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Sociedad

¿Por qué a veces huimos de las relaciones?

Julia Vergin
10 de enero de 2020

Luego de pocos meses de relación, Lena perdió el deseo. Quiere huir demasiadas veces y demasiado rápido. Pero si quiere saber por qué siempre huye, tiene que quedarse al menos una vez, dice la terapeuta Gertrud Wolf.

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Imagen: picture-alliance/ImageBROKER/S. Arendt

 "Quiero volver a salir corriendo”, dice Lena. No es la primera vez que oigo esta frase de su boca. Todo lo contrario. Desde que la conozco, todas las relaciones de mi amiga han estado cortadas por el mismo patrón: el éxtasis del enamoramiento le viene seguido de una desagradable resaca con la que Lena no sabe hacer otra cosa que poner tierra de por medio entre ella y el chico.

Ahora, a los casi cinco meses de empezar con su nuevo novio, vuelve a estar sentada delante de mí debatiéndose contra el impulso de huida. Se aburre. Lo que antes le parecía dulce ahora le pone de los nervios. Sus chistes ya no le hacen la misma gracia. Pero hasta hace muy poco todo era hermoso.

Lena conoce bien esta situación, aunque esta vez quiere hacer las cosas de manera diferente. Quiere quedarse, porque este hombre le gusta de verdad. Además, Lena se ha dado cuenta de una cosa: si vuelve a marcharse, se llevará sus modelos de conducta con ella. De ella misma no puede escaparse.

"Huir no es verdaderamente una buena solución”, dice Gertrud Wolf, terapeuta de pareja y sexóloga. Al menos no cuando uno tiene interés en entender su propio comportamiento y cambiarlo. Lena necesita valor para quedarse y romper su patrón. Valor para enfrentarse a los miedos de los que siempre corre.

La resaca después del éxtasis

Las razones que motivan a personas como Lena a huir son muy complejas y heterogéneas, dice Wolf. Los problemas pueden empezar desde el mismo momento en que nos enamoramos.

"En la fase del enamoramiento, nuestro cerebro se inunda de drogas”, aclara Wolf. "Serotonina, dopamina y opiáceos se mezclan en un cóctel de estupefacientes que nadie pondría a la venta libremente en una farmacia”.

Independientemente de lo eufóricos, apasionados o enamorados que estemos al principio, el éxtasis se calma pronto. Como acaba cada fiesta. La luz se enciende y le sigue la (a veces dolorosa) desilusión.

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Como un yonqui

"Hoy en día nos enamoramos de personas totalmente desconocidas”, dice Wolf. Gracias a plataformas como Tinder y compañía. Como nuestro cerebro está embriagado por las drogas del amor, al principio no vemos a quién tenemos ante nosotros. Luego vienen las sorpresas desagradables. Por el contrario, en el caso de haber empezado como amigos y haberse conocido previamente, el golpe no es tan fuerte.

Para algunos, el sentimiento del enamoramiento tiene una fuerza de atracción irresistible. El cóctel de drogas que le acompaña puede ser adictivo, advierte Wolf. También Lena conoce este infierno de sentimientos: la agitación, la diversión, el sentimiento de ligereza.

La terapeuta de parejas llama sin embargo a la sensatez: "Le aconsejaría a cualquiera que no se deje llevar demasiado por este sentimiento de enamoramiento y que pise los frenos un poco”. Es como con el alcohol: quien beba un vasito de agua entre copa y copa, probablemente tendrá menos resaca.

Modelos de apego inseguros

"El cóctel de drogas dura como medio año, luego hay que volver a comer chocolate”, dice Wolf. Y no solo eso: "De repente, nos asaltan de nuevo los miedos”. Más concretamente, los miedos al compromiso.

Wolf cree que pueden estar detrás del comportamiento huidizo de Lena. "Diferenciamos varios tipos de apego”, dice la terapeuta. Lena podría encajar en la categoría de "apego inseguro”.

La teoría del apego a la que hace referencia Wolf se remonta al trabajo del psiquiatra infantil John Bowlby y "describe el origen y los posibles cambios del comportamiento de apego de las personas”.

Dependencia emocional

Así, las personas con miedo al compromiso podrían haber tenido de pequeñas experiencias en las que se quedaron solas con sus miedos en situaciones amenazadoras. Los padres no son conscientes de las necesidades del niño, razón por la que el consuelo y el apoyo adecuado escasean.

El niño experimenta el comportamiento parental como un rechazo. Una experiencia dolorosa que habría preferido evitar. En el futuro, los pequeños se guardan para sí sus preocupaciones y necesidades e intentan evitar las emociones negativas tanto como pueden.

Cuando el miedo lleva la voz cantante

"Estas personas con apego inseguro tienen de adultos dificultades para comprometerse y mantener un vínculo a largo plazo”, considera Wolf. El miedo juega un papel muy importante. "Ya sea el miedo a la pérdida o a depender de alguien”.

Lena me ha hablado a menudo de su padre. De lo mucho que le molesta que siempre crea saberlo todo. Siente que siempre está bajo su tutela y que él no la comprende. Por eso prefiere tomar distancia.

¿Por qué no puedo conseguir pareja?

"Mamá y papá son las dos primeras personas a las que nos apegamos, por lo que establecen estructuras sobre las que construimos el resto de nuestros apegos”, explica Wolf. ¿Entonces no es casualidad que, cuando está con su novio, Lena sienta a menudo que determinadas situaciones le recuerdan a su padre? No, no es casualidad, cree Wolf. "Es como un baile que nos hemos aprendido. Como es natural, seguimos bailándolo”.

El amor (también) es una decisión

Aquí llegan las buenas noticias: como adultos podemos aprender nuevos pasos de baile. "Hay que enfrentarse a los propios miedos al compromiso”, dice Wolf. En un comienzo, eso no significa más que una cosa: aguantar. No salir corriendo, resistir al impulso de huida.

Y luego: "El amor como situación excepcional no puede ser duradero”, subraya Wolf. Quien se aferre a este ideal se pasará toda su vida a la fuga. Esa es una posibilidad.

"La pregunta es, por tanto: ¿Quiero ser fiel a este ideal? Entonces tengo que abandonar a las personas. ¿O quiero conservar a las personas? Entonces debo reflexionar sobre este ideal”, considera Wolf. Antes que nada, Lena debe decidir si quiere darle una oportunidad a ese chico sin una sobredosis de dopamina en la sangre. Quizás valga la pena el intento. Y, si no funciona, siempre puede coger la puerta.

(eal/cp)

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Julia Vergin Periodista de DW.