammattei, que fue elegido este domingo (11.8.). Para evitar su propio enjuiciamiento, Morales puso fin al mandato de la exitosa Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Para mejorar las relaciones con Estados Unidos, el gobierno de Morales firmó hace unas semanas un acuerdo para convertir a Guatemala en un tercer país seguro, que podría resultar en que cada año cientos de miles de migrantes centroamericanos sean devueltos a Guatemala desde Estados Unidos. Es un acuerdo que sobrepasa completamente las posibilidades de este empobrecido país centroamericano.

El Presidente en el cuarto intento

Alejandro Giammattei se enfrentará a grandes problemas cuando sustituya a su predecesor Morales en enero de 2020. Pero la triste noticia es que es casi imposible que Giammattei pueda cambiar la miseria en la que se encuentra su país, porque Giammattei es parte del problema.

El político de 63 años encarna precisamente el sistema político corrupto tan odiado por la sociedad civil guatemalteca y contra quien la CICIG, junto con la Fiscalía de Guatemala, ha luchado con mucho éxito en los últimos años. Anteriormente a su victoria actual, Giammattei ya se había presentado tres veces, sin éxito, como candidato presidencial, y cada vez para un partido diferente. Durante la campaña electoral prometió un "gobierno transparente", pero ignoró las preguntas criticas de los periodistas. En documentos publicados por Wikileaks, se habla de que tiene muy buenos contactos con la mafia guatemalteca de la droga. Pero cuando el medio online "Nómada" le preguntó al respecto, Giammattei interrumpió inmediatamente la conversación.

Martin Reischke
Martin Reischke, corresponsal en América Latina.Imagen: Caroline Narr

La CICIG también investigó a Giammattei. Durante su tiempo como director del Sistema Penitenciario de Guatemala, se dice que estuvo involucrado en el asesinato de siete prisioneros. Pero las pruebas eran escasas y Giammattei fue finalmente absuelto. Hoy se ve a sí mismo como una víctima de la Justicia.

A favor de la pena de muerte

De todos modos, no se puede asumir que grandes sectores del electorado guatemalteco le hubiesen tomado mal tales acusaciones. En Guatemala, los delincuentes son considerados por muchos como ciudadanos de segunda clase. Siguiendo la línea, Giammattei ya anunció un tratamiento más severo con respecto a los delincuentes: el nuevo presidente electo es un firme partidario de la pena de muerte.

Pero el hecho de que Giammattei llegara al poder no se debe a su programa electoral, sino a una cadena de circunstancias que le eran favorables: en la primera votación se benefició del hecho de que candidatos prometedores como la exfiscal general y luchadora contra la corrupción Thelma Aldana habían sido excluidos de las elecciones. En la segunda vuelta logró imponerse a Sandra Torres, también porque esta mujer es odiada en la clase media urbana, por ser una mujer asertiva, en parte autoritaria y con ideas de redistribución social. El hecho de que la participación electoral haya alcanzado su nivel más bajo desde el final de la guerra civil en 1996 también indica la insatisfacción de los votantes.

Sin apoyo en el Parlamento

Ahora será extremadamente difícil para Giammattei poner en práctica sus proyectos políticos, que probablemente se caracterizarán por una agenda favorable a las empresas. El nuevo presidente electo no tiene ni la suficiente experiencia política ni el apoyo necesario en el Parlamento, donde su partido Vamos constituye apenas el diez por ciento de los diputados.

Así de rápido pueden cambiar las cosas. Mientras que Guatemala en 2015, tras la renuncia forzada del entonces presidente Otto Pérez Molina, seguía siendo considerada un modelo en la lucha contra la corrupción en toda América Latina, el país podría ahora tomar rumbo hacia los viejos tiempos. Como esperanza quedan las numerosas organizaciones y alianzas de la sociedad civil, como el movimiento "Justicia Ya", que repetidamente demanda una política transparente y democrática. El nuevo partido Movimiento Semilla, que también surgió después de las protestas de 2015, ingresó con varios diputados al parlamento. Ahora, junto con otras fuerzas progresistas, deben frenar el retroceso conservador del país.

(gg)

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