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Opinión: fachada democrática rusa

Ingo Mannteufel (JAG/ERS)19 de septiembre de 2016

Detrás de la fachada de elecciones democráticas, la manipulación y la apatía política cuestionan la legitimidad del sistema ruso, opina Ingo Mannteufel.

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Russland Wahlen in Sankt Petersburg
Imagen: DW/W. Isotov

A nadie le sorprende el resultado de las elecciones al Parlamento ruso. El hecho de que Rusia Unida, el partido en el poder, haya salido reforzado con una clara mayoría de dos tercios en la Duma ya se había decidido, presuntamente, en los gabinetes del Kremlin. Exactamente igual que el hecho de que a la Duma solo entrasen otros tres partidos controlados por el Kremlin. Al Gobierno le mereció la pena conseguir el resultado deseado sin que se hayan producido protestas como hace cinco años. Entonces, miles de rusos se manifestaron en las frías calles de Moscú y San Petersburgo para demostrar su descontento por las falsificaciones y la manipulación.

Fachada democrática

Esta vez hubo también grabaciones y otros indicios que apuntan a manipulaciones. Por ejemplo, un video que muestra cómo se introducen muchas papeletas juntas en una urna. Pero, a diferencia de 2011, no se movilizaron los descontentos ni los que piensan diferente. La represión de los años pasados ha sumido a la mayoría en una apatía política.

Para los críticos, nadie tenía opciones reales contra Rusia Unida, partido en el poder favorecido tanto por los medios como por la administración. Por eso, el Kremlin pudo adornar la fachada democrática y nombró a una nueva directora de la junta electoral, redujo el umbral de votos necesarios para entrar al Parlamento del 7% al 5% y permitió que concurriesen partidos críticos con el Gobierno.

Ingo Mannteufel
Info MannteufelImagen: DW

El clima político del país, aparentemente amenazado desde el exterior, solo sirvió para que a los electores les quedase todavía más claro que no había alternativa al partido de Putin. Y la baja participación del 48% es una muestra de lo bien que ha funcionado este concepto de despolitizar la sociedad rusa. En comparación, la participación en 2011 fue del 60%, aunque ambas cifras podrían estar manipuladas.

La apatía como factor de estabilidad

La pobre participación no se puede comparar con las bajas cifras de otros países democráticos. En Rusia, los electores que tienen relación directa con el Estado (funcionarios, soldados, maestros, trabajadores de industrias estatales...) están prácticamente obligados a ir a votar. Especialmente en las grandes ciudades es difícil escaparse de esa presión.

El derecho a no ir a votar les corresponde, sobre todo, a los que tienen cierta independencia económica de las estructuras del Estado y viven en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. En estas metrópolis rusas, la participación fue menor que el 48% alcanzado en las zonas rurales. La noche electoral se habló de cifras por debajo del 20%, que más tarde fueron corregidas al alza, quizás por las papeletas añadidas. Pero el mayor indicio de esa apatía política fue cuando se publicó que las cifras de participación oficiales, y posiblemente manipuladas, de las grandes ciudades solo eran de un tercio del censo.

Legitimidad cuestionable

Por ahora, este desinterés por la política favorece al Kremlin, que obtuvo la composición deseada en la Duma. ¿Pero qué legitimidad tiene una institución política, si la mayoría de ciudadanos de Moscú, San Petersburgo o Novosibirsk ni siquiera acuden a las elecciones y la participación no llega ni a la mitad en todo el país? Los cimientos de esa fachada democrática de Rusia no parecen nada sólidos. Por eso, tampoco sorprende que, precisamente el día después de las selecciones, aparezcan planes según los cuales el Kremlin pretende integrar todos los servicios secretos y estructuras de seguridad en torno a un omnipotente Ministerio de Seguridad similar a la KGB.