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Opinión: Reforma, no revolución

Christoph Strack (LGC)25 de octubre de 2015

El documento final del Sínodo de la Familia quiere animar a vivir en comunidad. No se puede hablar de revolución, dice Christoph Strack, pero se ha abierto una grieta en una puerta cerrada hasta ahora.

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Synode im Vatikan Papst Franziskus
Imagen: picture-alliance/ZUMA Press

¡Qué declaración! Se disculpan importantes obispos católicos. La Iglesia ha mantenido constantemente una actitud dura e inclemente con el sufrimiento de mucha gente ("madres solteras e hijos ilegítimos, parejas en convivencia prematrimonial, personas de orientación homosexual y divorciados vueltos a casar"). "Como Obispos de nuestra Iglesia, les pedimos perdón". Las frases remiten a un error continuado en la Iglesia. En el afán por proteger el valor de la familia, se pasó a defenestrar moralmente otras formas de vida. Fuera del matrimonio y de la opción del celibato, nada era admisible. Ahora piden disculpas.

Pero no todos. Esas emocionantes líneas no se encuentran en la declaración final del Sínodo del Matrimonio y la Familia de los obispos de Roma. No. Se encuentra "sólo" en la propuesta del grupo de trabajo en lengua alemana. Por unanimidad, los obispos más conservadores y los más reformadores, desde el cardenal Gerhard Ludwig Müller, como guardián supremo de las enseñanzas del Papa, hasta Walter Kasper o Reinhard Marx. Algo es algo.

Ser capaces de esto muestra que la teología alemana todavía se cuenta entre las principales tendencias dentro de la Iglesia católica mundial. Pero citar a los homosexuales era para algunos ir demasiado lejos. Especialmente para los procedentes de África. Incluso algún cardenal africano comparó la "ideología occidental de la homosexualidad" con el fanatismo islamista.

Equilibrios entre dos tendencias contrapuestas

La Iglesia Católica, una auténtica entidad mundial, se vio forzada a hacer malabarismos para compaginar ambas tendencias. Con dos años de antelación venía el papa Francisco preparando a los obispos y fieles de todo el mundo para este esperado sínodo. Un Papa que sitúa el concepto de misericordia y el acercamiento a los excluidos en el centro de su discurso.

Para él se trata de todas las adversidades que aquejan a las familias alrededor del mundo. Por ejemplo el exilio y la expulsión, las penurias económicas o la dificultad de encontrar trabajo. En Europa se está relativamente protegido de estas. En Asia, África y América Latina, estos problemas son el pan de cada día. Desde la perspectiva de muchos países occidentales, el Sínodo tendría haber ido más allá en el reconocimiento de otros tipos de sexualidad. Pero eso era demasiado pedir. Finalmente, el tema de la homosexualidad apenas aparece en el texto final.

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Strack Christoph, especialista en Iglesia de DW.Imagen: DW

Una puerta entreabierta

Hay que llamar la atención sobre otro punto importante: la cuestión de los divorciados vueltos a casar. Hasta ahora estaban excluidos de los sacramentos. Esta cuestión no se zanja de forma inequívoca, pero en lugar del anterior rechazo estricto e implacable, se hace un llamamiento a la conciencia. En esto se recurre a una "lógica de la integración", como llave para el acompañamiento pastoral y la sosegada interlocución con el sacerdote. Y no ya a una directa condena eclesiástica. Hacía tiempo que la curia romana no hablaba de forma tan candente de "conciencia".

Entre los defensores de la doctrina del pasado siglo y los reformadores se ha desenvuelto este Sínodo. A base de empujar, se ha abierto una grieta en una puerta cerrada hasta ahora. Tampoco se puede decir que haya habido una revolución. Pero la Iglesia Católica, sin embargo, se mueve. Deslizándose despacio, demasiado lentamente. Pero, al menos, como se ha visto en el Sínodo, ya no es solo este Papa quien empuja.