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Maestros cantores de ¿Colonia?

19 de abril de 2012

La Ópera de Colonia repone una singular producción de Los maestros cantores de Núremberg, de Richard Wagner. La popular ópera cobra una nueva dimensión con la puesta en escena ideada por el colonés Uwe Eric Laufenberg.

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Los maestros cantores de Núremberg
Los maestros cantores de NúrembergImagen: Klaus Lefebvre

“No hay nada como mostrar al habitante de Colonia unas bonitas imágenes de su catedral para ablandar su corazón”, escribió el crítico musical del diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, aludiendo a la puesta en escena concebida por Laufenberg para Los maestros cantores. Su comentario se justifica por la repetitiva proyección de vídeos y fotografías de la Colonia destrozada tras la Segunda Guerra Mundial y  las continuas referencias al pasado nazi del país.

Laufenberg concibe los tres actos de la ópera en cuatro épocas distintas: el siglo XVI, el período Biedermeier –a mediados del XIX-, los años 50 del pasado siglo y, finalmente, la actualidad. Como hilo conductor, la figura del altivo y talentoso Walther von Stolzing, el protagonista aspirante a la mano de la hermosa Eva y a ingresar en el club de exigentes maestros cantores. Su personaje, ataviado con traje moderno y provisto de móvil de última generación, surge del mismo patio de butacas para introducirse después como un personaje más en la acción.

“Nazificar” una ópera “desnazificada”  

Pero, ¿qué sentido tiene incluir el elemento nazi en la acción de Los maestros cantores de Núremberg? Aunque cuenta con alusiones a la grandeza y pureza del arte alemán, se trata de una ópera de contenido histórico y artístico, con momentos verdaderamente hilarantes, que en su día  hicieron las delicias de Hitler y Goebels. Para el ministro de propaganda nazi, esta obra wagneriana era la “encarnación del alma y la cultura germanas”.

El tándem Hitler-Winifred Wagner durante los años 30
El tándem Hitler-Winifred Wagner durante los años 30Imagen: picture-alliance/dpa

Lo cierto es que la conexión entre el compositor alemán y los nazis existió desde los inicios el Partido Nazionalsocialista, puesto que, desde muy joven, Hitler sintió una enorme admiración por el catálogo wagneriano. En 1933,  cuando llegó al poder, se cumplía el quincuagésimo aniversario de la muerte de Wagner, efemérides que la nuera del músico y entonces directora del Festival de Bayreuth, Winifred, festejó con una conmemoración especial  bajo el título de “Wagner y la nueva Alemania”. La llegada al poder de los nazis no hizo sino estrechar y ampliar unos lazos que ya existían entre el partido y la música del compositor.

 Tras la guerra, Los maestros cantores de Núremberg tuvo que sufrir un proceso de desnazificación similar al de otras óperas del maestro alemán. La obra de Wagner cayó en el descrédito y entró en letargo interpretativo. “¿Cómo es posible representar Los maestros cantores tras Auschwitz?”, se preguntaba el poeta Paul Celan tras la Segunda Guerra Mundial.

Toda una fiesta

En la producción de Laufenberg no falta de nada. El primer acto y el segundo pueden considerarse de manual de escenografía clásica.  Pero en el tercero –paradójicamente, por la torturante sucesión de imágenes del horror- comienza la fiesta.  Al concurso de canto que refleja el libreto, la puesta en escena añade una celebración al más puro estilo Biergarten colonés.

Imagen del tercer acto de la producción ideada por Laufenberg para Los maestros cantores de Núremberg
Imagen del tercer acto de la producción ideada por Laufenberg para Los maestros cantores de NúrembergImagen: Klaus Lefebvre

En ella tienen lugar lascivos bailes callejeros de mendigos que portan pancartas subversivas, se come, se bebe y todos están pendientes de una enorme pantalla, que emite los gorgoritos de los contrincantes como si se tratara del concurso de Eurovisión. Una pancarta lleva inscrito el lema: “Ópera para todos”.

La acumulación de mensajes –los propios de la ópera de Wagner más los de Laufenberg- acaba por dispersar la atención del público que, sin embargo, aplaudió a rabiar el espectáculo. Buena música, buenos intérpretes y una singular puesta en escena, que hace las delicias, naturalmente, del público colonés.

Autora: María Santacecilia
Editora: Emilia Rojas