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Marx, la modernidad y los identitarios

Kersten Knipp
4 de mayo de 2018

En su "Manifiesto comunista", Karl Marx y Friedrich Engels pronosticaron con precisión el desarrollo de la modernidad global y sus consecuencias culturales. Y también opinaron sobre los fundamentalistas a nivel mundial.

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200. Geburtstag Karl Marx
Imagen: picture-allilance/dpa/H. Tittel

Nadie sabe exactamente cuándo subió al escenario de la historia universal, pero de pronto estaba allí: el burgués. Apenas se deshizo de todos los "escombros medievales", tales como prerrogativas de la nobleza, privilegios locales, monopolios de cofradías y constituciones provinciales, estableció un nuevo orden civil, ya en aquel entonces sin fronteras.

"La gran industria creó el mercado mundial que preparaba el descubrimiento de América. El mercado mundial propició un desarrollo inconmensurable del comercio, la navegación y la comunicación terrestre. Esta evolución a su vez causó la expansión de la industria. En la misma medida en la que se expandían industria, comercio, navegación y ferrocarril, se desarrollaba también la burguesía, que multiplicaba sus capitales y desplazaba a un segundo plano a todas las clases heredadas del medioevo."

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Así describen Karl Marx y Friedrich Engels en el famoso "Manifiesto comunista" la dinámica con la cual esta nueva clase llamada burguesía apareció en la escena de la historia mundial. Hasta el día de hoy impacta la precisión con la cual ambos autores describen en su "Manifiesto" - publicado en 1848 - la naciente globalización. Una globalización técnica y cultural, que puso de cabeza a las sociedades de todo el mundo.

Al inicio de esta metamorfosis se encuentra la revolución técnica. Unas décadas antes había sido inventada la máquina de vapor. Las vías de ferrocarril recorren ahora el paisaje y los horarios de las grandes compañías de navegación hacen que los relojes del mundo marquen el mismo tic-tac. Desde entonces se sabe que tiempo significa sobre todo dinero.

En 1869, poco después de que Marx y Engles publicaran el "Manifiesto" entra en funcionamiento el canal de Suez, que es hasta hoy una de las rutas de tránsito y comercio más importantes. 40 años más tarde, en 1914, navegan barcos por el canal de Panamá, que atraviesa el continente americano.

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Los autores del "Manifiesto" observan claramente no sólo los cambios económicos, sino también culturales y sicológicos, a los que conduce el nuevo sistema económico.

"En donde llegó al poder, la burguesía destruyó todas las idílicas relaciones feudales y patriarcales. Desgarró despiadadamente los abigarrados lazos feudales que establece el ser humano con su superior natural. Y no dejó ningún otro lazo entre los seres humanos, más que el simple interés, el insensible 'pago en efectivo'."

200. Geburtstag Karl Marx
"Mi capital", se lee en estas alcancías.Imagen: picture-allilance/CTK Photo/M. Weiser

El "pago en efectivo" significa sobre todo que ahora se pueden calcular exactamente, hasta el centavo, negocios y transacciones. El dinero permite y obliga al mismo tiempo a llevar el propio de trabajo de manera muy efectiva al mercado. La invención del pago al contado transformó de manera fundamental la vida de las personas.

"La dignidad personal quedó disuelta en el valor de cambio. La libertad de comercio despiadada pasó a ocupar el lugar de innumerables libertades certificadas y bien adquiridas. En una palabra: la explotación encubierta por ilusiones religiosas y políticas cedió su lugar a la explotación descarada, directa y árida."

"Con mirada realista"

Las ilusiones se desvanecieron. Pero la verdadera cara del mercado – ya casi imposible de dominar por el Estado social – se ve más clara que nunca: la de la competencia fría y despiadada. "Dios está muerto" escribía el filósofo Friedrich Nietzsche unos 35 años más tarde en "La gaya ciencia",  y sin Dios ya no hay tampoco trascendencia.

La única fuerza relevante, la única evidente, es la del dinero. Todo lo demás son ilusiones. Así se puede comprender a Marx.

"Todas las relaciones anquilosadas y oxidadas, así como su cortejo de venerables ideas y opiniones, son disueltas. Todas las nuevas que se forman, envejecen antes de poder fosilizarse. Todo lo clasista se evapora, todo lo sagrado es profanado y los seres humanos son finalmente obligados a mirar su actitud ante la vida y sus relaciones mutuas con ojos realistas."

El mundo cual plaza de mercado

En el correr del texto, Marx y Engels indican una y otra vez que lo sagrado es profanado por doquier. No solamente en los centros occidentales del capitalismo, sino simplemente en todos lados. Ya no existen más espacios libres de capital y por lo tanto, ya no hay ningún lugar en el cual se pueda soñar tranquilamente, ni tampoco un lugar en el cual se pueda cultivar la devoción de tiempos anteriores. En el mundo entero se acabó la tranquilidad.

"Por medio de la rápida mejora de los instrumentos de producción y de la comunicación infinitamente más fácil, la burguesía arrastra incluso a las naciones más bárbaras hacia la civilización. Los precios baratos de su mercadería son la artillería pesada con la cual derriban todas las murallas chinas y hacen capitular la xenofobia más tenaz de los bárbaros. La burguesía obliga a todas las naciones a adoptar sus modos de producción, si no quieren perecer; las obliga a instaurar en ellas mismas la así llamada civilización, es decir, a convertirse en burguesas. En una palabra, crea un mundo a su propia imagen."

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El capitalismo se impuso.Imagen: picture-allilance/dpa/H. Schmidt

Marx y Engels describen con precisión escalofriante la transformación del mundo en un mercado, en una gigantesca plaza comercial, de la cual fue desterrado todo lo romántico y estético. El espíritu del dinero es al que deben obedecer todos los seres humanos, sin importar donde vivan. Puede que estén a salvo por un tiempo. Pero no deben contar con piedad por un plazo superior a un par de décadas.

Ataque al alma

Si bien se erradicó el romanticismo del mundo, seguimos soñando con él, hasta el día de hoy. En todos lados persiste el sueño de una existencia inocente, de una vida pía. Pero como éste ya no se puede cumplir, surgen movimientos fundamentalistas, que se oponen con toda su energía a las fuerzas del mercado.

El islamismo en Cercano Oriente, el nacionalismo hindú en la India, el movimiento White-Supremacy en EEUU o el movimiento identitario en Europa. En casi todo el mundo surgen movimientos que se enfrentan al nuevo tiempo e intentan detenerlo. Pero los programas „románticos" - en realidad crudos e inhumanos – de los anti-modernistas a nivel mundial siguen siendo lo que fueron en su inicio: un intento de huír de la nueva realidad.

Estaba visto que este intento de fuga iba a fracasar. Los seres humanos no pueden escabullirse de los capitalistas. Al contrario: ellos mismos se convierten en capitalistas. La presión económica obliga a la racionalidad y hace que los "bárbaros" - como los llaman Marx y Engels poco amablemente – se conviertan también en miembros de la burguesía. Miembros obligados, pero miembros al fín. El capitalismo conquistó las almas. El "Manifiesto comunista", la obra de los pensadores Marx y Engels, puede ser interpretada de este modo: lo que queda son erupciones violentas, ocasionadas por personas que creen poder bombardear lo inalterable, el poder del mercado. Pero las bombas explotan en vano, porque las ideas no pueden ser combatidas con armas.


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