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Un hombre de palabras

7 de octubre de 2016

El nuevo secretario general de la ONU tiene que reformar urgentemente Naciones Unidas. Su tiempo como primer ministro de Portugal, sin embargo, genera dudas sobre si es o no el candidato adecuado, opina Johannes Beck.

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USA Antonio Guterres in New York
Imagen: Getty Images/AFP/K. Betancur

Distinguido, preciso y elocuente. El pasado mes de abril, António Guterres dejó una excelente impresión durante la entrevista de trabajo que tuvo en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Además de en su lengua materna, el portugués, el futuro secretario general de la ONU desarrolló sus ideas en tres idiomas distintos: inglés, español y francés.

Guterres es un hombre de palabras, una persona a la que da gusto escuchar. Su idea de establecer la prevención como la principal prioridad en cualquier acción de la ONU es convincente. Evitar problemas en lugar de tener que resolverlos. ¿Quién no estaría de acuerdo?

Hace falta una ONU bien establecida

Como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Guterres vivió en carne propia lo que puede generar la falta de prevención. Durante su mandato se produjeron las mayores olas migratorias desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Incuso en la crisis de los refugiados Guterres (67) encontró siempre las palabras adecuadas y no tuvo miedo de criticar a la Unión Europea.

Sin embargo, teniendo en cuenta las crisis existentes en todo el mundo –ya sea en Siria, Sudán del Sur o Somalia-, las palabras por sí solas no son suficientes. La prevención, en estos casos, llega demasiado tarde. Aquí hacen falta acciones. Y para ello se necesita una ONU bien establecida. Escenas como las de julio, en las que fuerzas de paz de la ONU en Sudán del Sur no se mostraron capaces de proteger a la población civil que buscaba refugio huyendo de la violencia de los milicianos, no deben repetirse.

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Johannes Beck dirige la redacción portuguesa de DW.

Guterres quiere que, en el futuro, los cascos azules de la ONU se rijan por los más altos estándares éticos. Y eso es algo que necesitan con urgencia, ya que han sido demasiados los casos en los que las fuerzas de paz de Naciones Unidas fueron acusadas de haber abusado sexualmente de menores de edad.

La mayoría de las veces la respuesta de Naciones Unidas a escándalos como estos fue esconder la cabeza o encubrir lo ocurrido.

Naciones Unidas no admite sus errores

Esto es algo que tiene que ver con la falta de cultura existente en el seno de Naciones Unidas a la hora de admitir errores. En sus conferencias internacionales siempre se destaca el gran éxito, o simplemente el éxito de las operaciones, a pesar de que los fallos hayan sido evidentes. El predecesor de Guterres, Ban Ki-moon no fue una excepción, ya que incluso trató de calificar positivamente un desastre histórico como fue la Conferencia sobre el Clima de Copenhague en 2009.

Todos los predecesores de Guterres fracasaron en la reforma del torpe, extremadamente complejo e ineficiente aparato de Naciones Unidas. Y es que sólo una reforma radical de las docenas de suborganizaciones en las que está parcial e ineficazmente dividido el aparato burocrático de la ONU será capaz de responder, de forma adecuada, a los retos cada vez mayores que plantea el mundo actualmente.

Guterres es parte del sistema

Una vez más surge la pregunta: ¿es Guterres la persona adecuada para este trabajo? En primer lugar, después de haber pasado diez años como Alto Comisionado de ACNUR Guterres forma parte del sistema. Un líder externo y de fuerte personalidad, que carezca de la habitual desidia de los diplomáticos de la ONU, habría sido una mejor solución para acelerar las reformas que la organización necesita con urgencia.

Por otro lado, hay que recordar la euforia que vivió Portugal en 1995 cuando Guterres se convirtió en primer ministro. "No hay puestos de trabajo para los jóvenes”, dijo entonces. A diferencia de lo que había ocurrido hasta entonces, Guterres no quería que los miles de puestos de trabajo creados en el seno de la administración pública fueran para los miembros de los partidos. En lugar de los colores políticos, lo decisivo son las habilidades. Pero pronto se hizo evidente que las palabras no iban acompañadas de hechos. Al término de su mandato, en 1992, había rellenado miles de puestos en el aparato de Estado portugués con jóvenes seguidores del Partido Socialista (PS), su partido.

Las Naciones Unidas desean que como secretario general sus promesas vengan acompañadas de acciones.

Un comentario de Johannes Beck.