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Los retos de Uruguay, la "democracia ejemplar" de Sudamérica

Ofelia Harms
28 de octubre de 2019

El Frente Amplio necesita renovarse. Y la oposición de derecha debe mostrar que puede volver al poder sin caer en tentaciones populistas después de 15 años, opina Ofelia Harms.

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Imagen: Reuters/M. Greif

A Uruguay ya no le da pulmonía cuando estornudan Brasil o Argentina. El segundo país más pequeño de Sudamérica (sólo Surinam ocupa un territorio menor) logró estabilizar su economía y dejar de depender de sus gigantes vecinos. Los quince años de gobierno del Frente Amplio han logrado reducir la pobreza a mínimos históricos e incrementar los sueldos uruguayos en un 65 por ciento. Según el Banco Mundial, la clase media del país es la más grande de todo el continente americano. Uruguay es, en este momento, una de las democracias más estables y sólidas de la región.

Podría decirse, pues, que el Frente Amplio representa a la izquierda más exitosa de América Latina. Más preciso, eso sí, sería ubicarlo en el centro del espectro político: aunque varios partidos integrantes de esta coalición se definen como socialistas, el modelo económico del Frente Amplio ha apostado más bien por una mezcla entre políticas liberales de mercado y un "Estado de bienestar” con matices asistencialistas.

El miedo que mueve a los uruguayos

En líneas generales, las decisiones del Frente Amplio durante los últimos tres lustros han demostrado ser acertadas. Al mismo tiempo, su administración ha ido acumulando carencias. Descuidaron la educación (sólo cuatro de cada diez alumnos terminan la secundaria) y dejaron crecer el déficit fiscal. Una epidemia de asesinatos y una creciente percepción de inseguridad también dañan su imagen.

Ofelia Harms, periodista de DWImagen: DW/B. Geilert

Un problema que sus rivales han sabido utilizar a su favor. Un senador opositor consiguió impulsar un referéndum que buscaba castigar con más "mano dura” la criminalidad. Al final ganó el "No”, pero miles de uruguayos se pronunciaron a favor de endurecer las leyes.

También las cifras matizan esa percepción de inseguridad. La mayoría de las estadísticas indican que el país sudamericano sigue siendo uno de los más seguros de la región. En su más reciente edición, la referencial guía de viaje Lonely Planet incluyó al Uruguay entre los diez países más recomendados para visitar en 2020 por considerarlo un "oasis de tranquilidad” en un continente convulso.

El "imprescindible” Mujica

La simpatía que genera el país a escala mundial se debe, en parte, a sus leyes progresistas. Durante la administración de José Mujica -el "presidente más pobre del mundo”, según una de las etiquetas que hizo popular su talante austero y sencillo- se legalizó la marihuana recreativa, el matrimonio homosexual y el aborto hasta la semana 12.

Pero "Pepe” es un personaje desgastado. No sólo por su avanzada edad (84), sino por la fuerte polarización que genera entre sus compatriotas. Aunque sigue siendo el político más popular del país, tiene casi la misma cantidad de detractores. Y el Frente Amplio sigue recurriendo a él para mantenerse a flote. En 2018, renunció a su escaño en el Senado, pero este año regresa a la lista de parlamentarios que acompañan al candidato Daniel Martínez. Que este último carezca del carisma de sus antecesores como líderes del partido explica que el Frente Amplio siga apostando por la imagen de Mujica.

¿Una alternancia saludable?

Martínez no es, sin embargo, la principal causa del declive frenteamplista. El partido parece haberse alejado de la juventud política y olvida que la nueva generación de votantes ha crecido en una democracia estable, con un recuerdo cada vez más difuso de la dictadura y con tendencia a rebelarse contra el establishment político.

Paradójicamente, para un sector de esa generación el Frente Amplio ya representa a las élites. Los quince años en el poder pasan factura y generan una parálisis política. O, más grave aún, pueden fomentar el nepotismo y la corrupción. La alternancia en el poder es una característica de las democracias saludables, aunque los giros radicales, por otro lado, suelen apuntar a alguna dolencia seria. El Partido Nacional y su candidato, Luis Lacalle Pou, tiene propuestas que no difieren mucho de las frenteamplistas, pero en esta segunda vuelta tendrán que ir en busca de los votos de un grupo político nuevo e inesperado.

Guido Manini Ríos, un excomandante del ejército investigado por proteger a un militar acusado de violar derechos humanos en la dictadura, ha logrado reunir poco más del 10 por ciento de los votos. Eso en tan sólo siete meses desde la creación de su partido, Cabildo Abierto. Matemáticamente, se trata de un caudal de votos imprescindible para vencer al Frente Amplio. Y los mensajes políticos de Manini Ríos reviven entre muchos al viejo fantasma de la dictadura uruguaya. El reto para la derecha y su candidato será, pues, intentar consumar su regreso al poder sin caer en la tentación del populismo.

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