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Múnich no durmió

Daniel Martínez26 de mayo de 2013

El triunfo del Bayern en la final de la Champions League desató una locura colectiva en Múnich. Las calles de la capital bávara se convirtieron en el escenario de una fiesta popular que se extendió durante toda la noche.

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Imagen: picture-alliance/dpa

En el estadio Allianz Arena, la casa del Bayern, 45.000 aficionados se dieron cita para seguir a través de dos pantallas gigantes el partido que se jugaba en Londres. Alrededor de la cancha, se podía observar la gigante cadena de bufandas, cinco veces más grande que la torre Eiffel, que hicieron los hinchas como símbolo de la unidad con su equipo.

A lo largo y ancho de la ciudad las escenas antes de iniciar la final de la Champions League eran similares: chicos y grandes vistiendo el uniforme del Bayern, o los tradicionales pantalones de cuero típicos de Baviera, formaban una oleada blanca y roja de personas llenas de optimismo y seguridad de que por fin se obtendría el trofeo por el cual se jugaba por tercera vez en cuatro años.

Desconcierto inicial

Los primeros veinte minutos en Wembley causaron desconcierto en los diferentes locales en Múnich donde se trasmitía la final de la Champions League por televisión. Dortmund presionó al Bayern, tuvo mejores opciones de anotar, y el temor se apoderó de la afición. Nadie quería sufrir un nuevo revés, otra desilusión como la del año anterior cuando la ciudad se engalanó como anfitriona de la final de la Champions League para ver perder a su equipo en su estadio, lo cual les obligó a cederle sus calles a una fiesta ajena, la de los hinchas del Chelsea ingles.

“No, eso no va a pasar. ¡No! ¡Esta vez no pasará!”. Los seguidores del Bayern tuvieron que esperar 30 minutos para recuperar el positivismo que les embargaba antes del partido. En el segundo tiempo era palpable que el público bávaro había hecho nuevamente acopio de la confianza en su equipo.

Public Viewing en el estadio Allianz Arena de Múnich.
Public Viewing en el estadio Allianz Arena de Múnich.Imagen: picture-alliance/dpa

Celebración prematura

El minuto 59 en el estadio de la capital inglesa llegó con un grito que se extendió por la capital de Baviera y todo el resto del estado federal alemán: “¡Gooooooooooool!”. Mario Mandzukic puso en ventaja al Bayern; 1-0 y el equipo de Múnich cada vez jugaba mejor. Durante ocho minutos los muniqueses se sintieron campeones, durante ocho minutos se celebró anticipadamente un título que aún no se tenía.

Fue entonces cuando llegó la falta de Dante sobre Marco Reus, el penalti convertido por Ilkay Gündogan, el 1-1. El ruido de una fiesta prematura se acalló, el estupor era general y a la derecha y a l izquierda, delante y atrás, a donde quiera que se mirara solo se veían hombres y mujeres con las manos en la boca, en la cabeza, comiéndose las uñas.

Contando los minutos

Una ciudad entera observaba con preocupación el reloj. 20 minutos aún por jugar. El Bayern lucía en Wembley cada vez mejor, y eso llenó de esperanzas a cientos de miles de personas que de todas formas no podían borrar de su memoria las finales de la Champions League perdidas con anterioridad en los últimos segundos del partido: en Barcelona 1999, en Madrid 2010, y sí, en Múnich 2012, en el Allianz Arena, donde el jugador holandés Arjen Robben falló un penalti en el tiempo de alargue que hubiera significado una victoria que terminó en derrota.

El nerviosismo se podía oler, estaba en el aire muniqués y era inevitable respirarlo. Dos minutos para el pitazo final, el desespero se apoderaba de la afición... Pero en el fútbol, y eso lo sabían todos en Múnich, es posible pasar de una extrema inseguridad a un júbilo incontenible. Y los hinchas, inseguros hasta el minuto 89, no pudieron frenar el júbilo desencadenado por el gol de Arjen Robben. “¡Increíble! ¡Robben! ¡2-1!”.

Tres minutos de paciencia, tres minutos conteniendo la alegría por culpa de la superstición, tres minutos inmersos en una inmensa felicidad, tres minutos de terror ante la sospecha de que el triunfo se pudiera escapar. Pero entonces el árbitro pitó el final del partido, Bayern era campeón de la Champions League y Múnich se volcó a las calles a celebrar.

Hinchas del Bayern en la Leopoldstrasse, en Múnich.
Hinchas del Bayern en la Leopoldstrasse, en Múnich.Imagen: Bongarts/Getty Images

Júbilo en Múnich

En el estadio Allianz Arena 45.000 personas saltaron a la cancha, sobre el mismo césped sobre el cual los jugadores del Bayern derramaron un año atrás sus lágrimas, los aficionados saltaron, se abrazaron, se besaron, se arrodillaron a agradecer al cielo la obtención del título tan ansiado.

Desde el Marienplatz, el corazón de Múnich, la plaza frente a la alcaldía, hasta el Münchener Freiheit, el centro bohemio de la ciudad, a lo largo de la calle central, la Leopoldstrasse. Todo fiesta, todo celebración. Los reportes oficiales hablan de 150.000 personas, pero sin duda fueron muchos más los que a lo largo de la noche prefirieron festejar la victoria del Bayern Múnich a dormir. Dormir se puede todas las noches, ganar la Champions League no.

Autor: Daniel Martínez

Editora: Emilia Rojas