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Opinión: Donde reina el miedo

Henrik Böhme
12 de agosto de 2017

El coche, sobre todo el diésel, es el actual blanco favorito de los moralistas alemanes. Prohibiciones y cuotas son sus propuestas. Henrik Böhme se pregunta preocupado cuánta planificación económica queremos.

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Imagen: picture-alliance/dpa

¿Quién gobierna en realidad Alemania? ¡Angela Merkel, por supuesto! ¿O es Jürgen Resch, administrativo sin titulación y cabeza visible de DUH? La Asociación de Ayuda Medioambiental Alemana, con 270 miembros, tiene en jaque a la industria automovilística alemana. Una industria que respresenta una cuarta parte de la facturación industrial total del país. Y que es responsable, en gran medida, del hecho de que alguien como Jürgen Resch pueda dedicarse a lo que se dedica.

Así que el bueno del señor Resch, cuyas denuncias le llevan de los tribunales de Hamburgo a los de Stuttgart, se ha convertido en el peor enemigo de los fabricantes de automóviles desde esta ciudad a la de Wolfsburgo. Su última petición, una multa de 110 millones contra Porsche. Pero como en realidad este señor Resch es insignificante y como el problema está en otro lugar, dejémoslo en paz por ahora.

Nosotros en medio

Porque el problema es este extraño "miedo alemán". Un país que ha dado destacados inventores e ingenieros, que siempre ha creído en el progreso, ha desarrollado un escepticismo injustificado hacia todo avance. Siempre se pone el acento en los riesgos y peligros. Sólo al final, eventualmente, en los posibles beneficios. Se empieza con la sobreprotección a los niños y se termina debatiendo la prohibición de los vehículos diésel.

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Henrik Böhme, de la redacción de Economía de DW.

El titular "cientos de miles de muertos por el diésel" es aceptada, difundida y utilizada por los grupos de interés como nuestros amigos de DUH sin cuestionarla. Como cuando el pánico con la enfermedad de las vacas locas, que mató a 150 personas en el plazo de diez años. O como con la gripe aviar, con la que la maquinaria de los medios de comunicación (sí, incluido este) ponen en la palestra la posibilidad de muertes masivas.

Y, sin embargo, resulta que las emisiones de óxidos de nitrógeno, las partículas nocivas que produce el diésel, se han disminuido en Alemania un 70% en los últimos 25 años. Pero como hablamos de miedos, los límites se vuelven utópicos. Y aunque bajen los niveles de partículas, suben los temores. Y ya que el auto es como un hijo para los alemanes, los salvadores del aire lo toman como objetivo. ¡Prohibición! Por debajo de eso, nada.

¿Qué será lo siguiente?

Unas 34.000 personas mueren cada año en Alemania por el aire contaminado. La estimación la hacen los investigadores del Instituto Max Planck de Química (y es una estimación, porque no hay una evidencia causal clara). El causante principal, en un 45%, es la agricultura: estimados agricultores, abríguense.

Prohibamos fumar, pues los cigarrillos emiten tres veces más partículas que un viejo diésel en media hora. Prohibamos las chimeneas que no tengan un filtro especial. Prohibamos, por ejemplo, los 30.000 barcos que anualmente pasan por el Rin dejando en Düsseldorf 49 toneladas de partículas, el 14% del total de la ciudad. Prohibamos las bicicletas, ya que el desgaste de sus neumáticos deja partículas. Y los fuegos artificiales de Año Nuevo. Y las barbacoas. Y…

Y ahora la política

Así que, ¿a qué espera, señor Resch? Instaure la economía planificada. Prohíba esto y fomente aquello. Haga de este país la China alemana. Puede que funcione. Establezca qué automóviles tienen que fabricar BMW, Daimler y VW. (Pero ponga el mismo cuidado con las cuestiones relativas a la gestión de las baterías eléctricas).

La política quizá debería echar la vista hacia el cuestionable modelo de negocio de la DUH. Ya que los cruzados contra el diésel han arrebatado de facto a la política las riendas de los fabricantes. Pero la DUH es una organización no gubernamental que surgió en los setenta para recopilar donaciones. Su situación legal y utilidad pública podría ser revisada. La política podría realmente hacer su trabajo y ocuparse de la industria automovilística. Y no como compinches de los jefes de las automotrices y de los cancilleres automovilísticos. Y las cancilleres.

Autor: Henrik Böhme (LGC/FEW)