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No se ofenda...

ers1 de junio de 2004

¿Cuán susceptibles son los alemanes? Muchísimo, a juzgar por la avalancha de demandas por ofensas varias que inundan los tribunales, desbordando las capacidades de jueces y actuarios.

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A buen entendor, pocas palabras.Imagen: BilderBox

Ruidos molestos pasadas las 10 de la noche, un césped mal cortado o hasta un perro que ladra demasiado, pueden terminar exasperando a los vecinos y llevar al responsable al banquillo de los acusados. Las nimiedades por las que la gente entabla demandas son infinitas, como el asombro que provocan estos casos a la gente procedente de otras latitudes. Pero así es también Alemania: un país en que cada quien es celoso de sus derechos y está dispuesto a hacerlos valer recurriendo incluso a la Justicia, aunque más no sea que para demostrar que tenía la razón.

Sensibilidad in crescendo

Esta tendencia a acudir a Usía se ve exacerbada cuando se trata de hacer pagar a los autores de una afrenta. El año pasado se registró la mayor cantidad de demandas por ofensas de que se tenga recuerdo, según las estadísticas policiales. El promedio actual se eleva a 164.848 casos al año.

Pero ¿qué ofende a un alemán? Si piensa Ud. aventurarse algún día por estos lares, le conviene tener en cuenta que no todos los insultos que en su lugar de origen harían enrojecer al más paquidérmico provocan el mismo efecto en los germanos. Tampoco todo el abanico de ofensas gestuales tiene aquí el mismo significado. Por ejemplo, la tradicional imitación de la "arañita en el techo", que los chilenos hacen con la mano para indicar al destinatario la pésima impresión que de él se tiene, causará entre los teutones, a lo sumo, una mueca de extrañeza. Por el contrario, gestos tan simples como el de formar un círculo con el índice y el pulgar, constituyen una ofensa de marca mayor en Alemania. Otros insultos gesticulares tienen carácter más universal, como el de enseñar el dedo del medio, indicando hacia arriba; o el de apuntar el índice contra la sien, aunque la variante germana más bien lo apunta a la frente. Al buen entendedor le basta para comprender.

Los insultos cuestan caro

Sabido es que en el tránsito se viven las situaciones más apropiadas para convertir al respetuoso ciudadano en un energúmeno vociferante (o gesticulante).Allí es también donde se registra la mayor cantidad de agravios que terminan ante el Señor Juez. Pero las ofensas que no pasan a la agresión física no constituyen un delito punible per se. Hace falta que alguien presente la correspondiente demanda para que la Justicia se ponga en acción.

Autofahrer mit Stinkefinger
Este gesto puede acarrear una multa de hasta 4.000 euros.Imagen: BilderBox

Aunque no existe un catálogo de sanciones pecuniarias claramente estipuladas para cada insulto, la jurisprudencia indica que éstos pueden resultar bastante caros a quienes los profieren. Por ejemplo, enseñar el dedo del medio puede costar hasta 4.000 euros; ordenar a alguien que le pase su órgano gustativo por el lugar donde la espalda pierde su casto nombre, puede reportar una multa de 3.500, e insultar a un policía, unos 1.500 euros. Claro que las sanciones resultan mucho más probables cuando se agravia a un guardián de la ley que a los particulares, sobre todo porque los jueces ya están hartos de vérselas con demandantes excesivamente sensibles.