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Opinión: Los refugiados y la república

Kersten Knipp29 de abril de 2016

Kersten Knipp opina que los refugiados cambiarán Europa radicalmente. Por eso es importante enfocarse hacia una política adecuada a este reto. Eso es algo que solo puede llevar a cabo la lógica de la república.

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Imagen: picture-alliance/AP Photo/P. Tsakmakis

Lo que los ciudadanos europeos piensan de la migración de los meses pasados se ha visto reflejado en las diversas elecciones celebradas en diferentes países europeos: a la mayoría no les gusta. Este rechazo podría llevar a la presidencia de Austria al candidato de extrema derecha del FPÖ (siglas de Freiheitliche Partei Österreichs, Partido Liberal de Austria). Y este fin de semana se celebra en Alemania el congreso del partido populista de derechas AfD (Alternativa para Alemania), cuyos miembros están muy motivados por los resultados obtenidos en las recientes elecciones regionales celebradas en tres estados federados a mitad de marzo. Durante el encuentro, analizarán hacia qué dirección debe moverse el partido.

Tanto la AfD como el FPÖ, por mencionar solo dos de los muchos partidos de derecha populista en Europa, prometen abordar las preguntas suscitadas por los movimientos de refugiados de manera diferente a como hasta ahora hicieron los partidos representados en los parlamentos, esto es, reforzando los bloqueos de las fronteras y las deportaciones rápidas de los refugiados ilegales.

Moral bajo presión

A primera vista, las bajas cifras de refugiados hablan en favor de esa política. Una gran cantidad de refugiados pone la moral bajo presión. Porque no basta “solo” con salvar la vida de los refugiados. También necesitan alojamiento, cuidados y un puesto de trabajo. Y antes de eso, la mayoría de ellos también necesita formación. Todo esto falta en gran medida en Alemania, el Estado y la sociedad no dan abasto.

Es más, en el terreno de las diferencias culturales, no ha habido todavía suficientes experiencias. Tampoco negativas. Las sociedades multiculturales pueden ser todo, pero no son especialmente armónicas. También es seguro que los actuales signos de homogeneidad, una cultura y un origen comunes, van perdiendo cada vez más su significado.

La gran migración

Pero, sobre todo, aquellos a quienes les gustaría vivir con la homogeneidad de los viejos tiempos harán bien en despedirse de ellos, porque, definitivamente, han quedado atrás. Las próximas cohortes de refugiados esperan a la otra orilla del mar Mediterráneo. ¿Alguien cree seriamente que se los va a poder retener de forma duradera? Seguro que aún se pueden tomar un par de medidas temporales más, pero la gran migración ha comenzado y traerá a millones de personas hasta Europa.

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Kersten Knipp, redactor de Deutsche Welle.

Esto implica como consecuencia que los Estados deben redefinirse, tanto si sus ciudadanos quieren como si no. Ello afecta también a los nuevos partidos de derechas: si no quieren alimentar solo ilusiones a corto plazo, deben formular sus reglas del juego para las sociedades multiculturales del futuro. También ellos deberán concentrarse a largo plazo en la única lógica política que puede hacer frente al reto de la migración: la república. República viene del latín “res publica”, esto es, la cosa pública: el Estado que sirve a todos. De ninguna manera un Estado romántico, sino un Estado en el que habrá problemas. Pero el único que es capaz de hacer frente a los retos.

Ejemplos de la práctica

La república del futuro. En la práctica diaria, eso implica, por ejemplo, que los ciudadanos deberán poder postularse a puestos de trabajo sin temor a no pasar a la siguiente ronda de selección por tener un llamativo apellido exótico. Tendrán igualdad a la hora de acceder al mercado de la vivienda sin temer ser desplazados por los europeos establecidos desde hace tiempo. Tampoco deberían surgir guetos étnicos o religiosos en las ciudades. Cualquier otra cosa amenaza la paz social.

Pero eso también implica moderar las susceptibilidades culturales y religiosas. Lo que los libros sagrados dictan debe quedar por detrás de las reglas de la sociedad. Las concesiones, solo cuando sean aplicables. Alternativas a la carne de cerdo en los comedores, sí. Pero también se podrá beber alcohol en presencia de musulmanes estrictos. La apertura de la vida pública debe quedar salvaguardada. Por eso, sí al pañuelo islámico, no al burka. La libertad del arte debe defenderse. Se puede criticar de forma muy dura sus excesos, pero sin utilizar la violencia, ni tan siquiera la coerción. En general, contención religiosa. Así pues, sí al sonido neutral de las campanas de las iglesias y no a la llamada del muecín “Alá es el más grande”.

Tiempo perdido, tiempo ganado

Francia, Bélgica y Gran Bretaña, el país de Mohamed Emwazi, alias “John el yihadista“, el asesino del así llamado Estado Islámico: estos tres países muestran a dónde conduce el hecho de que la política no lleve las riendas del reto de la república. Seguro que los yihadistas son en su mayoría sencillamente peligrosos criminales. Tanto más es importante despojarlos del aura religiosa. Eso puede ocurrir solo a través de la integración, sin mirar confesión ni origen. Llevará décadas cambiar a este tipo de lógica. Pero cualquier otra cosa sería perder el tiempo.

>>>Para aprender: lea la versión original de este artículo en alemán