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Miedo a islamistas

12 de agosto de 2011

Tras la revolución del Jazmín los islamistas tunecinos recibieron un impulso en un país en donde tienen la libertad de participar políticamente. Aunque se distancian de Al Qaeda no dejan de causar preocupación.

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Fuerzas islamistas aspiran llegar al poder.

En la avenida Habib Bourguiba en Túnez discuten un par de hombres de largas barbas y amplias túnicas sobre política. Uno condena la división entre Estado y religión y la llama una blasfemia. El otro le responde que la sociedad se ha degenerado. Una escena que en el Túnez laico hubiera sido impensable hace unos meses, pues la policía secreta hubiera detenido a los hombres de inmediato.

La avenida en el corazón de la capital lleva el nombre del primer presidente que gobernó en el país de 1957 a 1987. Bourgiba, el padre de la nación, apostó por el secularismo y la igualdad de género en la construcción de un país moderno. Este objetivo se veía amenazado por las fuerzas islamistas que fueron consecuentemente reprimidas por su régimen. Tras la Revolución del Jazmín y la caída del sucesor de Bourguibas, Zine al Abidine Ben Ali, el 14 de enero de 2011, esas fuerzas han resurgido, tanto en la calle como en la política.

Protestieren in der Avenue Habib Bourguiba
Protestas en la avenida Habib Bourguiba.Imagen: DW

“Esta gente me da miedo”

No muy lejos de ahí Cyreen Belhedi y sus amigos se encuentran en uno de los numerosos cafés de la vital avenida. Con orgullo la joven muestra su nuevo bolso de mano color rojo con diseño de serpiente. “Lo acabo de comprar”. Los hombres y mujeres fuman cigarrillos mientras toman café, te o jugos de fruta. Alguno toma una cerveza.

Los jóvenes observan a los hombres barbudos de túnica con inquietud. “Esta gente me da miedo”, dice Cyreen, de 27 años. La joven acudió diario a las manifestaciones callejeras durante la revolución e incluso renunció para ello a su trabajo de ingeniera. “Si estos islamistas llegan al poder algún día, eso significaría un gran retroceso, incluso más atrás de la era Bourguiba”, dice.

No sólo los hombres del otro lado de la calle despiertan temores a los jóvenes, sobre todo desconfían del Partido Ennahda, el grupo islamista más popular del país, que durante décadas estuvo prohibido y ahora vuelve a pujar con fuerza para colocarse al frente del quehacer político.

Visita al líder islamista más respetado en Túnez

Líder y padre espiritual del Partido Ennahda es Rachid al Ghannouchi. El hombre de 70 años es un musulmán conservador que goza de respeto. Es miembro del Consejo Internacional de los Hermanos Musulmanes y sus escritos son considerados como una referencia mundial de la visión política del Islam. Rachid al Ghannouchi ya era activo en los tiempos del presidente Bourguiba y fue arrestado muchas veces. Poco después de la Revolución del Jazmín volvió al país después de 20 años de exilio en Londres.

La casa en la que Al Ghannouchi recibe a sus invitados se encuentra en un elegante barrio en las afueras de la capital tunecina. En la puerta atiende un corpulento guardaespaldas con anteojos oscuros y barba, mientras que en el fondo en el jardín se ve ropa de mujer y de niños secándose al sol entre árboles de frutas.

Hombres sonrientes se mueven dentro de la casa mientras hablan a través de teléfonos celulares. Luego comentan que tanto periodistas como seguidores políticos se interesan por tener una audiencia con el jeque Rachid. Un hombre mayor con pañuelo palestino afirma que como seguidor de Al Ghannouchi pasó 16 años en prisión y después muchos años más en el exilio y también explica su teoría según la cual, la humanidad entera es en principio árabe.

Radhid al Ghannouchi recibe a sus visitantes vestido con un traje gris y camisa blanca: En la esquina de la habitación un aparato televisor transmite la programación de Al Jazzeera.

El miedo es infundado

Ghannouchi asegura que el miedo a su partido es completamente infundado. “Hacen negocio con el miedo. Eso es lo que hacía el ex presidente Ben Ali con sus opositores", dice y explica que el objetivo de su partido es primero limpiar los vestigios de Ben Ali para luego construir un Estado democrático y libre que otorgue a sus ciudadanos un trato igualitario. “De eso ni los ciudadanos tunecinos ni los extranjeros deben tener miedo”, asegura.

El líder se distanció categórico de la ideología violenta de Al Qaeda. “Siempre lo hemos dicho y lo decimos todavía: “La actividad de Al Qaeda no es legítima, es terrorismo” También explica que a diferencia de las revoluciones pacíficas en Túnez y en Egipto, Al Qaeda no ha podido derribar a ninguno de los regímenes corruptos en la región.

“Además, tanto el Islam como el movimiento islámico son los que más padecen las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre”. Según el erudito, las minorías musulmanas en Occidente cayeron bajo sospecha de terrorismo y siguen siendo vigiladas constantemente por la policía.

“Las intenciones tras los ataques eran buenas”

En otro café en la avenida Bourguiba el portavoz del partido islamista radical, Tahrir, explica que no quiere hablar de las consecuencias políticas del viejo régimen, pero sí sobre las revoluciones en Túnez y en Egipto. Él considera que dichas revoluciones son los pasos más importantes hacia la liberación de los musulmanes en el mundo entero, las revoluciones no han terminado.

A diferencia de Ghannouchi, Belhaj no busca distanciar a su partido de los islamistas radicales de Al Qaeda. Pese a que está convencido de que la violencia no es el camino adecuado y que provoca más daños que beneficios, elogia las intenciones detrás de los ataques del 11 de septiembre.

“Tuvieron un efecto negativo debido a que los musulmanes, a diferencia de Occidente, no cuentan con el poder mediático para convencer a la opinión pública sobre las intenciones que se tenían”.

Belhaj no esconde sus propias intenciones. El objetivo primordial de su partido es establecer un Estado tunecino basado en leyes que emanen del Islam. Al explicar su visión se le ve emocionado.

Mientras tanto Cyree y sus amigos siguen en el café del otro lado de la calle y enumeran a todos aquellos que no podrían vivir en semejante Estado islámico. “Todos los tunecinos a los que les gusta beber una cerveza en algún bar”, dice uno. “Todas las mujeres a las que les gusta nadar y usar bikini y a todos los hombres que las miran”, señala otro, mientras que un tercero resume que eso sería una mayoría sólida. “Si los islamistas llegaran pese a todo al poder tendríamos que huir todos, habríamos hecho la revolución en vano”.

Autor: Khalid El Kaoutit/ Eva Usi

Editor: Pablo Kummetz