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Opinión: el caso Susanna F. y una sociedad dividida

Jens Thurau
8 de junio de 2018

Susanna F. está muerta. Tenía 14 años. El sospechoso es un solicitante de asilo iraquí. Este caso conmueve a Alemania, donde la sociedad se siente cada vez más dividida y necesita un lenguaje común, opina Jens Thurau.

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Imagen: picture alliance/dpa/B. Roessler

En primer lugar, los hechos, en tanto eso sea posible: luego del asesinato de Susanna, de 14 años, en Wiesbaden, el principal sospechoso, un solicitante de asilo de Irak, huyó hacia su país y fue detenido allí. Eso provocó en Alemania una polémica que se desarrolla casi siempre de igual modo en casos como este.

En el escenario del debate están los medios, las autoridades y el gobierno, además de los partidos, desde la izquierda hasta la derecha. Los que los une es que no encuentran un lenguaje común para describir lo sucedido. O, formulado de otra manera, más pesimista: cada vez queda más claro que nunca tuvieron uno.

El rol de los medios

Jens Thurau, de DW.
Jens Thurau, de DW.

A los responsables en los medios se nos dice que hay que separar las emociones de los hechos. No hay una alta criminalidad entre los solicitantes de asilo, en comparación con las personas que viven desde hace tiempo en Alemania. Pero llegan hombres más bien jóvenes, más hombres que mujeres, en una edad en la que las tendencias violentas son mayores. También entre los alemanes.

Sin embargo, rara vez entendemos qué pasa cuando nos confrontamos con los hechos de un acto tan terrible como el asesinato de Susanna F. Y además, ¿de qué medios estamos hablando? El mayor exponente de la prensa amarilla de Alemania sigue un rumbo muy claro en cuanto a los refugiados: el de las emociones. El relato es este: en Alemania, los refugiados violan cada vez más las leyes, y las autoridades y la clase política miran hacia otro lado. Grandes titulares, muchas fotografías, sensacionalismo. Quienes trabajamos en los medios y nos gusta definirnos como "serios”, reaccionamos por lo general así: sabemos lo que nos espera, dudamos, discutimos. Y llegamos casi siempre a la conclusión de que debemos informar sobre el crimen, sin precipitarnos, pero con neutralidad y reserva. Sin embargo, caemos en la misma lógica que un diario como el Bild porque jamás informaríamos sobre un crimen pasional entre alemanes. O muy raramente. De ese modo, también contribuimos en la construcción de una imagen en que los refugiados son los responsables de que aumente la inseguridad en Alemania.

El rol de las autoridades

También las autoridades están en la mira. Se las acusa de cometer errores. El fugitivo iraquí ya era conocido por la Policía desde hace tiempo y, sin embargo, pudo escapar a su país. Al mismo tiempo, en Alemania se está produciendo un controvertido debate sobre las fallas y escándalos de la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados (BAMF). Hay un denominador común: hay demasiado poco personal y se extiende la sensación generalizada de estar sobrepasadoss por los acontecimientos, lo que se extiende desde la Policía hasta la administración. La política intentó reaccionar a esta situación totalmente nueva, con cerca de un millón de refugiados en lugar de 150.000, con medios limitados. Eso nunca hubiera podido funcionar, y de hecho, no ha funcionado. Para decirlo de una vez por todas: se necesita más personal especializado, lo antes posible, y aunque sea caro.

Encontrar otra vez un lenguaje común

Los debates en el Parlamento alemán sobre temas como la criminalidad y los refugiados y lo que los une o no, se parecen a los debates que se dan en el seno de la sociedad. La mitad y los extremos no logran entenderse. Y el gobierno, sobre todo la canciller alemana, contribuye a que esto sea así. A Angela Merkel no le gustan los discursos públicos; no le gusta dirigirse a la gente. Es más bien una moderadora que permanece detrás del escenario y espera. Pero nunca fue más urgente que ahora definir el marco en el que la sociedad debería actuar en cuanto a temas como la migración, los refugiados y el derecho a asilo. Y también porque la canciller prefiere callar, el establishment político es llevado de las narices, tanto por los populistas de derecha del AfD, como por los medios amarillistas, cada vez que sucede algo como esto.

"No hay una cosa como la sociedad” dijo una vez, cínicamente, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, cuya dura política económica y social dividió a su país en los años 80. Puede que en Alemania, en este momento, ya tampoco la haya. Pero valdría la pena cualquier intento de encontrar algo así como un idioma común, a pesar de todas las dificultades y contra todas las tendencias de la época. Un lenguaje basado en el derecho, en escucharse el uno al otro, y en los hechos.

Autor: Jens Thurau (CP/ERS)