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Maduro y su camino lleno de contradicciones

18 de mayo de 2018

El hombre fuerte de Caracas, Nicolás Maduro, está cada vez más aislado, de cara al mundo, y pobre de simpatizantes genuinos, puertas adentro. Tres candidatos presidenciales juran querer impedir que él sea reelecto.

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Venezuela Wahlkampf Maduro Fahne
Imagen: picture-alliance/AP Photo/A. Cubillos

Conocedores del acontecer latinoamericano coinciden en que la desaparición física de Hugo Chávez (5.3.2013) exacerbó las fricciones ya existentes entre el ala civil del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), liderada por Nicolás Maduro, y su ala militarista, comandada por Diosdado Cabello. Se arguye que ese reacomodo de fuerzas restringió de antemano el margen de maniobra de Maduro cuando asumió la presidencia de la nación caribeña en 2013, a pesar de que, en vida, Chávez lo había ungido como su sucesor.

Sin embargo, la muerte del líder carismático no explica del todo el recorrido pleno de errores y contradicciones que ha conducido a Maduro al lugar donde hoy se encuentra: cada vez más aislado, de cara al mundo, y pobre de simpatizantes genuinos, puertas adentro. Tres candidatos presidenciales juran querer impedir que él sea reelecto en los comicios anticipados de este domingo (20.5.2018). Todo ellos cuentan con el apoyo de autoproclamados "chavistas no maduristas”; sólo uno, Henri Falcón, resulta potable, también para un segmento de la oposición antichavista.

El miedo al hambre

“Todos contra Maduro”, parece ser el eslogan de la hora. No obstante, las encuestadoras le auguran las más altas probabilidades de triunfo al político supuestamente nacido en Caracas el 23 de noviembre de 1962. ¿Cómo es posible? “Aunque los sondeos de opinión sugieren que muchos rechazan la gestión del Ejecutivo, se estima que alrededor de la mitad de la población del país depende de los alimentos subsidiados para comer”, explica el economista Alejandro Márquez Velázquez, de la Universidad Libre de Berlín, en entrevista con DW.

El miedo al hambre, esgrime el experto, es lo único que Maduro puede instrumentalizar a su favor tras el fracaso de todas sus medidas para frenar el descalabro económico de Venezuela (o tras el éxito de todas sus mociones para acelerarlo, según otros especialistas). Ni la “lucha anticorrupción” de la “Revolución Bolivariana” impidió que sus burócratas ocultaran miles de millones mal habidos en paraísos fiscales ni la criptomoneda acuñada, el petro, impulsó la independencia financiera del país, por citar dos fiascos.

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Hombre de confianza

Cuando el difunto Chávez fue elegido presidente de Venezuela en 1998, Nicolás Maduro ya era uno de sus hombres de confianza. Siendo representante sindical de los trabajadores del Metro de Caracas, Maduro visitó a “el Comandante” en la prisión donde éste cumplía condena por la intentona golpista que co-dirigió el 4 de febrero de 1992. En ese contexto conoció a Cilia Flores, la abogada de Chávez que terminaría siendo su pareja y una de las personalidades más influyentes entre los artífices de la Revolución Bolivariana.

Según el sitio web poderopedia.org, publicación de referencia para entender quién es quién en los ámbitos venezolanos de la alta política y la economía, Maduro debutó como diputado en 1998 en representación del partido de Chávez (Movimiento Quinta República) y fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente en 1999. En 2000 obtuvo una curul en la Asamblea Nacional y llegó a presidir el Parlamento en 2005. Al año siguiente, Chávez lo colocó al frente del Ministerio de Exteriores, donde estuvo durante seis años y medio.

Poderes especiales

En 2012, Chávez anunció que padecía una enfermedad seria y le pidió a sus seguidores que apoyaran a Maduro –entonces vicepresidente– si la situación llegara a ameritarlo. Muchos se preguntaban si él estaría preparado para sustituir a su mentor; pero, por otro lado, su don como canciller había sido elogiado hasta por críticos del chavismo. Tras la muerte de Chávez (5.3.2013) y después de vencer –por un margen menor al 2 por ciento– a Henrique Capriles Radonski en unos comicios controvertidos, Maduro asumió la jefatura del Gobierno en 2013.

Aunque analistas conceden que el Ejecutivo de Maduro dio pasos hacia una gestión pública menos dogmática ideológicamente, más pragmática en términos políticos y económicos, al hombre fuerte de Caracas se le continuó atribuyendo una limitada capacidad de mando, incluso tras recibir poderes especiales para legislar por decreto durante años. El 19 de abril de 2018 cumplió un lustro en la presidencia, asediado por la crisis fiscal que heredó de su predecesor, el desplome de los precios del crudo y problemas de su propia cosecha.

Mala estrella

Maduro lleva sobre sus hombros las secuelas de un modelo económico y un férreo control de cambio contraproducentes, del deterioro de la petrolera estatal y del consecuente descenso de su producción, y de sus enfrentamientos con adversarios, dentro y fuera del país: en 2014 y 2017 se registraron feroces protestas antigubernamentales, y desde 2015 circulan graves imputaciones contra funcionarios oficialistas que hasta han sido sancionados desde el exterior por corrupción, narcotráfico y violación de derechos humanos. 

En una entrevista con el diario El Nuevo Herald de Florida, publicada el 29 de abril de 2015, el ex subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos Roger Noriega aseguró que Maduro estaba al tanto de que varias campañas electorales del chavismo habían sido financiadas con dinero del narcotráfico y de que altos oficiales del establishment participaban en el negocio de la droga. En noviembre de ese mismo año, el ahijado y un sobrino de Maduro fueron detenidos cuando pretendían introducir cocaína al territorio estadounidense.

El “delfín” de Chávez

Desde entonces no han dejado de estallar escándalos en torno al “delfín” de Chávez; cuando no por el celo con que oculta su partida de nacimiento –presuntamente para evitar que se sepa que no es venezolano de nacimiento y que eso lo incapacite ipso facto como jefe de Gobierno–, entonces por sus múltiples y flagrantes arremetidas contra el Estado de derecho. Apartando su mala estrella, también sus desafueros lo han convertido en blanco de ataques constantes que aluden a su falta de aptitud, formación y experiencia.

“Es chocante el desdén con que se habla de los orígenes de Maduro como chofer de autobuses”, comentaba en entrevista con DW el "dinosaurio” de la izquierda alemana Wolfgang Gehrcke, el último parlamentario germano en autoproclamarse comunista. Pero también hay, entre sus allegados, quienes dudan de su madurez política para seguir llevando las riendas del país. Politólogos alertan, eso sí, que tomar a Maduro por tonto es lo peor que pueden hacer quienes aspiren a comprender el status quo en Venezuela.

Evan Romero-Castillo (CP)

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