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La persecución de Gülen

Rainer Hermann12 de agosto de 2016

Desde el fallido golpe de Estado en Turquía, Erdogan persigue al movimiento de Gülen. Esto no corresponde a los intereses de Occidente, dice Rainer Herman, del Frankfurter Allgemeine Zeitung.

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Imagen: Getty Images/AFP/A. Messinis

Eran compañeros de ruta, pero ahora son enemigos mortales. Juntos representan el surgimiento de una nueva elite anatólica, representada por el político Recep Tayyip Erdoganl y el predicador Fethullah Gülen. Ambos nunca trabajaron juntos, pero se complementaban bien.

Por lo pronto, Gülen ehortó a vivir un islam aorde con estos tiempos y reivindicó una educación moderna, lo que fomentó el despertar de Anatolia. Los turcos se inspiraron en su movimiento y pusieron en el centro la educación y el diálogo con los no musulmanes. Pero no se organizaron con membresía, lo que más tarde les ha costado que los acusen de poco transparentes.

Los frutos cosechados por Erdogan, que se convirtió en líder político de la descuidada Anatolia y la llevó al poder en Ankara. Al comienzo, Erdogan dependía de la elite educada del movimiento de Gülen y la integró al aparato burocrático. Luego, neutralizó a todos sus rivales políticos hasta que se tropezó con Gülen y su movimiento. Sus seguidores no se subordinaron a Erdogan y, por el contrario, criticaron las reformas y el estilo autoritario del mandatario. El 2013, fiscales cercanos a Gülen destaparon un escándalo de corrupción que involucraba a Erdogan, quien decidió declarar la guerra al movimiento de Gülen. Desde el golpe de Estado del 15 de julio quiere borrarlo del mapa. Gülen ha dicho que no tiene nada que ver con el golpe, que fue planeado por una heterogénea alianza de generales de la vieja elite descontentos y oficiales cercanos a Gülen.

Rainer Herman, Frankfurter Allgemeinen Zeitung.
Rainer Herman, Frankfurter Allgemeinen Zeitung.Imagen: picture-alliance/dpa

El movimiento se amplió en las pasadas décadas y hoy está activo en todo el mundo, con miles de escuelas secundarias y varias universidades. Diplomáticos turcos están pidiendo el cierre de las escuelas. ¿Deberían ceder los Gobiernos? Sería devastador. En el propio país, las escuelas sauditas llenarían el vacío; en otros, la nueva clase media turca, inspirada en Gülen, estaría en riesgo. La mayoría son académicos y -a diferencia de los partidarios de Erdogan- están integrados a sus sociedades. Esta persecución, además, lucha contra un islam tolerante, que es compatible con la democracia occidental y con una sociedad pluralista. Eso no puede corresponder a nuestros intereses.