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Ola Verde en Francia: ¿qué tan verde quiere ser Macron?

Andreas Noll
6 de julio de 2020

Los Verdes arrasaron en las locales. Y el propio Gobierno tiene una agenda verde. ¿Se convierte Francia en ambientalista modelo?

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Emmanuel Macron durante la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en 2019
Emmanuel Macron durante la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en 2019Imagen: Reuters/L. Jackson

Desde 1 de enero de 2020, el Gobierno de Macron aumentó significativamente el impuesto sobre el CO2 para los automóviles. Para adquirir un Mercedes clase S, por ejemplo, hay que desembolsar ahora 20.000 euros por encima del ya alto precio de compra.

El impuesto al CO2 sobre los automóviles, que está flanqueado en las grandes ciudades por el estricto sistema de etiqueta ambiental Crit'Air, es un ejemplo del avance de la legislación ambiental en el país. Además de un reflejo del deseo de protección del clima, entretanto extendido entre la población y en la política.

Hace nueve meses, el presidente Emmanuel Macron pidió a 150 franceses seleccionados al azar que presentaran propuestas para una mayor protección climática. El comité entregó sus ideas al presidente hace unos días.

Las 150 demandas incluyen la prohibición de vuelos nacionales, la introducción de un cargo o depósito para el reciclaje de botellas, un impuesto climático para los ricos y un límite de velocidad general de 110 en las carreteras (en lugar de los actuales 130) kilómetros por hora. El límite de velocidad, según adelantó el presidente tras presentar la lista, es uno de los tres puntos que su Gobierno no tomará en consideración en el debate político que apenas comienza.

Los verdes gobiernan grandes ciudades

Los resultados de las elecciones locales de principios de julio ayudan también a estimar la magnitud de la ola Verde que hoy vive Francia. Europa Ecología Los Verdes (EELV), tradicionalmente débiles, emergieron como grandes ganadores electorales; mientras que La República En Marcha (LREM), el partido presidencial, sufrió una debacle.

Candidatos verdes conquistaron los ayuntamientos de Burdeos, Lyon y Estrasburgo. En la particularmente prestigiosa alcaldía de París, se ratificó su titular socialista Anne Hidalgo, pero con una campaña electoral casi completamente basada en temas ambientales.

El encanto del movimiento ciudadano

Para Henrik Uterwedde, estudioso de la política, la economía y la sociedad francesa, a este panorama no solo se ha llegado gracias a la agenda verde, sino también a la ruina del antiguo sistema de partidos en Francia, desde la victoria electoral de Macron en 2017.

"Los ganadores ecologistas son en realidad grupos muy cercanos al movimiento original de Macron en 2016/2017. Generalmente, no son experimentados políticos profesionales con 20 años de mandatos a sus espaldas. Son personas que provienen de la sociedad civil, del movimiento ambiental, de iniciativas", dice.

Es bastante posible, según este investigador del Instituto Germano-Francés en Ludwigsburg, que la izquierda política, que había sido dado por muerta, consiga reposicionarse bajo el liderazgo de Los Verdes. Hasta ahora, sin embargo, el amplio éxito Verde adolece de líderes carismáticos en París, capaces de transformar esta aprobación local en influencia política a nivel nacional.

¿A cuánto verde está dispuesto el Gobierno?

El presidente Macron no se quedará de brazos cruzados mirando el éxito ecológico. Ya había otorgado gran importancia a la protección del clima al comienzo de su mandato. Nombró ministro de Medio Ambiente al popular presentador de televisión y ecologista Nicolas Hulot. Pero Hulot tiró la toalla tras solo un año: el medio ambiente y el cambio climático, dijo, no eran una prioridad para Macron.

Francia tiene desde el pasado viernes (3.07.2020) un nuevo primer ministro, Jean Castex. El nuevo ministro de Medio Ambiente que resulte elegido en los próximos días, en consulta con el presidente, podría ser una señal de lo que sucederá con la protección ambiental y climática en Francia.

¿Chalecos amarillos de vuelta?

Protestas de los chalecos amarillos en febrero de 2020.
Protestas de los chalecos amarillos en febrero de 2020.Imagen: picture-alliance/dpa/Maxppp/G. Italiano

Si el nuevo gobierno llega a considerar más recortes dolorosos a favor de la protección del clima, existe el riesgo de una mayor división en el país. El movimiento de los chalecos amarillos surgió justamente como reacción al aumento de los impuestos ecológicos a los combustibles. Entonces, sobre todo trabajadores rurales de bajos ingresos y aquellos que recorren grandes distancias entre sus lugares de residencia y trabajo, se quejaban de la carga financiera adicional. Y acusaron al Gobierno en París de ignorar sus temores y necesidades.

Este problema básico no ha cambiado hasta el día de hoy. "Aquí tenemos un presidente que ha perdido el contacto con la realidad y a quien se le achaca ahora, con razón, un estilo autocrático", precisa Uterwedde, desde el Instituto Germano-Francés de Ludwigsburg. Esta falta de retroalimentación entre la política en París y los ciudadanos ha sido un problema importante en la política francesa durante décadas. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en la vecina y federalista Alemania, en Francia no hay niveles intermedios cuyos campos políticos se vean involucrados en las decisiones nacionales.

 

Castigo para la clase media

En Francia, el presidente decide. Es por eso que la ira de los ciudadanos se concentra en el titular del Palacio del Elíseo. Un verdadero compromiso con el medio ambiente debería sacar a la luz este problema nuevamente, dice Uterwedde y ejemplifica: "En Alemania, los partidos han comprendido que no se puede apostar unilateralmente por la ecología o lo social. Los políticos deben tratar de vincular ambos ámbitos. Pero en Francia aún no se ha llegado hasta ahí."

Esto se puede ver bien en la sucursal de Mercedes en la parisina Rue de Longchamp. Es probable que muchos de los transeúntes que aprietan sus narices contra los grandes ventanales de cristal consideren justo que los ricos tengan que pagar al Estado una multa de 20.000 euros por sus carrozas de lujo. Pero la clase media no está a salvo de que el Estado meta la mano en sus billeteras. Los 20.000 euros de "sobreprecio” que se abonan por encima del precio de un Mercedes clase S son los mismos que hay que desembolsar para adquirir un pequeño todoterreno Lada ruso, o sea, más que su precio de compra.

(rml/jov)

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